Los niños de Nochixtlán
Gloria Muñoz Ramírez
S
e conoció de los niños de la colonia 20 de Noviembre, en Nochixtlán, Oaxaca, porque salieron huyendo de los disparos y gases lacrimógenos lanzados por la Policía Federal el pasado 19 de junio. Nadie sabía de ellos y ahora reciben la visita constante de medios de comunicación y de organizaciones de derechos humanos. Su calvario no inició con la corretiza policiaca. El desafío cotidiano es la sobrevivencia en la precariedad absoluta.
Si hay que hablar de reforma educativa –y no laboral– se tendría que estar discutiendo que en prescolares y escuelas primarias como las de la colonia 20 de Noviembre no hay luz eléctrica, ni drenaje, ni pizarrón, ni mobiliario en buenas condiciones. Dos pequeños cuartos con techos de lámina son las aulas a las que llegan todos los días niños y niñas con el estómago prácticamente vacío, o con una tortilla y un café, cuando mucho.
Rafael Pérez es el encargado de la escuela. Aquí, dice tajante,
no hay condiciones para un buen desempeño educativo. Las paredes de block sin pintura, al piso antes de tierra se le acaba de poner concreto, no hay ventanas ni puerta, mucho menos drenaje y baños. El patio es la loma entera en la que se distribuye el asentamiento irregular con viviendas de cartón y lámina en el que habitan 64 familias adscritas al Frente Popular Revolucionario (FPR).
Carecemos de todo lo necesario. Empezando por lo básico, que es la electricidad. No tenemos útiles escolares, un escritorio, un archivero, bancas en buen estado, pero todo esto es menor si se considera que los alumnos llegan con hambre, no tiene vivienda digna, no tienen luz, sufren las inclemencias del tiempo y viven en condiciones deplorables, explica el encargado de las precarias instalaciones sobre las que está prevista la clausura de cursos la semana que entra, en medio de la vorágine en la que se ha sumido Nochixtlán desde hace prácticamente un mes.
La treintena de niños y niñas que corrieron o huyeron en brazos de sus madres de los gases y balas de la policía siguen su vida con miedo. Los medios de comunicación, las autoridades y las organizaciones sociales quieren su testimonio, pero para ellos la vida no cambia. Es tiempo de lluvias y ellos llegan descalzos a la escuela, con el lodo hasta las rodillas, con su cuaderno envuelto en una bolsa de nailon o enrollado en su suéter remendado para que no se les moje.
Aquí damos clases, tratamos de dar lo mejor, pero las condiciones a veces no nos lo permiten. Exigimos que se nos vea, no sólo por la masacre que hizo el gobierno con los maestros y con el pueblo. Exigimos que cambien las condiciones y que el gobierno dialogue en serio. Exigimos que nos traten como personas, sólo eso, finaliza Rafael.
De eso debería tratarse la reforma educativa.
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