viernes, 4 de marzo de 2011

México SA


Austeridad de mentiritas

Más a nómina burocrática

Crece la deuda externa

Carlos Fernández-Vega

Del dicho (austeridad republicana, reducción de nómina gubernamental y tendencia a la baja de la deuda pública) al hecho (incremento del gasto corriente, aumento de erogaciones por servicios personales y crecimiento del débito) hay un enorme trecho: en el primer mes de 2011 el gobierno calderonista obtuvo menos ingresos, pero ello no fue pretexto para que gastara y se endeudara todavía más, de acuerdo con el Informe de Finanzas Públicas y la Deuda Pública a enero de 2011, elaborado por la Secretaría de Hacienda, donde algún iluminado asegura que con 6 mil pesos mensuales se puede vivir bien, y con ciertos lujos.

En dicho mes los ingresos presupuestales se redujeron 3.3 por ciento en términos reales, pero el gasto neto pagado se incrementó en esa misma proporción, también en términos reales. Por lo que toca al descenso de los primeros, destacan las caídas en los impuestos a los rendimientos petroleros (73.7 por ciento), la captación de IVA (8.2 por ciento), IETU (4.4 por ciento) y los impuestos a las importaciones (2.4 por ciento), así como los ingresos no tributarios (12 por ciento).

Por el lado de los egresos, se observaron incrementos en el gasto corriente (11.6 por ciento, y dentro de éste los servicios personales (nómina burocrática, 5.4 por ciento), mientras el costo financiero (intereses y comisiones) del sector paraestatal aumentó un espeluznante 120.6 por ciento. En sentido contrario, en inversión de capital (generadora de riqueza y empleo) se registró una sensible caída (15.1 por ciento).

Lo anterior resume la diferencia entre el dicho y la práctica del gobierno calderonista. En el sexenio foxista el gasto corriente creció y creció (con medalla de oro para el pago de servicios personales), mientras la inversión reportó un comportamiento inversamente proporcional. Con el advenimiento de la “continuidad”, se firmaron decretos y se prometió austeridad republicana (de saliva, a todas luces), porque al gobierno previo se le había pasado la mano en eso de gastar en lo improductivo.

El supuesto “compromiso” de austeridad ni siquiera aguantó el primer año. La nómina burocrática crece y crece, las erogaciones por prestaciones y conexos para la burocracia le significa al erario más de 200 mil millones de pesos anuales, los siempre eficientes funcionarios se sirven con la cuchara más grande que encuentran (siempre con ánimo de hallar una de mayor proporción), mientras los beneficios para la nación son cada día más brillantes, pero por su ausencia. Ahora que somos más mexicanos (112 millones y pico, de acuerdo con los resultados del Censo 2010) y que cada vez alcanza el dinero para menos, los supuestamente austeros señores de la “continuidad” gastan mucho más en ellos mismos, a la par que cínicamente sostienen que con 6 mil pesos mensuales la mayoría de los mexicanos pertenecen, modestamente, a la clase media alta.

En el Informe de Finanzas Públicas y la Deuda Pública a enero de 2011 no sólo se informa sobre la austeridad calderonista, sino lo bien que evoluciona la deuda pública. En este sentido, quién sabe en qué o para qué los contrataron, pero el hecho es que en sólo un mes, el primero de 2011, el débito externo se incrementó en 3 mil millones de dólares (a razón de casi 100 millones de billetes verdes por día), con lo que el saldo de la deuda del sector público federal se incrementó a 107 mil 110.8 millones de dólares. De hecho, entre diciembre de 2009 y enero de 2011 tal saldo registra un aumento superior a 15 mil millones de dólares, destinados a pagar deuda (intereses, en realidad) contratada anteriormente, la que a su vez se utilizó para pagar deudas adicionales, en un circuito interminable.

Con lo anterior, el saldo de la deuda pública (interna y externa) oficialmente supera los 4 billones 217 mil millones de pesos, algo así como 40 por ciento del producto interno bruto. Como señalamos en este espacio, desde que en el sexenio salinista se decretó el “fin del problema de la deuda pública”, con más discursos que hechos, el peso de dicho débito en las finanzas públicas no ha dejado de aumentar. En los tiempos del “cambio”, Vicente Fox repitió que el citado se trababa de “un asunto superado” y en los del actual inquilino de Los Pinos se presume que “en los últimos años la política de deuda se ha constituido como uno de los pilares de la estabilidad económica” del país, toda vez que, se supone, los dineros producto de tal endeudamiento –interno y externo– se han destinado “al progreso nacional”, el cual, dicho sea de paso, no se ve por ninguna parte.

En los hechos, de acuerdo con la Auditoría Superior de la Federación, la creciente contratación de débito (interno y foráneo) se ha utilizado para tapar agujeros financieros, por mucho que el resultado concreto de tal práctica consista en abrir más agujeros. Como lo indica la ASF, “con el análisis del balance financiero del gobierno federal, presentado por la Secretaría de Hacienda, se constató que de los ejercicios fiscales de 2005 a 2009, el gobierno federal ha financiado un total de 952 mil millones de pesos de déficit con recursos obtenidos de empréstitos sobre el crédito de la nación. Cabe mencionar que el Fondo Monetario Internacional recomienda que la deuda pública de los países emergentes (como México) se mantenga en un rango de 25 a 30 por ciento del producto interno bruto”, y el gobierno calderonista ya sobrepasó ese límite.

Y como el problema de la deuda “ya se superó” (versión oficial), por obra y gracia de la austera burocracia dorada que toma decisiones en este país (aunque sea en contra de él), en un solo mes, el primero de 2011, los mexicanos se vieron en la penosa necesidad de pagar, y no por su gusto, 631 millones de dólares por concepto de intereses de dicho débito. Entonces, mientras se mantenga esa dinámica de gasto no habrá ingreso que aguante el ritmo, ni país que lo soporte.

Las rebanadas del pastel

La supuesta “gira de trabajo” de Felipe Calderón por tierras imperiales no ha resultado improductiva, como muchos suponen. Por el contrario, ha sido prolífica en chistes, dos de ellos, cuando menos, contados por Barack Obama en primer lugar: “Estados Unidos respetará la soberanía mexicana” y “México tiene un aliado en Estados Unidos”. Pero el inquilino de Los Pinos también contó chascarrillos, como aquel de “los agentes estadunidenses en México permanecerán desarmados”.

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