Bernardo Barranco V.
P
ara comprender lo que sucede en Egipto, los altos grados de violencia y encono, hay que entender la naturaleza de la Hermandad Musulmana y su histórico rechazo a los valores occidentales, entre ellos la modernidad secular y hasta la democracia. La primavera se está tornando en otoño cruel, cargado de violencia y desmesura. Desde el golpe de Estado y la destitución del presidente Mohamed Morsi, miembro de la fraternidad, la ola de represión y detenciones contra los principales dirigentes y animadores de la Hermandad Musulmana ha sido brutal, en la que destaca la captura de Mohamed Badie, su líder espiritual. Hay un histórico enfrentamiento entre dicha fraternidad y las fuerzas armadas. Ahora en el poder, éstas, a través del gobierno de transición, celebran con triunfalismo anticipado no sólo el debilitamiento de la organización, sino su disolución. El especialista en Oriente Medio Alain Gresh, subdirector de Le Monde Diplomatique y autor del blog Noticias sobre Medio Oriente, declara:
No, imposible hablar de su disolución. Desde su creación en 1920, la hermandad fue prohibida dos veces. La primera vez en 1948 bajo el rey Farouk, y luego entre 1954 y 1973 bajo Nasser. Durante este periodo la represión fue muy violenta: ejecuciones, detenciones masivas, torturas, etcétera, pero no logró eliminar la organización, que se refugia en la clandestinidad. El objetivo del actual gobierno, o más bien del ejército, que es la entidad que realmente detenta el poder, es clara: erradicar la Hermandad Musulmana. El ejército aún puede diezmar el movimiento social, pero no liquidar la organización, a pesar de haber apresado a sus máximas dirigencias y realizado detenciones en masa de militantes. No creo que sean capaces así de acabar con la hermandad de la escena egipcia. Sin llegar al histrionismo del ayatola Jomeini en Irán, el islamismo de la hermandad ha estado presente en todas sus etapas históricas. Una primera paradoja se presenta: la hermandad, movimiento islamista complejo, que cuestiona los valores de la modernidad occidental, rechaza el golpe militar, apelando a los principios de la democracia electoral que le permitió arribar al poder de manera pacífica.
La Hermandad Musulmana nació en 1928 en Egipto, en Ismailia, al este de El Cairo, a orillas del canal de Suez. Fundada por el jeque Hassan Al-Banna, el origen de la organización es sunita y reformista; establece tres grandes metas: liberar al país de la dominación británica; islamizar los valores que mueven la sociedad egipcia y conquistar el poder del país e imbuirlo de los principios islámicos. La historia institucional de la hermandad es compleja y acompaña las vicisitudes del Egipto contemporáneo. La hermandad se forja de una masa de seguidores y de una enorme popularidad mediante el cultivo y la propagación no sólo de los valores religiosos, sino de la organización de actividades sociales y de economía de escala, diseñados para atraer tanto a amplios sectores populares como a la clase media. Son programas de formación, fomento de habilidades económicas como oficios, cajas de ahorro, pequeños emprendimientos y un movimiento de educación popular, diseñado para garantizar la regeneración del Islam pero a nivel de escala, mediante la obtención de una mejoría tangible en la economía familiar de personas de escasos recursos. Guardando todas las distancias del caso, en América Latina los movimientos pentecostales seguirían dicha estrategia. Según diversos especialistas, una de las claves de éxitos del movimiento ha sido la inversión en la formación del profesorado y, por tanto, en la educación básica y media de los egipcios contemporáneos.
Tras la llegada al poder de Mubarak, sus políticas hacia la hermandad oscilaron entre la tolerancia y la prohibición. Aquí la hermandad se convirtió en el mayor grupo político social, organizado en todas las provincias de la república gracias a las actividades tanto religiosas como sociales. A nivel de base, la hermandad se expandió y jugó un papel determinante, sustentado en poderosos gremios sindicales que la llevaron a adquirir fuerza en el Parlamento. Por ello el régimen reprimía y luego toleraba. Esta fuerza social, en cierta manera, contribuye al giro religioso e islámico que el propio Mubarak propicia buscando ganar mayores niveles de legitimidad y audiencia. Con la llegada al poder, la hermandad muestra falta de oficio; su candidato a la presidencia, Mohamed Morsi, gana en segunda vuelta por estrecho margen en junio de 2012. Sus medidas económicas son un desastre, políticamente es intolerante y no incluye a ninguna otra fuerza en la conducción de un gobierno frágil. Muestra rasgos autoritarios; sobre todo, desde el inicio se enfrenta al ejército. En el plano cultural, sectores seculares y las minorías coptas se sienten amenazados. Las mujeres de sectores urbanos y profesionales temen por sus derechos. Después de nuevas protestas en la plaza Tahrir, en El Cairo, finalmente cae el gobierno de Morsi el 3 de julio, vía golpe militar, aprobado por un amplio sector de la sociedad. El ejército recuperó el poder en la persona de su hombre fuerte, el general Sisi. Un nuevo régimen es armado rápidamente, financiado por Arabia Saudita, cuyos líderes se han comprometido a entregar grandes sumas de apoyo financiero al nuevo gobierno de transición.
Las protestas callejeras de la hermandad han desfallecido por la brutal represión a la que han sido sometidas en los últimos días. Ahí está el doloroso saldo multudinario de muertos y heridos el pasado 14 de agosto. Si bien los Hermanos Musulmanes tienen su origen en Egipto, la fraternidad se ha instalado en varios países árabes. Nada menos que en Siria, por lo que es presumible que cuenta con recursos necesarios locales y regionales para resistir los embates. Los Hermanos Musulmanes ( al-ijwân al-muslimûn) es la denominación de un amplio movimiento político-religioso, que sabe cómo sobrevivir a la represión y a la clandestinidad. Por ello seguirá siendo un factor clave en la normalización social de Egipto y la búsqueda de alternativas pacíficas.
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