sábado, 2 de abril de 2016

Los de abajo

 Berta ni murió, se multiplicó
Gloria Muñoz Ramírez
L
a integridad del activista Gustavo Castro Soto está ya fuera de peligro en Honduras, pero la justicia para Berta Cáceres sigue pendiente, por lo tanto se precisa que ahora a él se le proteja en territorio mexicano. Testigo único del ominoso asesinato de la luchadora indígena lenca, las garras de las trasnacionales coludidas con el poder, a quienes las hijas de Berta y el Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras (Copinh) atribuyen el homicidio, seguirán haciendo daño mientras no se les detenga y se haga justicia, algo que no se vislumbra cercano.
No es menor haber conseguido el traslado de Castro Soto a México, luego de haber sido retenido de manera injustificada y anticonstitucional durante 27 días en Honduras, pero ahora se deben redoblar los esfuerzos para exigir el esclarecimiento del crimen del cual él también fue víctima y no sólo testigo. Castigo a los responsables intelectuales del asesinato de Berta Cáceres es un clamor internacional, clave para detener la ola de crímenes que se cometen contra luchadores sociales en Honduras.
Son alarmantes los cuestionamientos que plantea el Copinh y las hijas de Cáceres al Estado hondureño: “¿Quiénes idearon la hipótesis (la única que ustedes han hecho pública), que el crimen contra Berta está relacionado con un conflicto de orden personal o por asuntos internos del Copinh?; ¿qué acciones se han tomado en relación con los funcionarios públicos que fallaron o incumplieron con su obligación de proteger a Berta Cáceres?; ¿qué acciones han iniciado contra policías, fiscales, testigos y otras personas que en las primeras horas del hecho ya habían resuelto el caso, con notorias falsedades, e insistían en acusar a cualquiera con el propósito de generar impunidad y bajar la presión nacional e internacional que el crimen ha ocasionado?, ¿qué acciones han iniciado ante la manipulación de la escena del crimen y del proceso indagatorio que ha sido denunciada públicamente por varios actores, entre ellos la víctima Gustavo Castro?
El Copinh, organización criminalizada por defender los territorios indígenas y los recursos naturales, increpa al gobierno de Honduras con algo sustancial: ¿Cómo se explica y en qué términos está redactado un acuerdo de cooperación entre la Usaid y DESA, la concesionaria del proyecto hidroeléctrico Agua Zarca y principal sospechosa de idear y ejecutar el crimen contra Berta?
Gustavo Castro ya está en México y, como lo dijo en su primera entrevista concedida a Radio Progreso, su sobrevivencia es clave para impedir la creación de miles de escenarios e historias. Esto apenas empieza, pues como dicen los lenca,Berta ni murió, se multiplicó.

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