sábado, 10 de diciembre de 2011

¡Viva López Obrador!, lanzó Zambrano en el acto perredista de registro del precandidato




El entusiasmo en PT y MC contrastó con la seriedad de chuchos y miembros de ADN

Hay que estar con el Peje, ni pedo: Ortega

No puede ser que Morena quiera todo: Camacho


Andrés Manuel López Obrador en el acto de registro de su precandidatura presidencial ante el PTFoto Carlos Ramos Mamahua


Arturo Cano

Periódico La Jornada
Sábado 10 de diciembre de 2011, p. 3


“Una se me rompió y la otra la regalé”, dice René Cervera, quien llega al registro de Andrés Manuel López Obrador en el Partido del Trabajo (PT) sin el águila del Movimiento Regeneración Nacional (Morena) en la solapa, símbolo que portaba por la mañana, cuando el tabasqueño acudió a hacer lo propio en el salón de un hotel, pero con el Partido de la Revolución Democrática (PRD).

Alguien le prendió el águila a la solapa y Cervera, que no milita en el movimiento obradorista y asiste con la representación de Marcelo Ebrard, se quedó con ella quizá para probar que la unidad, esa misión imposible de las izquierdas, está en algo más que los discursos que López Obrador pronuncia en este día de sus tres registros al hilo.

El ex jefe de Gobierno brinda al PRD la cortesía del primero. Pero tras años de desencuentros que no terminan de diluirse, Ricardo Ruiz, encinista y presidente del Consejo Nacional perredista, cree obligado decir: “Licenciado López Obrador, bienvenido a su partido, el partido al que usted pertenece”.

El tabasqueño devuelve la cortesía en el salón de un hotel donde son notorias las ausencias de dirigentes y militantes de Nueva Izquierda (NI) y Alternativa Democrática Nacional (ADN). Los pocos miembros de ambas corrientes presentes en la primera ceremonia del día llevan en sus rostros la frase con que Jesús Ortega resumió el desenlace de las encuestas: “Hay que estar con el Peje, ni pedo”.

Pero la obligada unidad no se traduce, al menos no todavía, en sintonía entre el candidato y las corrientes del partido que hicieron todo para que se desmoronara una segunda oportunidad para el tabasqueño.

Esas caras contrastan con la de Jesús Zambrano, obligada su asistencia en tanto presidente del partido, quien permanece en el salón cuando ya López Obrador ha salido, atiende decenas de asuntos pendientes y se da tiempo para decir que él y su gente organizaron el evento, que no tiene nada de peculiar que el aspirante presidencial no acuda a la sede del partido (como sí lo hizo a las del PT y Movimiento Ciudadano), y que la prueba de unidad ya la dieron hace unos días con la reunión en la que participaron los chuchos mayores: “Fue Andrés Manuel quien sugirió que estuvieran Alejandro Encinas y Ortega”.

Unas horas más tarde, mientras se desarrolla el acto protocolario en la sede de Movimiento Ciudadano (MC), Ricardo Monreal, flamante coordinador de campaña, se sienta al lado de Manuel Camacho e intercambian algunas frases. Luego, Camacho pregunta cómo estuvo el acto del PRD, y tras escuchar explica: “Faltan cosas por acomodarse, las candidaturas y la coordinación de la campaña, pero hay buen ánimo y disposición, todo se va a resolver en una reunión el próximo martes”.

Cierra la breve charla con la frase que dominaba la mañana perredista: “No puede ser que Morena quiera acaparar todo”, dice en referencia a la integración de los órganos de campaña.

Dolores Padierna, la secretaria general del PRD, es la encargada de moderar, y retoma el discurso de la “república amorosa”. Es la única en hacerlo de todos los dirigentes partidistas que hablan durante el día. O no les cae el veinte o tienen sus dudas sobre el discurso de justicia, amor y honestidad.

Padierna cede la palabra para que Jesús Zambrano lance el “viva” impensable hace unas semanas: “La unidad nos hace grandes, victoriosos, y en esa ruta vamos a caminar… ¡Viva el PRD! ¡Viva Andrés Manuel López Obrador!”.

Se suman a los gritos legisladores, funcionarios y dirigentes. Detrás de la raya lo hacen las bases militantes, en su inmensa mayoría sólo de Izquierda Democrática Nacional (IDN) y de Morena.

Hace unos años, en ocasión de uno de los desencuentros con el ahora de nuevo aspirante presidencial, Zambrano juró: “No le volvemos a dar un cheque en blanco”.

Y no hay cheque en blanco. De ADN sólo asiste un representante, y son contados los dirigentes y legisladores chuchos que se apersonan en la ceremonia.

“Hacemos a un lado diferencias y discrepancias del quehacer político; no estamos por el pensamiento único, estamos por la pluralidad”, dice López Obrador, luego de devolver la cortesía y referirse al PRD como “mi partido”.

La candidatura está resuelta, pero la desconfianza sigue. En los pasillos, más de un dirigente perredista comenta que los chuchos van a regañadientes con este candidato y que en la campaña nacional puede reditarse el “dejar hacer, dejar pasar” que aplicaron con la candidatura de Encinas en el estado de México.

“Por eso, aquí Andrés Manuel será uncido, no ungido”, resume un ex funcionario del gobierno de López Obrador en la capital del país.

Las tres corbatas del aspirante

Si todo fuera tan fácil como cambiarse de corbata, los tres registros de López Obrador no tendrían sino esa anécdota: corbata amarilla con el PRD, naranja con el MC y roja con los petistas.

Sin importar el color de la corbata, el aspirante presidencial agradece en los tres actos la actitud “respetuosa e inteligente” de Marcelo Ebrard: “Ante la incertidumbre y el caos se dio el mensaje de unidad y de responsabilidad”.

Desterrada la palabra “mafia” de su vocabulario, López Obrador resume en sus intervenciones su amplio texto titulado Fundamentos de la república amorosa y algunas de las propuestas que ha comenzado a soltar en los últimos días, en sus encuentros con empresarios y entrevistas: una alianza para el crecimiento y el empleo, millones de trabajos en los primeros meses de su eventual gobierno, combate a la corrupción y recorte a la mitad de los sueldos de los altos funcionarios.

También formula de otra manera, tras rechazar se le tache de populista, su consigna de “primero los pobres” de 2006: “Progreso sin justicia es un retroceso”.

En los tres actos hay vivas y aplausos, pero los registros en MC y PT son, diría el clásico, “más enjundiosos”. Los naranjas tienen tambores, banderas y mantas. Los petistas camisetas con un “no se deje apoye al Peje”, fotos de Marx, Lenin y ¡Kim Il Sung!, además de unos murales un tanto distantes con la idea de que, hoy, “ser revolucionarios es ser movidos por el amor al prójimo”.

Es justo en el acto con el PT que López Obrador trae a cuento sus años de corredor de fondo. Acompañado por su esposa, Beatriz Gutiérrez Müller, y sus cuatro hijos, hace el contraste al agradecer a los petistas: “En momentos muy difíciles para nuestro movimiento han estado con nosotros”.

Se va entre abrazos y gritos de apoyo. El comité de campaña sin chuchos tiene sus costos en la banqueta, donde Luis Meneses, notable ex dirigente campesino, cuenta que “como me propuso Morena para una diputación federal, nadie quiere apoyarme”.

A unos pasos está Alberto Anaya, el líder indiscutido del PT, quien en un pase deja solo a Adolfo Orive, quien hace unos días vetó a los precandidatos más cercanos a Ebrard. “Él va solo, pero puede decir lo que quiera, porque hay libertad de expresión”. Las calabazas aún no se acomodan al andar de la carreta, en resumen.

Para dos señoras, rudas militantes de base del obradorismo, que estuvieron mañana y tarde, es lo de menos. “¡Es un honor luchar con Obrador!”, se retoma el grito de 2006. “¡Con ganas, no con hueva!”, reprocha una de las señoras. A ambas se les ha visto en el Zócalo desde 2006, y es curioso que, al parecer, todavía no se creen lo que miran. En la mañana, al ver que el PRD registraba a López Obrador, una le decía a la otra, con voz emocionada: “Te dije, te dije que esto iba a pasar”

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