martes, 13 de diciembre de 2022

Lilly Téllez y Hernán Cortés


A

estas alturas es muy difícil que la locutora al servicio (tantos años) de los intereses de Ricardo Salinas Pliego me sorprenda. Su estridencia, su capacidad para el insulto, la orquestación de campañas calumniosas y de linchamientos mediáticos, sus mentiras descaradas son pan casi cotidiano. Sí, es muy difícil que todavía pueda sorprenderme, pero volvió a lograrlo. No me sorprende la profunda ingratitud de la senadora contra quien fue su defensor contra los órganos y la dirección de Morena en 2018 y 2019 (su otrora amigo Ricardo Monreal Ávila); no me sorprenden sus declaraciones contra el feminismo, pues no hay en ellas nada nuevo bajo el sol, nada que no haya dicho antes; no me sorprende que mienta sobre las razones de su renuncia a la bancada de Morena en mayo de 2019, que se debe a su completa incompatibilidad política con nuestros principios y a las reiteradas denuncias de numerosos militantes (me incluyo entre ellos) que la habíamos señalado por las violaciones de los principios y programas que, en su ambición por un bien remunerado cargo de representación popular, ella juró defender en el Senado; no me sorprenden sus obsesivos ataques a las doctoras Claudia Sheinbaum Pardo y Beatriz Gutiérrez Müller. Y bien pensado, tampoco me sorprende que confiese abiertamente su admiración por el otro personaje que da título a este artículo, pues tal admiración es consustancial a la más rancia y racista derecha, de la que ella forma parte.

Entonces, ¿qué me sorprende de la entrevista que este 8 de diciembre publicó un periódico español cercano a la iberósfera neoimperial y sus intereses en México? ¿Quizá la pobreza intelectual de quien se asume como un referente político e ideológico (gulp) de la oposición? Veamos qué es lo que dijo, o qué fue lo que decidió publicar el periódico en cuestión: en su vivienda de grandes dimensiones que se articula alrededor de un jardín cuadrado de impecable césped por donde pasean dos perritos yorkshire. Después de exhibir su ignorancia enciclopédica en materia de teoría política, fue interrogada por sus referentes (textualmente: ¿cuáles son sus referentes políticos?). Respondió mencionando a una científica polaca, a cinco anglosajones y dos o tres personajes más (sobre cuya obra no creo que pueda rendir un examen). Y añadió el comentario que se hizo viral: Me inspira mucho la vida de Hernán Cortés, el espíritu y el corazón de Hernán Cortés.

¿Eso es todo? Me habría encantado que le preguntaran qué es lo que le inspira del capitán extremeño… ¿o acaso sí le preguntaron y el periódico omitió pudorosamente la respuesta? No sabemos, pues, por qué la senadora se inspira en Cortés, pero sí sabemos que suele usar la historia a modo, juzgando desde su particular visión del presente lo poco que sabe del pasado. Quizá podríamos recordarle que Tepuichco, bautizada como Isabel de Moctezuma, acusó a quien la inspira de haberla violado reiteradas veces, y que desconoció a la hija que resultó de esa violación (podríamos inferir de manera antihistórica que habría abortado de poder hacerlo); que esclavizó sexualmente a otras mujeres (no solamente a Marina o Malitzin); y que numerosos indicios lo señalan como el asesino de su esposa, Catalina Suárez. Y eso no se justifica con el traído y llevado argumento de que era un hombre de su tiempo, porque en su tiempo ya eran delitos. De hecho, fue juzgado por el asesinato de Catalina Suárez.

¿Sabrá cuál fue la inspiración de las acciones de Cortés? En su segunda carta, plagada de mistificaciones (https://www.jornada.com.mx/2021/09/07/opinion/020a1pol), escribe oro más de 50 veces y esclavos o sus variantes, más de 20. Y abundan párrafos como este: Hallamos la gente muy descuidada... y tomáronse muchas mujeres y muchachos... y yo estuve dos días en este pueblo, creyendo que el señor de él se viniera a dar por vasallo de vuestra majestad, y como nunca vino, cuando partí hice poner fuego al pueblo.

No sé si la senadora sea consciente de las razones por las que tantos conservadores de ayer y hoy se inspiran en Hernán Cortés, pero nosotros, que sí las hemos leído, podríamos preguntarle en cuáles se inspira ella: ¿considera que los españoles vinieron a liberar y civilizar a los mesoamericanos, que vivían en el neolítico, y a los nómadas cavernícolas? (aunque los neoimperiales y sus voceros criollos corran un pudoroso velo sobre las guerras de exterminio del septentrión). Ese argumento parte de la creencia en una sola religión (y una sola manera de practicarla, como la senadora) y un solo modelo de desarrollo histórico.

¿O quizá cree que sin Hernán Cortés México no existiría? Hace unos 40 años Edmundo O’Gorman refutó esa obviedad: A esa cuenta, los judíos deberían festejar el Holocausto, porque, consecuencia de alcance universal de ese horror, fue el surgimiento del Estado de Israel (https://www.jornada.com.mx/2022/06/28/opinion/019a1pol). O parafraseándolo, siguiendo a Edward Said, los palestinos deberían festejar la ocupación sionista porque, consecuencia de alcance universal de ese horror, fue el surgimiento de la nación y la conciencia palestinas (https://www.jornada.com.mx/2015/01/27/opinion/016a1pol).

Me desdigo: no me sorprende.

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