Frenados y desplegados // Provocación de ultraderecha // Ironía: miniplantón en vialidad // Porfirio botaría a Ebrard de Morena
o primero que ha de decirse es que no está a discusión el derecho de los ciudadanos mexicanos a manifestarse conforme a sus convicciones políticas. El propio Presidente de la República, quien ha sido un usuario frecuente de formas pacíficas de protesta, aseguró ayer que cuidará y garantizará el ejercicio de las libertades cívicas.
En referencia a los pocos cientos de personas que decidieron acampar en la capitalina avenida Juárez, al no serles permitido hacerlo en la Plaza de la Constitución (lo cual, a juicio de este tecleador, es un error de gobierno que les regala visibilidad y argumentación), Andrés Manuel López Obrador afirmó que ellos deben saber que tienen todas las garantías para manifestarse, que no van a ser molestados, que se van a poder quedar ahí en sus casas de campaña, como nosotros lo hicimos
.
Y, así como antes lo había hecho con el calderonismo promotor de un nuevo partido político, AMLO se permitió darles consejos de perseverancia y congruencia, incluso en el hecho de que los líderes duerman en el propio plantón, como el tabasqueño lo hizo en 2006 (aunque ayer mismo la principal figura de los acampados se retiró de la manifestación de protesta por sentirse mal de salud, según informaron sus allegados).
Planteado lo anterior, ha de decirse también que carecen el grupo llamado Frena (Frente Nacional Anti-AMLO), y en especial su turbio dirigente Gilberto Lozano, de respetabilidad política y cívica, en tanto no son sino expresiones de un aventurerismo de ultraderecha que de manera insistente monta provocaciones en busca de magnificar mediáticamente su radicalizado discurso simplista que denuncia dictaduras comunistas en curso y una catástrofe nacional por culpa del obradorismo al que abiertamente busca derrocar a la brevedad.
Tan desproporcionados son los argumentos de Frena y su tremendista dirigente que no han logrado conjuntar una base social de explícito apoyo, al grado que durante semanas han organizado protestas en automóviles con decenas de participantes o, en el mejor de los casos, un par de cientos de vehículos, de tal manera que la aparatosidad rodante disimulara la muy reducida cuantía de manifestantes.
Al lenguaje ideológicamente a destiempo que usan los frenistas, y a esa desaforada búsqueda de la exaltación confrontacional de su dirigente Lozano (personaje de la baraja política del empresariado regiomontano al que sirvió como empleado ejecutivo, también al servicio durante un tiempo del gobierno de Vicente Fox) ha de sumarse la pública utilización de símbolos e himnos religiosos y rezos en vía pública, en estampas de neocristerismo entre tiendas de campaña de estreno para la ocasión.
Deseosos de instalarse en el Zócalo capitalino, aunque por lo pronto sólo han podido quedarse en una avenida del Centro Histórico, los frenados constituyen un complemento, de faena en calle, de la movilización en desplegado que han organizado antiobradoristas como Enrique Krauze y Héctor Aguilar Camín. No hay simetría intelectual ni política entre ambos esfuerzos, los frenados y los desplegados, pero a fin de cuentas convergen en propósitos.
Un elemento de inevitable ironía histórica es de advertirse en el hecho de que los frenados hayan quedado en una colocación que la derecha satanizó en 2006: el bloqueo de una importante vialidad chilanga. La diferencia está, además de las motivaciones políticas, en el volumen de activistas y simpatizantes movilizados y en el entorno social que, a diferencia de 2006, cuando era ampliamente favorable al obradorismo a pesar de la molestia vial, ahora es adversa al aventurerismo provocador de ultraderecha.
Y, mientras más de 28 mil académicos, profesionistas y ciudadanos en general habían firmado en la mañana de este domingo un desplegado de respuesta a los 650 promovidos por el kraucaminismo, ¡hasta mañana, con Porfirio Muñoz Ledo advirtiendo que botaría de Morena a Marcelo Ebrard y de pasada a Mario Delgado!
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