Bernardo Bátiz V.
U
n libro es siempre una aportación a la convivencia entre las personas a través del tiempo y del espacio, valga la expresión almibarada, pero si el libro, además de palabras e imágenes que transmiten un mensaje, es agradable a la vista y al tacto, se convierte en un objeto digno de conservarse al alcance y a la vista. Esta reflexión la hago porque llegó a mis manos un libro que publican La Jornada y el Gobierno del Distrito Federal, con el título Nueva vida para nuestros mayores.
La edición es impecable, buen papel, abundancia de fotografías de calidad y sólidos textos, todo alrededor de los adultos mayores, mujeres y hombres en la vejez, para no andar con rodeos; las diversas expresiones contenidas en la obra muestran el interés de un gobierno y una sociedad específica, la del Distrito Federal, por ese sector de la colectividad que conocemos genéricamente como
la tercera edad, en el que estoy plenamente incorporado.
Comento varias facetas del libro; la dirección editorial a cargo de Miguel Ángel Velázquez demuestra oficio y gusto, destacan un poema de Hugo Gutiérrez Vega y dos entrevistas referidas a las dificultades y logros del programa para adultos mayores y del instituto para su atención, actualmente dirigido por Rosa Icela Rodríguez.
La edición celebra 10 años del
Programa para adultos mayoresemblemático dice el prólogo de la edición, del gobierno de la ciudad; emblemático porque las tarjetas permiten a los mayores de 70 años primero, y actualmente de 68, sentirse en lo personal reconocidos y útiles, pues aportan al gasto familiar y porque ha significado también una derrama mensual de medio millón de dotaciones para otros tantos adultos mayores, que elevan la demanda de satisfactores primordiales, alimentos, medicinas, enseres, y con ello avivan la economía y son un paliativo a las crisis recurrentes que sufre el país.
En la celebración del aniversario y en la edición del valioso libro, se ve sin duda la mano de la directora del Centro Para la Atención de Adultos Mayores, quien con discreción y eficacia ha estado al frente de este proyecto social. La labor ha ido más allá del programa inicial de las tarjetas; logró atención médica domiciliaria, un convenio con la procuraduría del DF para crear una agencia del Ministerio Público especializada en la atención de adultos mayores, un convenio con el Colegio de Notarios para facilitar testamentos a bajo costo y con cargo a la tarjeta de la pensión, pero principalmente logró una nueva percepción sobre la vejez y ha contribuido al rescate de la dignidad de muchas personas que hace unos años y con el auge del neoliberalismo, eran relegadas como inútiles o como una carga para los demás.
El poema de Hugo se titula
La foto del abuelo, y termina con una nostálgica y bella estrofa:
Aquí abuelo, está la casa, el prado, la higuera de mil años, los caminos. Todo está aquí tan fiel y permanente. Tú ya no estás y estás a tu manera.
Las entrevistas explican la filosofía política que dio origen al programa y al centro; en la primera, con la Dra. Asa Cristina Laurell, pone al tanto a los lectores del trasfondo del proyecto, su sentido humanista de justicia social y relata las dificultades iniciales presentadas por voceros y legisladores neoliberales que se oponían a un programa que rompe las rígidas e injustas leyes del mercado; se olvidaban los detractores del proyecto de apoyo a los viejos que la rectoría del Estado en materia económica debe traducirse en el empleo de instrumentos legales para equilibrar desigualdades y suplir las deficiencias de los particulares.
La otra entrevista, a Octavio Romero, Oficial Mayor del gobierno que encabezó López Obrador, está enfocada a demostrar que se puede hacer mucho cuidando el gasto y evitando aparatos burocráticos excesivos.
En resumen, se trata de celebrar con un buen libro 10 años de una buena causa social, que ha transformado prácticas políticas en el país y ha logrado la felicidad de muchos.
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