Lorenzo Córdova, militante Latinus // Trinchera instantánea //Trump: réditos del escándalo // Autoexaltación heroica
unas horas de haber dejado la presidencia del consejo general del Instituto Nacional Electoral (INE), pues el lunes reciente todavía acompañó a la sucesora Guadalupe Taddei a la puerta del salón de sesiones donde asumiría el cargo, Lorenzo Córdova Vianello reconoció su filiación política y su campo de batalla mediática: el portal Latinus, dirigido por Carlos Loret de Mola y financiado por fondos relacionados con el ex dirigente y ex candidato presidencial priísta Roberto Madrazo Pintado.
Latinus nació para confrontar a la administración de Andrés Manuel López Obrador y usa el formato periodístico para servir a los intereses de sus patrocinadores. Es un proyecto político (como Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad, creado por Claudio X. González y ahora delegado a Amparo Casar) que genera información y denuncias para atacar a un flanco político por encargo y filtración de otro; es decir, un periodismo
instrumental, faccioso, confeccionado para abrir brecha al pretendido retorno de los poderes económicos y políticos desplazados o maltratados a partir de 2018 con el triunfo electoral del político tabasqueño.
En otros ámbitos del servicio público, con modalidades diversas, se instruye que debe pasar un tiempo prudente entre el abandono de responsabilidades públicas y la contratación en actividades de índole particular que se refieran a los conocimientos propios de la función pública prestada. Es una conducta necesaria hasta en términos de elegancia política.
Sin embargo, Córdova Vianello ha decidido mostrarse de inmediato como parte del armado faccioso contra el presidente López Obrador, sus políticas y su partido. Lo ha hecho, además, en una explícita continuidad de la mendacidad practicada en los últimos meses de su accidentada gestión, cuando se convirtió en un jugador peleonero y dejó de aparentar el arbitraje
imparcial: destazar
al INE sería el propósito del llamado plan B, escribió Córdova en su primera entrega. Hasta ahora no se ha probado que hubiera sido pronunciado tal verbo en las circunstancias que Córdova invoca, pero para fines de mercadotecnia política suena impactante el uso carnicero del término.
En Estados Unidos, mientras tanto, el ex presidente Donald Trump pelea con denuedo para convertir en éxito electoral lo que en realidad es un episodio judicializable de compra de servicios sexuales luego acallada mediante dinero, para no afectar sus aspiraciones presidenciales de 2016, mediante una serie de triquiñuelas muy al estilo del sabido depredador naranja.
Trump se propone conseguir altos réditos de la fórmula exitosa en los tiempos que corren: el escándalo, la imprudencia declarativa, la vacuidad intelectual y la provocación constante. No importa cuán ruines sean los hechos por los cuales se acuse a uno de estos especímenes, la salida airosa siempre contemplará la autoexaltación cuasiheroica: a Trump lo encausan por actos relacionados con una actriz porno y por las maromas monetarias y documentales que hubo de hacer en busca de ocultar esos hechos a los electores, pero él invoca otras acusaciones en su contra y proclama, viéndose ya como estatua de bronce: el único delito que he cometido es defender nuestra nación. Y enseguida ha desgranado una especie de arranque de campaña con exageraciones, simplismos y alabanzas de su propia capacidad ejecutiva.
Y, mientras el presbítero Alejandro Solalinde ha anunciado, luego de una reunión en Palacio Nacional, que desaparecerá el Instituto Nacional de Migración y entraría en funciones una Coordinación con nuevo enfoque en el que ningún militar estaría a cargo de políticas migratorias, ¡hasta mañana, con el presidente López Obrador asegurando a la única integrante del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI) que el gobierno federal tiene la intención de intentar destrabar
los obstáculos y cerrazón de militares para avanzar en el esclarecimiento del caso de los 43!
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