CNSM: varada en el tiempo
Salario y poder adquisitivo
Ingreso: peor que en los años 30
Carlos Fernández-Vega
Entre los trabajadores que menos ingresos obtienen por su labor están los que se dedican a dar mantenimiento a la infraestructura urbana, como calles y banquetas Foto Francisco Olvera
Salario y poder adquisitivo
Ingreso: peor que en los años 30
Carlos Fernández-Vega
Entre los trabajadores que menos ingresos obtienen por su labor están los que se dedican a dar mantenimiento a la infraestructura urbana, como calles y banquetas Foto Francisco Olvera
La Comisión Nacional de los Salarios Mínimos se quedó varada en el tiempo. Año tras año determina un incremento” –por llamarle así– al mini ingreso totalmente alejado de la realidad social del país, y aún más retirado a lo que establece la Constitución. En 2011 su presidente, Basilio González Núñez, cumple dos décadas en el puesto y en ese periodo el salario mínimo reporta un aumento nominal acumulado de 540 por ciento, mientras que la inflación general reporta un avance, también acumulado, de 700 por ciento, con lo que el deterioro del poder adquisitivo es más que notorio.
Pero el citado organismo no sólo “olvidó” recuperar el poder adquisitivo del mini ingreso, sino que de plano se quedó varado en el tiempo. Por ejemplo, el 12 de julio de 2001 el presidente de la Comisión anunció que “el salario mínimo no desaparecerá, pero es necesario que este indicador deje de funcionar como piso o tope para la fijación de los sueldos contractuales y en la cotización de multas y créditos. A más tardar el próximo 12 de agosto (de 2001) la comisión especial para modernizar el sistema de los salarios mínimos –en la que participan líderes sindicales, empresarios, académicos y otros especialistas del sector laboral– presentará sus conclusiones, que incluyen una recomendación para que de manera paulatina se eliminen las diferencias entre las zonas económicas A, B y C con base en las cuales se paga el mini salario en nuestro país. Uno de los principales objetivos de la comisión será dotar al salario mínimo de una política independiente para que éste no sea más una referencia incluso en la fijación de las percepciones de trabajadores al servicio de los gobiernos locales, estatales y federal” (La Jornada, Fabiola Martínez, 13 de julio de 2001). En ese entonces, el salario mínimo real era de 10.71 pesos, de acuerdo con la estadística de la propia CNSM.
Una década y meses después, el 9 de diciembre de 2011, la Secretaría del Trabajo informó que “los sectores obrero y patronal que integran el Consejo de Representantes de la Comisión Nacional de los Salarios Mínimos (la misma que por dos décadas ha presidido González Núñez), con el gobierno federal, hacen un público manifiesto y acuerdan promover que se realicen estudios que analicen la viabilidad de desvincular la figura del salario mínimo utilizada en las diversas disposiciones legales como unidad de cuenta, base o medida de referencia” (para las multas, pues), es decir, lo mismo que se dijo 10 años atrás. Ahora, el salario mínimo real es de 9.98 pesos, según la misma fuente de información. Para 2012, la CNSM y el llamado consejo de representantes (integrado por representantes de la iniciativa privada y el gobierno federal, más “líderes obreros”) repitieron la dosis: un “aumento” de 2.4 pesos por día al salario mínimo, con lo que el poder adquisitivo del mini ingreso se reducirá aún más, si ello es posible.
¿Cuál es la consecuencia inmediata de decisiones como las descritas? El Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), mediante su índice de tendencia laboral de la pobreza (tercer trimestre de 2011) lo aclara: cada día que pasa es mayor el número de mexicanos que no puede comprar la canasta básica alimentaria con el ingreso de su trabajo. Tal índice permite medir el deterioro del poder adquisitivo del ingreso laboral en el país; un incremento en el indicador es igual a más mexicanos sin acceso pleno a la alimentación.
En su más reciente reporte sobre el particular, con cifras al cierre del tercer trimestre de 2011, el Coneval precisa que en ese periodo el citado índice aumentó 4.7 por ciento anual. Del primer trimestre de 2005 (cuando inició su medición) al tercer trimestre de 2011 la proporción de mexicanos sin posibilidad de comprar la canasta básica alimentaria se incrementó 20.3 por ciento a nivel nacional (29 por ciento en las zonas urbanas, en las que habita 75 por ciento de la población del país). Por el contrario, el ingreso laboral per cápita (descontada la inflación) registra una pérdida acumulada de 22.8 por ciento en igual periodo, o lo que es lo mismo, el ingreso de la mayoría está en el peor nivel desde que se publica el citado índice.
Sobre esta dramática realidad, el Centro de Análisis Multidisciplinario de la Facultad de Economía de la UNAM realiza un ilustrativo ejercicio, cuyos resultados son espeluznantes: en la década de los 30 del siglo pasado, un trabajador mexicano con salario mínimo requería laborar 13 horas para tener acceso íntegro a la canasta básica alimentaria. Veinte años después, en la década de los 50, y para el mismo fin requirió laborar 22 horas.
En la década de los 60 comenzó a cambiar el panorama. Explica el CAM que en ese periodo el trabajador requirió laborar 10 horas para comprar íntegramente la citada canasta; a mediados de los 70 la proporción se redujo a poco más de cuatro horas, de tal suerte que además de la canasta básica alimentaria el trabajador tenía algo de dinero para adquirir otros satisfactores. De la crisis de 1976 en adelante, más la política de “topes” salariales, se revirtió la situación y el deterioro del poder adquisitivo ha sido permanente. Para 1994 el trabajador de salario mínimo requirió laborar 16.4 horas para adquirir la canasta básica alimentaria. Al finalizar el quinto año de Felipe Calderón, ese trabajador requiere laborar 24 horas y 12 minutos para el fin señalado, siempre y cuando tenga empleo.
Como se observa la situación es socialmente explosiva, pero a la CNSM y el denominado consejo de representantes, y todo lo que representan, les vale una pura y dos con sal.
Las rebanadas del pastel
Enrique Peña Nieto volvió a resbalar: no sabe cuánto cuesta un kilogramo de tortilla, tampoco el monto del salario mínimo y falta por ver. Pero no hay de qué sorprenderse, pues el precandidato tricolor no es la excepción, sino la regla. Así es la gloriosa clase política nacional, a la que lo menos que le interesa es conocer cuál es la condición real de los mexicanos que dice representar… Preparaos, mexicanos creyentes, que hoy arriba a México el poderoso grupo de asesores electorales contratado por Felipe Calderón, que no es otro que el organizador de la visita papal al país, la cual se concretará justo en marzo de 2012, o lo que es lo mismo justo a la mitad del proceso electoral. ¡Qué santa casualidad!
cfvmexico_sa@hotmail.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario