a libertad de expresión está bajo asedio en México”, afirman personajes como Enrique Krauze, León Krauze, Denise Dresser, Jorge Castañeda y Héctor Aguilar Camín, quienes tienen acceso permanente a las pantallas de televisión, frecuencias de radio y páginas de periódicos y revistas. El chiste se cuenta solo, ya que los organizadores del desplegado Esto tiene que parar
, publicado el pasado jueves, 17 de septiembre, no han sufrido persecución alguna, sino que hoy siguen difundiendo sus invectivas antiobradoristas con la misma libertad de siempre.
El gobierno de Andrés Manuel López Obrador no ha censurado a absolutamente nadie ni tocado con el pétalo de una rosa a las concesiones de los medios de comunicación. Nos encontramos en una situación radicalmente distinta a aquella de sexenios pasados en que los comunicadores, activistas y escritores de la oposición sí fuimos censurados, amenazados y reprimidos.
El desplegado también afirma que López Obrador siembra odio y división en la sociedad mexicana
. Esto es falso. La elevada tasa de aprobación para la labor del Presidente, de 60 o 70 por ciento, dependiendo del ejercicio demoscópico, demuestra que López Obrador ha unido a los mexicanos como nunca en la historia reciente.
El texto de la nueva declaración de guerra contra el gobierno también condena el actual sexenio al fracaso por su supuesto desprecio
a las mujeres, las víctimas, el medio ambiente, los órganos autónomos, el Poder Judicial, la cultura y la ciencia. Estas afirmaciones lapidarias no tienen sustento alguno.
El compromiso absoluto con la paridad de género, el acompañamiento cercano a los familiares de Ayotzinapa y Pasta de Conchos, la prohibición de la fracturación hidráulica, el pleno respeto a la autonomía del Poder Judicial y los organismos autónomos, el giro hacia el compromiso social en el financiamiento para la ciencia y la cultura, así como el combate a la corrupción en todos los ámbitos, demuestran que los profundos cambios implementados por el gobierno actual no implican desdén alguno, sino un compromiso irrestricto con todos estos temas fundamentales.
La crítica y la autocrítica son hoy más necesarias que nunca. Pero un llamado general y abstracto a parar
al gobierno de López Obrador es irresponsable y solamente atiza la polarización que supuestamente se busca aminorar.
Más allá de la diversidad de opiniones totalmente válidas sobre las acciones y las expresiones específicas del gobierno en turno, los ahora opositores deberían celebrar la nueva pluralidad de voces que ocupan el espacio público y también tener la generosidad de reconocer que la democracia avanza con paso firme en muchos ámbitos del escenario nacional.
Ahora bien, sorprende que respetados colegas universitarios, periodistas y artistas hayan aceptado sumarse a un documento tan simplista y reduccionista, un libelo lleno de mentiras y rencor escrito por un grupo de intelectuales públicos que no buscan tender puentes con un gobierno democrático electo por 30 millones de mexicanos, sino dinamitar la Cuarta Transformación. Da la impresión de que a muchos de los abajo firmantes les hace falta diversificar sus grupos de Whatsapp, ampliar su espectro de lectura en las redes sociales y abrirse a puntos de vista diferentes en los medios de comunicación.
El encierro por la pandemia ha limitado los encuentros personales en los seminarios y los pasillos, en los espectáculos y las aulas, en los restaurantes y las calles. Antes estos espacios públicos y comunes facilitaban un intercambio constante entre colegas con perspectivas diferentes sobre el acontecer nacional. Los intercambios informales, los saludos casuales y las sobremesas constantes permitían abrir, modular y cuestionar constantemente el punto de vista propio.
Pero la cuarentena nos ha aislado a unos de otros, sobre todo en el ámbito universitario. Hoy todos los encuentros son programados, virtuales y puntuales. Y la información llega casi exclusivamente por medio de las redes sociales. El resultado es que cada día se afianza más el efecto de la cámara de eco
donde uno sólo escucha las opiniones que coinciden con la propia y se limita a recibir información que confirma lo que uno ya sabe.
Urge romper el encierro ideológico. Los cubrebocas y las caretas no deben nublarnos la vista. Ha llegado la hora de salir de nuestras zonas de confort y remover las anteojeras que, a la manera de caballos de carrera, no nos permiten ver más allá de nuestras propias narices.
El actual proceso de transformación nacional debe continuar, no parar. Y para que ello pueda ocurrir hace falta la participación, activa, crítica y colaborativa, de absolutamente todos y todas.
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