miércoles, 19 de noviembre de 2014

Sistema descuadrado

Luis Linares Zapata
D
e pronto, sin esperarlo y, menos aún desearlo, a los priístas de nueva estirpe se les descuadró el sistema que creían conocer, manejar y controlar con singular maestría. Las antiguas reglas mudaron su talante y los referentes hay que buscarlos. En este desbarajuste no atinan a formular las debidas respuestas. Las demandas que emergen con furia y desolación son agrias. Los tiempos que hace apenas un rato visualizaban eran calmos. Después de un breve sobresalto por el que se atravesaba vendría el reacomodo y se retomaría el diario quehacer público, como antes. El modelo imperante lo pensaron fácil de usar y predecir hasta que tocaron fondo. Algo muy espeso salió mal, muy mal. Ahora se les ha venido encima un cúmulo de reclamos para los cuales no tienen instalados los reflejos necesarios y las rutas posibles las desconocen.
Los agravios que aquejan a los mexicanos de hoy son muy distintos a los que expresaban con anterioridad. Mucho de los orígenes del descontento y la fatiga colectiva son hechuras de los propios errores, apañes, frivolidades y ausencias priístas, aunque buena parte les heredaron las fallidas administraciones panistas, en especial los dolores, penas, muertes y llantos de los cruentos tiempos del calderonato de trágicos recuerdos. Una vez situado el mal en ese lugar remoto que es la guerrerense Iguala de la bandera, el contorno se habría dibujado por completo: fue un problema local, un aislado caso criminal, diría después. Apresando al autor de todo el desaguisado se encauzarían los asuntos por donde deben fluir las demás escenas: la confesión de parte o el juicio prolongado que se nubla con los meses faltantes. El cuadro se completaría con los pistoleros que el procurador (ese malhumorado saco de mañas hidalguense con su insertada docilidad al poder en turno) aseveró que le restan por capturar. El toque final lo pondría el resultado de las investigaciones austriacas (Innsbruk) apuntando, quizá, a uno o varios de los normalistas. Con este agregado bien podría removerse o extinguir el motivo a las movilizaciones asfixiando la presión actual.
Lo malo del relato así presentado es el cambio de referentes y aspiraciones respecto del actual sistema de reglas y usos. La sociedad ha mudado de pareceres en el tortuoso camino hasta hoy recorrido. No hay tal caso aislado y local. Tampoco es un crimen de narcos idiotas y desmesurados. El Abarca de los telefonazos no contestados y las huidas torpes, con su mujer a rastras, no son un accidente de los perredistas encumbrados. Son, qué duda, un ejemplo terrible de la búsqueda, desesperada e incansable, de candidatos con jugosas talegas al calce. Los votos están en facilona oferta y los postores que puedan comprarlos son deseables, cómodos, aunque, andando los hechos y muchos de sus deshechos posteriores, atosiguen las buchacas donde remeten sus ofensas y ladronerías. Agujeros que, se pensaba allá arriba, eran ilimitadas en su profundidad y temperamento. No fueron tales, pues los límites fueron sobrepasados. Han obligado a los mexicanos a salir a la calle, a rumiar sus corajes y a patear el tablero completo. El desprecio y, más que eso, el torpe descuido por las desapariciones y las vidas perdidas de incontables ciudadanos no han sido ocupación y deberes de las autoridades. No se han diseñado los programas respectivos para capacitar al Ministerio Público y balancear sus responsabilidades encomendadas. Tampoco se han previsto las adecuaciones de ley o la apropiación de recursos necesarios que deberían ser vastos y, por tanto, la capacidad de búsqueda, previsión y castigo de culpables es nula. Hasta el mínimo recuento de casos (que no debían suceder) es algo nebuloso.
El Congreso anduvo muy ocupado en aprobar las famosas reformas estructurales que nunca fueron la real agenda social. Fueron, eso sí, las que impusieron los que saldrían beneficiados: los patrones para precarizar aún más el trabajo y bajar salarios; las trasnacionales de la energía consiguieron el estribo para explotar las ya escasas reservas nuestras y llevarse sus jugosos premios. Las obsesiones de los opositores (PAN y PRD) asimilados con deleite, mediante el artificio de un llamado Pacto por México, concluyeron en un diseño de instrumento masivo que pesará, sin consideraciones que valgan, sobre la hacienda pública. Una enorme burocracia y normas laxas que facilitarán los fraudes y pleitos. Los afanes de control de los maestros y su gigantesco sindicato fue la aspiración, aparentemente satisfecha, de ciertos grupos de poder, pero ayuna de un diseño que incida en un panorama educativo abarcador e igualitario. En fin, se empleó el escaso tiempo y el poco capital político que le quedó a un grupo emergido de elecciones en que muchos votantes fueron coaccionados, a campo abierto, con dinero sucio.
El descuadre no queda reducido al ámbito de la seguridad. El bienestar colectivo hace rato que está bajo asedio continuo. La miseria, la exclusión de las masas, es otro vector que incide en el desajuste. La misma economía, aletargada por los arranques y atorones padecidos, es una locomotora sin vapor, con achaques notables por todos lados. No habrá crecimiento que auxilie como distractor momentáneo. La propaganda, por más intensa que se despliegue, va mostrando, sus limitaciones. No es prudente ni conviene a las elites tanta personalización en tres individuos: el Presidente, el secretario de Hacienda y el de Gobernación. En estas tres estrellas televisivas se condensa la conducción digital de una política virtual. No se han hecho encuestas actuales, al menos no se han publicado. Pero, de seguro, las imágenes tan deseadas y procuradas con enorme gasto y favores, han de estar por los suelos. De ahí, tal vez, no puedan ya levantarse.

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