miércoles, 23 de septiembre de 2020

Inquisidores, críticos y profetas


A

costumbrado a responder ataques, con energía y opositora vehemencia, el ahora Presidente no puede despojarse de sus reflejos de antaño que mucho lo distinguieron. Fueron largos, difíciles años de trajinar sin descanso entre penurias, pleitos y desafuero. Muchos de los hoy firmantes, alertando del riesgo que corre la libertad de expresión, formaban gruesas filas, como aguerridos militantes, en rudo combate, para abogar por la continuidad del injusto modelo concentrador. Con desplantes, plagados de epítetos, rebasaban opiniones ante la persona (peligro para México) del candidato y se mofaban de su programa alternativo. Iban mucho más allá de certeras, dignas, agradecidas posturas críticas y se instalaban en plena contienda por conveniencias y, amafiados, acudían en tropel a la reyerta. El insulto y el ninguneo –mesías tropical– pastoreaba con frecuencia arrebatada, ¡acuérdense! Cuántos se burlaron ante lo que apreciaban, sin limitar riendas, de planes y programas juzgados irrealizables, apoyados en mentiras flagrantes, usando sin pudor falsos testimonios hasta de su forma adusta y honesta de vida. Años después y ahora siendo el jefe del Ejecutivo con la mayor legitimidad cierta, le piden, exigen, condenan y hasta amenazan para que cambie sus reflejos que tanto ayudaron a delinear.

Sin duda Andrés Manuel López Obrador (AMLO) seguirá contestando de esa apasionada manera a los numerosos críticos y entrenados opositores que bien conoce y hasta padece. No por ello, y con su empecinada manera, estos adelantados no dejan pasar, ni un solo momento –llevan más de década y media– para lanzar sus indeclinables consejos y terminales sentencias por el alegado mal gobierno. Pero desde hace tiempo, trascendieron a sus propias invectivas para adentrarse en lo recóndito de la compleja persona de AMLO. Y ahí escarban, con fruición digna de siquiatras doctorados (A. Basave) en pos de señas y alertas para mejorar el sustento de sus flagrantes juicios de tecnócratas de la ciencia política. Algunos de estos firmantes del desplegado en defensa de la libertad y la democracia han dado varios pasos delante de los demás: ya se ven y actúan como iracundos inquisidores (J. Sicilia); arropado en su untado cristianismo ilustrado, se desprende de su amor al prójimo para afirmar, abierta y valerosamente que ya no quiere a López Obrador. Lo tacha, sin miramiento alguno, de traidor, tal y como también lo fueron, según su enjundioso rasero precedido con epítetos, todos sus antecesores en el cargo mayor ( Proceso, 20/9/20).

En realidad, el publicitado desplegado, con más de 600 firmantes, es una salida, a coro, de la inteligencia opositora a este gobierno. Buena parte de ellos lo eran desde años atrás, tanto a su candidatura como a su propuesta de modelo alternativo de nación. Sólo que no se habían conjuntado para darse a conocer como eso mismo: defensores de la libertad de expresión que suponen en riesgo. No se exagera si se afirma que también integran un nutrido grupo que ha informado y hasta guiado el pensamiento que nos rigió durante la prolongada noche neoliberal. El haber sido, en determinados momentos, críticos de distintas acciones y comportamientos de anteriores gobernantes no les exime de sus puntuales tareas, desempeñadas con atingencia.

La posibilidad de que los seguidores de AMLO sobrepasen las muchas y airadas respuestas presidenciales, aun las más enconadas, puede, según advierten con alarma ciertos críticos, provocar que corra sangre. No es aconsejable insistir en ese terrible callejón, pero es una alternativa ya instalada en la postura de algunas (D. Dresser). De similar manera, el creciente núcleo de feroces y alocados peticionarios de la renuncia instantánea del Presidente, (Frena) están llevando al extremo las cotidianas sentencias, insultos, posturas y juicios emitidos por buena parte de ese conjunto firmante. Siguiendo una bien conocida práctica desde el incipiente morenismo, han decidido instalarse, en grupúsculo y patrocinado plantón, sobre la avenida Juárez de la capital. Ojalá y su conducta no sobrepase la beligerante actitud mostrada y se concrete a sentones y tomas de calle.

Pensar que, en efecto, se pone en riesgo la libertad de expresión, es volar, sobre cualquier cerca, una simple frase soltada al pasar. Todos los abajo firmantes llevan años de usufructuar esa bien ganada libertad. Lo reprobable, si, en efecto, las hay, sería acompañar las respuestas y desplantes críticos presidenciales, con acciones administrativas ( Nexos) o de gobierno, que hagan pensar en venganzas o castigos. Actitudes inaceptables, sin importar el nivel de procedencias (FCE). Lo cierto, también, es que la polarización que se puede observar en la sociedad no deviene del uso de las mañaneras como supuesta tribuna del insulto y la moralina, sino de la feroz desigualdad que nos distingue. Asunto crucial que AMLO trata, todos los días y bajo distintos medios de mitigar y cambiar.

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