Víctor Flores Olea
lun, 12 may 2014 09:01
Algún amigo e investigador eminente de la UNAM, hablando de la situación prevaleciente en México, sostuvo que su descripción merecida es la de un país que se deshace en muchos aspectos, más allá de que se trate o no de un “Estado fallido”, que a veces es la ambigüa expresión que se utiliza.
Al día siguiente, en un correo electrónico, recibí un texto firmado por Víctor M. Quintana S., extraordinariamente cercano a los análisis que habíamos expresado el reconocido investigador universitario y un servidor. En tales circunstancias, decidí expresar mis puntos de vista en tal dirección pero, al mismo tiempo, echar mano del trabajo de Víctor M. Quintana, profundo y bien escrito (persona a quien supongo no tengo el privilegio de conocer, pero que según se dice en la página que difunde sus trabajos – Alai_AmLatina–, es asesor del Frente Democrático Campesino de Chihuahua e investigador/profesor de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez).
Para Víctor Quintana, Peña Nieto mantendría el mismo tipo de guerra contra el narco que inició hace varios años Felipe Calderón, con la diferencia de un énfasis que hace un tiempo parecía disimulado, pero que ahora hace presencia con toda su fuerza. Para Víctor Quintana la guerra que verdaderamente interesa al círculo presidencial es “la ofensiva que ha desatado en beneficio de unos cuantos y en contra de los derechos de todos”.
Yo lo he expresado recientemente en estas mismas páginas diciendo que la divisa central de gobierno hoy parece ser: “Todo para los que tienen todo y nada para quienes carecen hasta de lo más elemental”.
Nuestro articulista sostiene con razón, para mostrar la manera en que la violencia homicida repunta en múltiples regiones del país, que bastaría con leer la prensa diaria y en especial la información que viene por ejemplo de Tamaulipas, un Estado que se está “pudriendo” por la violencia imperante, y por supuesto de Michoacán, del Estado de México, de Jalisco, de Guerrero, de Chihuahua, cuando menos, en los que el crimen organizado se reacomoda, lucha por nuevos espacios y reanuda o construye nuevas alianzas, para concluir que con el actual Presidente el panorama sigue siendo el mismo básicamente.
De manera fuerte, Quintana insiste en que, en su guerra, a Peña Nieto no le interesa primordialmente imponer las reformas estructurales o constitucionales que tanto ha mencionado, y menos aquellas leyes secundarias que reforzarían su visión. Quintana sostiene que lo que realmente interesa a Peña es “establecer a sangre y fuego la ley primaria, la ley única del beneficio para el dinero”. En este punto, permítaseme diferir un poco de nuestro articulista, ya que precisamente las reformas estructurales y sus leyes secundarias reforzarían el criterio del enriquecimiento para el que más tiene, apartándose tajantemente de cualquier idea de distribución equitativa de la riqueza, que en el terreno de los hechos y más allá de la retórica de los discursos, no parece acercarse ni de milagro a la noción de la política y de la sociedad, y por tanto de la manera de gobernar, que tienen Enrique Peña Nieto y su equipo.
“Por desgracia –sigue diciéndonos Quintana– esta guerra no es metafórica y su cauda de destrucción es más que real: comunidades desarticuladas, medio ambiente devastado, recursos naturales saqueados, empleos perdidos, salarios mermados, prisioneros, muertos, exiliados”.
En esta perspectiva, obviamente se le ha declarado también la guerra a todo lo que huela a patrimonio de la nación. No sólo Petróleos mexicanos (Pemex) sino también la Comisión Federal de Electricidad (CFE), que con las liquidaciones de los artículos 27 y 28 han perdido su carácter nacional y entran hoy a la venta de garaje en que las corporaciones extranjeras las controlarán en su beneficio y no, por supuesto, en el de la nación mexicana. Y para ello Peña Nieto se vale del legislativo mayoritario que ha logrado tiene a través del PRI pero también de su alianza con el PAN y con sectores importantes del PRD.
En otro campo, pero que también se distingue por el esfuerzo presidencial para beneficiarlo, habría que subrayar su empeño en beneficiar el oligopolio televisivo que representan Televisa y TV Azteca, cuyas leyes secundarias, por lo que ha trascendido, limitarán gravemente los derechos a la información y a la expresión y se opondrán tajantemente a la posibilidad de que las comunidades, por ejemplo indígenas y otras puedan expresarse a través de los modernos medios de difusión. ¿Cómo es posible desear en el discurso una reforma educativa seria y mantener en la práctica un par de monopolios de la comunicación que significan la rotunda negativa a cualquier evolución educativa y cultural de México, dignas de ese nombre?
“En el fondo –nos dice Quintana– el interés del grupo de Peña Nieto es el de fortalecer e incrementar el poder del dinero en todos los ámbitos, haciendo que en materia de infraestructura, energética, de telecomunicaciones, turística, salarial”, prevalezca el beneficio de los ricos sobre los derechos de las mayorías más necesitadas. “Así, se criminaliza y se priva de libertad a quienes luchan por defender los derechos humanos y los territorios. Se agrede formal e informalmente a las comunidades y a universitarios que luchan contra el gasoducto que afectará los estados de Morelos, Tlaxcala y Puebla. Se combate a las policías comunitarias de Guerrero que también se defienden de la invasión y devastación por parte de las empresas mineras canadienses”.
Pero además, hay una ofensiva despiadada contra las decenas de miles de migrantes centroamericanos, que son vejados y encarcelados. La economía de las familias recibe también una continua andanada de ataques. Todo el mundo lo ve, menos quienes elaboran e imponen las políticas económicas. El salario sigue en su peor nivel en 28 años; la OCDE señala que el 18.5 de los trabajadores mexicanos no puede subsistir con su salario, el más alto porcentaje de esa organización y que en México es necesario trabajar trece días para comprar una magra canasta básica de satisfactores.
Contra esta guerra globalizada en contra de los derechos sociales de los más necesitados –señala Alain Touraine–, sólo podemos oponer el principio moral que los funda, más allá de toda ideología. Es en torno a esos principios que debe cimentarse nuestra resistencia.
¿México se nos deshace entre las manos? Sí para quienes carecen de lo elemental, la gran mayoría, no para los pocos que lo reconstruyen en la bonanza y en la acumulación de riqueza
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