o se puede entender la sucesión presidencial de 1940 sin asomarnos a su complicadísima coyuntura. Tras el reparto agrario que transformó radicalmente la vida nacional en beneficio de las mayorías, en marzo de 1938 el presidente Cárdenas llevó a la culminación simbólica sus políticas reformistas y nacionalistas con la expropiación petrolera, todo lo cual se había conseguido con el respaldo y la movilización de poderosas organizaciones obreras y campesinas. Una transformación tan radical de la vida nacional había suscitado una virulenta oposición en los sectores afectados o aquellos que se sentían amenazados con el espantajo del comunismo, y que construyeron una oposición de discurso muy violento y en ocasiones, abiertamente fascista, con un poderoso aparato de prensa y propaganda que incitaba al odio.
Además, las compañías petroleras yanquis y británicas se negaban a aceptar la expropiación petrolera y llegaron a financiar una intentona golpista. Londres rompió relaciones diplomáticas. La política exterior mexicana desafiaba a la Alemania nazi, la Italia fascista y la Unión Soviética cuando la guerra mundial estaba a la vuelta de la esquina.
Por eso la nominación del candidato presidencial era tema muy delicado. El recién nacido (o reconvertido en partido de masas) Partido de la Revolución Mexicana revelaría su fuerza y sus debilidades: la fragilidad de la alianza que lo constituía, en la que cabían desde líderes obreros comunistas hasta poderosos empresarios simpatizantes de los fascismos europeos.
Desde 1938 se perfilaron las precandidaturas de los generales Francisco J. Múgica y Manuel Ávila Camacho (MAC), con Rafael Sánchez Tapia soñando colarse si se polarizaba la disputa. No había comparación entre sus trayectorias: frente al impresionante currículo de Múgica, MAC parecía un gris burócrata-militar. Tenían en común la cercanía y confianza de Cárdenas, pero Múgica como amigo y compañero y MAC como leal subordinado. MAC había mostrado durante la guerra cristera un talante conciliador y moderado y, como secretario de la Defensa Nacional, una enorme capacidad de organización.
Tras la expropiación petrolera y la organización del movimiento obrero y campesino en dos centrales de masas combativas, parecía obvio que el presidente y esas organizaciones se inclinaban por Múgica, pero en su cuarto Informe (1938) Cárdenas pidió calma y los partidarios de Múgica lo acataron. Entonces se adelantaron los partidarios de MAC, empezando por los poderosos gobernadores de Veracruz, Miguel Alemán; México, Wenceslao Labra, y Tamaulipas, Marte R. Gómez (operador del influyente ex presidente Portes Gil), quienes en noviembre impulsaron un bloque avilacamachista
en el Senado, que se constituyó en la mansión del corrupto y violento gobernador de Puebla, Maximino Ávila Camacho. Pronto se sumaron otros políticos y militares que se habían empoderado entre 1916 y 1935 y que veían en Múgica una amenaza a sus privilegios. Finalmente, Alemán llegó a un pacto secreto (todavía) con los representantes de la burguesía contrarrevolucionaria y el alto clero.
Ante tal aplanadora, en febrero de 1939 los líderes de las centrales obrera y campesina se sumaron a MAC. Tiempo después, el entonces aparentemente radical líder Vicente Lombardo Toledano (devenido luego en útil palero del PRI) diría que lo hicieron por el miedo a que ante la candidatura de Múgica, que continuaría o incluso ampliaría las reformas sociales del cardenismo, la derecha se levantara en armas y buena parte de los jefes del Ejército se sumara, con el probable apoyo de Gran Bretaña y Alemania y la pasividad estadunidense. Derrotado, Múgica se disciplinó y regresó al servicio activo en el Ejército.
Es decir, que bajo la amenaza de la derecha y del imperialismo y la posibilidad muy real de un golpe militar, Cárdenas sacrificó a su candidato, creyendo quizá que MAC sería un conciliador y no alguien que detendría las reformas revolucionarias y diera un vuelco de timón a la derecha.
Hay muchas similitudes en 2023 con la coyuntura de 1938-40, pero veo dos diferencias centrales: hoy la derecha carece de un candidato que tenga la mitad del carisma y empuje que el de 1940, el general Juan Andrew Almazán y, sobre todo, en aquellos años el mando de las fuerzas armadas lo detentaban poderosos ricoshombres muy activos en política y con intereses particulares, que fueron quizá decisivos para inclinar la balanza en favor de MAC. Hoy veo un Ejército profesional que no interviene en política y ha probado su lealtad al jefe del Estado. Por ello, y sin decir que esta persona es como Múgica, aquesta como MAC y otra como Sánchez Tapia, porque sería un despropósito, más siendo yo historiador, veo que a diferencia de 1940, en 2024 sí hay condiciones para continuar el proceso de transformación. De ahí mi confianza en que la candidatura de una mujer con trayectoria y proyecto de izquierda es perfectamente viable y deseable.
(Los datos y sus fuentes en mi tesis de maestría en historia de México, La construcción del Partido de la Revolución (1928-1945), defendida en febrero de 2000 y publicada en junio del mismo año en un libro colectivo coordinado por Miguel González Compeán y Leonardo Lomelí. Escribí en la introducción: “Vamos pues, a los orígenes de este ente político de cuyo fin –del fin de su monopolio político– parece depender nuestro presente…” http://132.248.9.195/pd1999/273976/Index.html).
Pd: No sólo deben rodar cabezas (no sólo los de a pie) y hacerse justicia por la tragedia de Ciudad Juárez. Se debe revisar nuestra anticonstitucional, injusta y xenófoba política migratoria.
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