Agresiones a maestros
Deslinde de tepiteños
Diálogo con el GDF
Miguel Ángel Velázquez
L
a primera advertencia fue una noche, ya pasadas las 22 horas. Un grupo de vendedores que trabajan en la calle les advirtió que deberían abandonar el campamento instalado en el Monumento a la Revolución; que se fueran antes de que las cosas se pusieran más graves.
El jueves pasado, desde un estacionamiento en Eje 1 Norte empezaron a salir piedras y cohetones que buscaban impactar en cualquiera de ellos, de los profesores que marchaban rumbo al Palacio Legislativo de San Lázaro para protestar contra la reforma fiscal que esa tarde se impondría.
¡No. Pueblo contra pueblo, no!, clamaba uno de los dirigentes de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) a sus compañeros, la mayoría recién llegados del estado de Guerrero. Pedía que no contestaran la agresión y que apuraran el paso para salir de la zona, donde un grupo de personas les hacía caer, también, todos los insultos que guardaban en la memoria.
La ruta que tomaron los profesores para llegar a la Cámara de Diputados no se trazó con el afán de impedir el comercio en la zona, pero las otras vías que pasan por el Centro Histórico de la ciudad están canceladas para esos manifestantes, así que no había más, por eso caminaron por Tepito.
Hoy todo parece indicar que el dirigente que se había preocupado de que pareciera que el ataque a los maestros provenía de habitantes del barrio, se equivocó. Las organizaciones de comerciantes de aquella parte del centro de la ciudad aseguran que ellos no se lanzaron en contra del contingente que marchaba por la calles donde realizan su actividad.
Y entonces, algunas de las voces insertas en la campaña de odio contra los maestros de la CNTE tuvieron que guardar silencio; otras, aún ahora y con la información en la mano, repiten la mentira como para confirmar que lo que hay en contra de los maestros es, simplemente, odio.
Contra eso van los acuerdos, el diálogo que no cesa. El martes pasado, en las oficinas del gobierno de la ciudad, un importante grupo de maestros se reunió con un par de funcionarios de la Secretaría de Gobierno para tratar de hallar algunas vías de salida al conflicto.
Se abordó el caso de los vendedores ambulantes de Tepito, que ya entonces aparecían como un grupo que podría confrontar al contingente de maestros, y que a final de cuentas actuó amparado en aquello de que el barrio es bravo. También se trató lo relacionado con la posibilidad de un reacomodo del campamento instalado en el Monumento a la Revolución.
Sobre ese punto, los profesores aseguraron que habría libre acceso a quienes por sus ocupaciones o sus necesidades tienen que transitar por las calles aledañas al monumento, y todo parece indicar que así lo han hecho, porque han reducido el tamaño del plantón.
Total, sin que se diera como tal, lo cierto es que entre las autoridades y los maestros parece que comenzó una especie de tregua, en la que unos y otros tratarán de evitar cualquier situación que provoque violencia. Que así sea.
De pasadita
Quien no quiera verlo, pues que lo ignore, pero lo cierto es que la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) ha hecho todo lo posible para colar en el Distrito Federal a alguno de los suyos. Cuando menos cuatro quieren meterse; Armando Soto Flores es uno de ellos. Este hombre es doctor en derecho y fue director adjunto de quejas y orientación del organismo. Pesan sobre él una denuncia penal y otra administrativa que datan de 2012, por cobrar al mismo tiempo como profesor en la UNAM y como funcionario en la comisión.
También está Ricardo Hernández, director del programa VIH-sida y derechos humanos en la comisión. Es la segunda vez que trata de llegar a la del DF. La doctora Eugenia del Carmen Chávez forma parte del consejo consultivo de la misma comisión, y el doctor en derecho Rogelio Chávez Moreno fue, hasta enero pasado, director de enlace y coordinación educativa de la CNDH. Así que, al parecer, no hay duda.
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