Armando Bartra
1. S
i nos cierran la vía electoral con más ganas debemos insistir en la vía electoral. Con tres grandes fraudes comiciales: 1988, 2006 y 2012, la oligarquía nos manda el mensaje de que si de ellos depende la izquierda no llegará al gobierno por elecciones. Nuestra conclusión en cambio es que debemos luchar aún más para abrirnos paso al gobierno mediante elecciones, pues éstas siguen siendo la mejor vía. Para salvar a México se necesitan muchas cosas y una de ellas es un cambio de régimen, dado que mientras gobiernen ellos seguiremos en la ruina. Que hace falta tomar el poder arriba no está a discusión, sí lo está el modo de lograrlo.
2. A la oligarquía le dan más miedo los
reformistasque los
revolucionarios. La mafia se espanta más con los llamados electoreros que con los muy contestatarios, porque los movimientos sociales fuertes y aun los alzamientos armados ocasionalmente la desestabilizan, mientras una opción electoral de verdadera izquierda amenaza su poder político. La insurrección del EZLN en 1994 se zanjó con menos de 40 muertos; la construcción de aquel PRD, a partir de 1989, dejó más de 600 víctimas mortales. En los dos casos el gran operador fue Carlos Salinas, que algo sabe de eso.
3. A la oligarquía la asusta más la intransigente ética de AMLO que sus prudentes planes económicos. Se ha visto en América Latina que el gran capital puede seguir ganando en el marco de un modelo posneoliberal. Pero nuestra cleptoligarquía no acumula por las buenas, sino a costa del erario y los bienes nacionales; es una burguesía latrofacciosa, rentista y parasitaria que necesita vitalmente la impunidad que le da el control del poder político. Un nuevo modelo económico que impulse el crecimiento, chance; una renovación moral de la administración y del país, ¡eso sí no!
4. En México para ganar elecciones hay que olvidarse un poco de las elecciones. En 2006 estábamos mejor organizados electoralmente que en 1988, y en 2012 mejor que en 2006, y en cada ejercicio la izquierda tuvo más votos que en el anterior. Y sin embargo, nos ganaron, con trampa pero nos ganaron. Está visto que con fraudes se derrota cualquier estrategia comicial, de modo que para ganar deberemos intentar una estrategia no centralmente comicial.
5. Para tomar el gobierno primero hay que tomar el poder. Para sacar a la mafia del gobierno hay que quitarle primero su base de sustentación, hay que acorralarla socialmente, hay que cercarla con un estrecho cinturón de poder popular formal e informal. Cuando la mayoría resista las imposiciones, cuando los mexicanos no le crean a Televisa, cuando las corporaciones gremiales pierdan clientela, cuando recibir recursos públicos no signifique sumisión, entonces ganaremos elecciones, no antes. Y al que le parezca cuesta arriba que le rece a la Virgen de Guadalupe.
6. El mayor partido de la izquierda mexicana no es partido, mientras que los que se dicen partido no lo son. Con principios sólidos, programa estratégico, organización nacional, liderazgo y capacidad de lucha Morena es más partido que el PRD, el PT y MC que dicen serlo y tienen registro. Porque la historia enseña que un partido para el cambio es una fuerza social y política organizada en torno a un proyecto nacional y en lucha por materializarlo. Requisitos que cumple Morena, aunque por el momento no haya cumplido los burocráticos que pide el IFE.
7. Para seguir siendo partido Morena debe seguir siendo movimiento. Morena es ya un gran ejército electoral que fue decisivo para conseguir 16 millones de votos en los pasados comicios. Pero, diseñado para las elecciones, Morena tiene que cambiar si quiere convertirse en un gran movimiento de resistencia. Resistencia a la imposición de presidente, de reformas estructurales, de políticas públicas antinacionales; resistencia a todas las agresiones que nos agravian cotidianamente.
8. La energía invertida en registrar un partido es energía perdida por el movimiento. Las condiciones formales que exige la legislación mexicana para obtener el registro como partido político son en extremo farragosas, rígidas y burocráticas, además de que las opera el IFE, de modo que marchar por esa vía puede significar ausentarse de la resistencia. En tal caso tendríamos la paradoja de que cuando Morena hubiera conseguido ser partido formal habría dejado de ser partido real.
9. A los movimientos les haría falta visión de partido, y a los partidos, espíritu de movimiento. Los movimientos sociales son por lo general reactivos y reivindicativos, además de sectoriales o territoriales, y aunque la tengan algunos de sus miembros, como tales, carecen de la visión integral, incluyente y estratégica que caracteriza a los verdaderos partidos. Los partidos electorales, en cambio, tienden a convertirse en aparatos políticos profesionales, burocráticos y patrimonialistas, presentes en las instituciones donde pagan y ausentes de la lucha social donde no pagan. Preocupémonos por el partido si estamos en un movimiento y por el movimiento si (¡Dios no lo quiera!) estamos en un partido.
10. Sin mito no hay utopía. Decía Mariátegui que los pueblos triunfan si tienen un mito multitudinario, y la fuerza del obradorismo está en haber encendido una gran esperanza popular: ganar las elecciones y salvar a México. Nos pueden robar una y otra vez los comicios, no nos robarán la esperanza. Es necesario que la izquierda haga renacer la multitudinaria expectativa que el fraude resquebrajó y que la oligarquía nos quiere arrebatar. Morena debiera proponer a los mexicanos de a pie un renovado plan de salvación nacional; un proyecto generoso con grandes objetivos, rumbo claro y formulación sencilla; un sueño alcanzable, capaz de despertar otra vez el entusiasmo. Con menos no podremos.
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