La política como negocio
Arrecia la violencia electoral
Bomberos encienden el fuego
Miguel Ángel Velázquez
M
ientras las ideas de los candidatos a la jefatura de Gobierno capitalino para lograr una mejor ciudad languidecen, las campañas se consolidan como procesos cargados de violencia, y por ello son cada vez más peligrosos.
Lo peor de todo es que ya no se defienden banderas políticas, menos aún posturas ideológicas. Hoy, en la batalla electoral se pretende proteger el negocio político, la chamba que deja grandes ganancias, y perder eso sí duele, por eso resultan tan enconadas las contiendas. Para muchos, para casi todos, del triunfo o la derrota depende su estilo de vida inmediato: la marca del auto, el chofer, la escuela de los niños, la nueva casa y hasta la ropa que usarán. ¡No es poca cosa!
Y cuando se cae en la cuenta de que la explicación de los actos de violencia nacen del miedo de unos a perderlo todo, parece que hay una respuesta que de cualquier forma no justifica las agresiones de todo tipo que sufren activistas, candidatos, simpatizantes y hasta periodistas que se cruzan en la intención de algunos por no perder la chamba.
Ayer fue un día especialmente violento. La muestra más clara de la descomposición del proceso la ejecutaron, para sorpresa de todos, los miembros del Cuerpo de Bomberos de la ciudad. Guiados por un marchante de la política que hasta hace poco tiempo era el líder sindical, cuyo nombre es Ismael Figueroa, los heroicos patearon e insultaron a un par de periodistas que cumplían con su trabajo.
Apenas pasaban de las 11 de la mañana cuando poco más de un par de millares de bomberos, con sus uniformes puestos, se presentaron a las puertas de la Asamblea Legislativa de la Ciudad de México para protestar en contra de quienes los acusan de haber escenificado un acto ilegal de campaña en favor de Alejandra Barrales. Una conferencia de prensa se preparaba para que los bomberos justificaran, frente a los medios de comunicación, el hecho por el cual se les culpaba de cometer un ilícito.
Figueroa estaba sobre las escalinatas del recinto; él dirigía las consignas que se gritaban. De pronto, Figueroa descubrió a un comunicador. Lo señaló, lo acusó de ser enemigo y la rechifla de los uniformados llenó la esquina de Donceles y Allende. Figueroa pidió que le tomaran fotos; lo seguía acusando. Entonces, un grupo de uniformados rodeó a uno de los reporteros y empezaron los empellones, las patadas y los insultos. Los guardias de la Asamblea trataron de rescatar a los periodistas, pero pese a que también fueron atacados, lograron sacarlos del círculo de golpeadores. El hecho fue condenado por los candidatos a la jefatura de Gobierno, pero a Figueroa no le pasó nada.
Luego, en Coyoacán, territorio de Mauricio Toledo, alguien amenazó con armas de fuego a los brigadistas que hacen campaña en favor de la candidata a la alcaldía de esa demarcación. Días antes, en Iztacalco algunos policías trataron de intimidar a quienes hacían campaña, y ayer se descubrió que gente desconocida trató, sin éxito, de ingresar a la casa de campaña de Claudia Sheinbaum.
En otros lugares, como Cuajimalpa, los brigadistas del PRD han sufrido agresiones por grupos identificados con el PRI; y en Coyoacán, al principio de la contienda electoral, el reportero de esta casa editorial Ángel Bolaños fue agredido por un grupo de golpeadores.
Esa, la agresión a Bolaños y la impunidad de la que se ha rodeado al hecho, seguramente envalentonaron a quienes ahora ejercen la violencia con mayor fuerza, sin temor al castigo. Para nadie es bueno que esto siga sucediendo. Si no se pone ya un alto a estos ataques, muy pronto tendremos que lamentar hechos más graves.
De pasadita
El fin de semana pasado se efectuó un simulacro de elección entre universitarios. Participaron de UNAM, UAM, IPN, UACM, Simón Bolívar y la Autónoma Chapingo. Allí, 70 por ciento de los jóvenes decidieron dar su apoyo a López Obrador, así que el cuento de que la gente joven no ve en él a un buen candidato, seguramente caerá por tierra luego de este resultado. Así son las cosas.
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