lunes, 30 de enero de 2017

Monumentos de la Patria

César Moheno
E
l Centro Histórico de la Ciudad de México es uno de esos 10 lugares de nuestra Patria por los que, siguiendo a las portentosas letras de José Emilio Pacheco, daría la vida. Cuando camino por sus calles, sea muy temprano por la mañana, a la hora del angelus o al pardear la tarde, no puedo sino vivir con admirada alegría el majestuoso esplendor de su traza y de su arquitectura.
En cada una de esas ocasiones recuerdo con gratitud que hace 192 años, el 18 de marzo de 1825, Guadalupe Victoria, primer presidente de México, firmó el acuerdo promovido por Lucas Alamán que dio vida a la primera raíz formal de lo que es hoy la institución garante de la conservación de nuestro patrimonio. Y que casi 114 años después, el 3 de febrero de 1939, se otorgó acta de nacimiento a la institución donde se sentaron las bases de las épocas más fecundas para la antropología, la arqueología, la historia y la conservación mexicanas. Sí, gracias a la innovadora visión de Estado de Lázaro Cárdenas nació la institución histórica que la nación mexicana se ha dado para la salvaguardia de su patrimonio paleontológico, arqueológico e histórico: el Instituto Nacional de Antropología e Historia que en los próximos días cumple 78 años. Así se han hilado los principios que como nación propician la valoración, el conocimiento y el uso social del patrimonio que por generaciones nos hemos legado como mexicanos.
Son esos los motivos por los que me consterna que el 16 de enero de 2017 la Asamblea Constituyente haya aprobado el artículo 23 del proyecto de la Constitución de la Ciudad de México que regula los inmuebles considerados monumentos históricos, y que a la letra dice: En los términos de la ley, el Centro Histórico de la Ciudad de México quedará bajo la responsabilidad directa del jefe de Gobierno por conducto de la autoridad del Centro Histórico, en todo lo que respecta a la regulación urbana, intendencia, mantenimiento, renovación, restauración y conservación de inmuebles y monumentos históricos.
Como tengo por bandera el optimismo creo que esta aprobación se otorgó sólo por las prisas (ésas que a nada bueno llevan) y no por el impulso que le dio la mano que amenaza a las ciudades antiguas con la impactante presión de la especulación urbana que piensa que el dinero es la amplia y única vertiente que ha de llevarnos al futuro. Sea por una razón o por la otra, en ambos casos se equivocan.
Y es que de publicarse formalmente, el texto sería a todas luces ilegal, pues contraviene potestades exclusivas de la Federación establecidas en el artículo 73, fracción XXV de nuestra Carta Magna, donde el Congreso de la Unión consignó decisiones fundamentales que constituyen criterios y principios que orientan la protección de los monumentos y zonas de monumentos arqueológicos, históricos y artísticos que forman el patrimonio cultural de la nación. De allí deriva la legislación que determina que corresponde a la Federación la investigación, protección, conservación, restauración y recuperación de los monumentos históricos y de las zonas de monumentos, en términos de lo establecido en el artículo 2 de la Ley Orgánica del Instituto Nacional de Antropología e Historia; en los artículos 1, 2, 3, 5, 35, 36, 37, 38, 41, 42, 43 y 44 de la Ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicos, Artísticos e Históricos de 1972 y en los artículos 42, 43 y 44 de su Reglamento. Además, en el Centro Histórico abundan los monumentos históricos propiedad de la Federación, y ellos son bienes sujetos al régimen de dominio público de acuerdo a los artículos 4, 6, 50, 62, 64, 78, 79, 81, 82, 83, 84, 103, 104 y 105 de la Ley General de Bienes Nacionales. Todos esos son sólo algunos de los preceptos legales a los que contraviene el ilegal y desafortunado, por decir lo menos, artículo 23 del proyecto de Constitución de la Ciudad de México.
Si se mantiene en sus términos actuales el malogrado artículo, será el momento para que la Secretaría de Cultura ejerza sus flamantes nuevas facultades para que con el Instituto Nacional de Antropología e Historia, el Instituto Nacional de Bellas Artes y el Instituto de Administración y Avaluos de Bienes Nacionales promuevan de inmediato una Controversia Constitucional que impida que la riqueza del patrimonio histórico del Centro Histórico de la Ciudad de México sea de un solo hombre.
Así habremos asegurado la posibilidad de honrar, día tras día, al legado de la cultura mexicana, a los monumentos históricos de la nación y, entre muchos otros de grandes mexicanos, al pensamiento de José Emilio Pacheco cuando escribió: No amo a mi Patria. Su fulgor abstracto/ es inasible./ Pero (aunque suene mal) daría la vida/ por 10 lugares suyos, cierta gente/ puertos, bosques de pinos, fortalezas,/ una ciudad deshecha, gris, monstruosa,/ varias figuras de su historia,/ montañas/ (y tres o cuatro ríos). Sí, así podremos seguir diciendo, en cada amanecer, que daremos la vida por el Centro Histórico de la Ciudad de México.

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