jueves, 9 de enero de 2014

Unidad estratégica de las izquierdas

Octavio Rodríguez Araujo
E
l senador Miguel Barbosa está llamando a la unidad de las izquierdas y elípticamente se refirió a la reforma energética como un atropello a la nación. En estos propósitos de unidad se está pensando también en una alianza con López Obrador y Morena. Obviamente, esta alianza no será electoral, pues hay impedimentos legales para el nuevo partido que, si bien tendrá su registro en el primer trimestre del año, deberá ratificarlo por sí y para sí en los comicios de 2015. Empero, dicha asociación con otros partidos sí puede darse y sería estratégica para revertir, en lo que se pueda, el mencionado atropello a la nación.
Por su lado, Jesús Zambrano, dirigente del PRD, ha opinado lo mismo: unir a todas las izquierdas, incluidos AMLO y Morena, en la defensa del petróleo para los mexicanos, tema que provocó una relativa ruptura en el diálogo que había en el Pacto por México.
La lucha por la defensa de los energéticos para la nación y en beneficio de la población mayoritaria del país no es sólo programática para las izquierdas mexicanas, sino un tema de principios del que éstas no pueden evadirse. Si algún argumento de oposición les pertenece, entre otros, es el de la defensa de la nación y sus recursos. No se trata de posiciones nacionalistas a ultranza, sino de una simple (¿simple?) defensa de la soberanía del país que obviamente las derechas en el poder y asociadas no están dispuestas a llevar a cabo. Para las derechas la soberanía de una nación no está ni puede estar por encima de los intereses que defienden; negocios son negocios y los problemas sociales y económicos que generen, como el aumento de la pobreza y de las desigualdades, son asuntos que –según ellas– se pueden resolver con programas asistenciales y demagógicos que para muchos significarán el típico algo es algo sin darse cuenta de que se trata de paliativos calculados por el gobierno para mantener un cierto grado de conformismo entre la población.
Gran cantidad de opiniones, incluso en los círculos pensantes de la derecha, coinciden en que las izquierdas son indispensables como contrapeso en el juego democrático. El hecho de que haya opciones distintas al conservadurismo y al entreguismo de los recursos estratégicos del país es saludable y hasta fuente de legitimación de las decisiones que finalmente se adopten, aunque éstas no sean en beneficio de los más. Las izquierdas son las únicas, en este contexto, que pueden ejercer presión para que tales decisiones no pongan en riesgo la soberanía nacional. Si perdemos ésta y le dejamos a las derechas el destino del país corremos el riesgo de que México se convierta, como Puerto Rico, en un Estado asociado de la potencia del norte.
La simple circunstancia de que algunas de las principales empresas relacionadas con el negocio de la energía y el mismo gobierno de Estados Unidos aplaudan las reformas aprobadas en la materia, debería alertarnos del peligro que corremos como país. No es necesario ser Einstein para entenderlo. De aquí la importancia de tomarles la palabra a quienes plantean la conveniencia (diría, la necesidad) de que las izquierdas y otras fuerzas democráticas se unan para evitar que nuestros recursos estratégicos sean manejados bajo estrictos criterios empresariales sin tomar en cuenta sus repercusiones sociales. Nuestra riqueza debe usarse en favor de las mayorías del país y para sacar de la pobreza a millones de compatriotas, no para favorecer a unos cuantos empresarios que quieren ser más ricos de lo que son y, además, dictar las políticas públicas bajo criterios de costo-beneficio.
Quizá haya llegado el momento de mostrar flexibilidad y tolerancia con nuestras izquierdas y posponer aquellos temas que las dividen. Ya sabemos que algunos dirigentes de partidos y de ciertos movimientos sociales tienen sus propios intereses y que intentan llevar agua a su molino, pero aun así la lucha por venir requiere unidad y no mantener la dispersión que los caracteriza. En política siempre hay diferencias, pero hay coyunturas que exigen su posposición para lograr lo que, muy por encima de intereses partidarios y de grupo, es conveniente y necesario para todos los mexicanos y para el país en su conjunto.
La consigna del presente es la defensa de los recursos estratégicos del país para beneficio de los mexicanos. ¿Quién en las izquierdas podría estar en contra de esto?

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