Águila Azteca: no al desfiguro
L
a Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) anunció ayer en un comunicado que
el gobierno de la República otorgará la Orden Mexicana del Águila Azteca al asesor sénior de la Casa Blanca, Jared Kushner, por sus significativas contribuciones para lograr la negociación del nuevo tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC). El anuncio, antecedido por rumores y filtraciones, ha sido recibido con indignación y escándalo por la mayor parte de la sociedad mexicana, porque la única relevancia de Kushner reside en tener de suegro y jefe a Donald Trump, quien ha hecho del insulto y el agravio a nuestro país uno de sus principales y más sistemáticos recursos electoreros.
Es pertinente recordar que esa condecoración, establecida en 1933, tiene como propósito, además de corresponder a distinciones otorgadas por otros gobiernos a servidores públicos mexicanos, el reconocimiento de servicios prominentes prestados por ciudadanos extranjeros a México o a la humanidad; con ella se ha honrado a estadistas, gobernantes, diplomáticos, científicos, artistas y emprendedores de ambos sexos, de las más variadas nacionalidades, de distintas ideologías y posturas políticas y, salvo por lo que hace a las órdenes entregadas en reciprocidad por usos diplomáticos, la lista de condecorados tiene entre sus nombres a protagonistas de la historia como Alejandra Kolontai, Dwight Eisenhower, Eva Duarte de Perón, la reina Isabel II, los reyes Juan Carlos y Sofía, Fidel Castro, Luiz Inácio Lula da Silva, Michelle Bachelet, Nelson Mandela y Edward Kennedy; a creadores de la talla de Walt Disney, Gabriel García Márquez, Alicia Alonso, Plácido Domingo, Augusto Monterroso, Joan Manuel Serrat, Mario Vargas Llosa y Álvaro Mutis; a empresarios como Bill Gates y Pablo Díez Fernández, y a investigadores e intelectuales como Arturo Uslar Pietri, Arnaldo Orfila y el mayista Yuri Knórozov.
Aunque es comprensible que los protocolos diplomáticos hayan llevado a incluir en la orden del Águila Azteca a gobernantes y aristócratas extranjeros olvidables o incluso impresentables, el incluir en ella a un funcionario menor del gobierno estadunidense que mayor hostilidad ha manifestado en contra de nuestro país sería a todas luces un despropósito, una degradación de la máxima condecoración del gobierno mexicano, un grave extravío de la política exterior, una severa ofensa a la sociedad y una repetición, tan deplorable como innecesaria, del acto de sumisión y obsecuencia cometido en agosto de 2016 cuando el entonces candidato presidencial Donald Trump fue recibido con honores de jefe de Estado en la residencia oficial de Los Pinos, por ocurrencia del entonces secretario de Hacienda y hoy canciller, Luis Videgaray Caso.
El hecho de que este funcionario haya entablado una estrecha relación con el yerno de Trump no justifica que se coloque al gobierno de México en una posición tan insostenible como vergonzosa. Sería injustificable, además, que el presidente Enrique Peña Nieto agregara, a horas de entregar el cargo, semejante mancha a su gestión.
Lamentablemente, el anuncio oficial de la SRE coloca al todavía jefe de Estado ante la disyuntiva de dejar sin efecto este despropósito, así se ofendan Kushner y su suegro, o cerrar su sexenio con un severo agravio a los mexicanos. Este diario se suma sin vacilar al clamor social en contra de la segunda posibilidad y exhorta a una rectificación absolutamente necesaria.
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