martes, 29 de noviembre de 2011

México bárbaro


Luis Martínez

Este año se cumplen 100 años de que fue escrito este libro por John Kenneth Turner. Retrata la vida de los mexicanos en el siglo XIX, la forma de vida, la miseria, la opresión. La mayor parte de los mexicanos no sabían leer ni escribir, los trabajadores no tenían derechos; no existían sindicatos; las huelgas estaban prohibidas, incluso se castigaba el intento de pedir aumento de sueldo. Turner hizo dos profecías: México iniciaría una revolución en favor de la democracia y Estados Unidos intervendría para proteger sus intereses. Cuando se escribió este libro había cerca de 30 mil soldados estadunidenses que patrullaban la frontera mexicana y barcos de guerra navegaban en la cercanía de nuestros puertos.

La movilización de tropas fue ordenada por el presidente Taft, al margen del pueblo estadunidense, sosteniendo que no había ninguna violación al derecho internacional. Decía Turner que el objetivo de escribir este libro era alertar a los estadunidenses de que la revolución que se gestaba en México obedecía a causas profundas y evitar que hombres buenos, trabajadores y valientes tuvieran derecho a vivir en libertad; pero, sobre todo, impedir una intervención contra una revolución cuya justicia era indiscutible.

“¿Qué es México?”, se preguntaba Turner. “Llamamos a México nuestra república hermana, la describimos vagamente como una república muy parecida a la nuestra, habitada por gente un poco diferente en temperamento, un poco más pobre, que disfrutaba de leyes republicanas; en síntesis, un pueblo libre en el sentido en que nosotros somos libres.” Pero la gran sorpresa la encontró el escritor cuando descubrió que el verdadero México era “un país con una Constitución y leyes escritas y democráticas como las nuestras”, pero ni la Constitución ni las leyes se cumplían. Han pasado cien años y, toda proporción guardada, hay una distancia brutal entre el país legal y el país real. “En mi primer viaje”, escribe Turner, “fui acompañado por Gutiérrez de Lara, quien me advirtió que en México existía la esclavitud. Tomé mis precauciones para conocer la realidad con mis propios ojos y escucharla con mis propios oídos. Gracias al señor de Gutiérrez de Lara estuve en condiciones de observar y oír cosas que eran inaccesibles para el investigador ordinario. Pude comprobar que sí existía esclavitud en México, la encontré primeramente en Yucatán.

“Los reyes del henequén sostienen que cuanto más barato es el peón mayores son las utilidades para todos. De esta manera el peón se convierte en esclavo. También me explicaron que este sistema no lo llamaban de esclavitud, sino lo denominaban servicio forzoso de deudas, porque la esclavitud es contraria a la ley; por eso le damos otro nombre que no sea contrario a la Constitución. Este negocio, me explicaron”, dice Turner, “llámese como se llame es legal. También me dijeron que era necesario pegarles a los peones, porque no hay otro modo de obligarlos a hacer lo que uno quiere, si no los golpeamos no harían nada. A las mujeres se les obligaba a arrodillarse para azotarlas. Se golpea tanto a los hombres como a las mujeres. No recuerdo haber visitado un solo henequenal en que no haya visto esta práctica de utilizar un pesado bastón para picar, hostigar y golpear continuamente a la gente.”

Resulta muy ilustrativa en el presente la relación tan entrañable que se da entre los presidentes mexicanos y los medios de comunicación estadunidenses; por eso es tan útil volver a la lectura de México bárbaro. Conocer las cabriolas publicistas de William Randolph Hearst, propietario de The Cosmopolitan Magazine. Conocer los negocios de la Standard Oil mexicana, que era dueña de terrenos petrolíferos, tenía en sus manos el mercado de distribución y la venta del petróleo de México.

Este 20 de noviembre recordamos el 101 aniversario de la Revolución Mexicana, escenificado por el Ejército Mexicano. Fruto de una revolución vigente, y nos vemos obligados a recordar la advertencia de Jesús Reyes Heroles de que hay un México profundo, que hay un México bronco. La pobreza y la desigualdad están presentes. La riqueza concentrada por el abuso, acaparada sin ningún miramiento con monopolios vigentes que todos conocemos.

El año entrante tendremos elecciones y no habrá bono democrático, sino lo que encontraremos será la desesperanza y la pobreza que agobia a 52 millones de mexicanos, de los cuales 12 viven en la miseria. La pobreza ha sido un mal endémico del país. ¿Qué hacemos con los pobres? La pregunta de Ignacio Ramírez, El Nigromante, que retoma Julieta Campos en su esplendido libro y que no hemos podido exterminar, ¿qué haremos con los pobres hoy?, sigue siendo una denuncia y una deuda moral. Quien gane la Presidencia el próximo año tendrá que enfrentar bajo la frialdad de los números un gran drama humano, que nos obligará por igual a todos los mexicanos.

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