Indicadores positivos no alcanzan // Áñez: golpista, retorcida y bocona
Carlos Fernández-Vega
P
ara efectos presidenciales, en materia económica el
pronóstico es que nos va a ir bien, porque
hay indicadores que se alinean de manera favorable: más inversión extranjera, más remesas, estabilidad cambiaria, apreciación de la moneda, poca inflación, firma del T-MEC, estado de derecho, combate a la corrupción y piso parejo para todas las empresas, entre otros elementos.
En efecto, tales indicadores muestran un comportamiento positivo, pero son insuficientes para que el crecimiento económico sea favorable. Sin duda, nada fácil resulta intentar arrancar de cuajo un modelo fallido para el país (no así para el grupúsculo de usufructuarios), el neoliberal, que intentó perpetuarse, y a cambio poner en marcha otro incluyente y de gran alcance social.
Aún así, el resultado concreto de la economía mexicana se mantiene en declive, si bien es cierto que el contexto global tampoco es favorable. De hecho, hasta el Fondo Monetario Internacional, que siempre ve las cosas de color de rosa, recientemente ha encendido las señales de alerta ante la eventualidad de que el mundo
recaigaen una crisis de proporciones similares a las registradas en la Gran Depresión, ante la creciente desigualdad y la inestabilidad del sector financiero.
Pero bueno, para el caso mexicano las más recientes cifras del Inegi revelan que en noviembre pasado el Indicador global de la actividad económica (IGAE) apenas aumentó 0.1 por ciento en términos reales, aunque en forma anual registró una caída real de 0.8 por ciento.
Ante tal panorama, el Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico (IDIC) considera que tales resultados
permiten estimar que la economía mexicana se mantiene inmersa en una fase de recesión: siete meses de variaciones anuales negativas y la tendencia de su ciclo a la baja hacen patente la necesidad de instaurar una estrategia de reactivación económica contingente. La información del Inegi es clara, expone el IDIC: el IGAE muestra que la debilidad del sistema productivo es amplia, se profundiza y refrenda la pertinencia de activar una nueva política industrial, pues no sólo representa el único mecanismo para revertir los desequilibrios coyunturales y los rezagos internos acumulados en materia social y económica durante los 40 años recientes, sino que constituye la única vía para enfrentar exitosamente las condiciones que impone el T-MEC y la discrepancia de este acuerdo con el Tratado Integral y Progresista de Asociación Transpacífico (la baja exigencia en materia de contenido regional y nacional choca con los requerimientos del T-MEC).
La debilidad del mercado interno se profundiza, los principales indicadores productivos del sector servicios se siguen alineando a la recesión que desde hace 14 meses enfrenta laactividad industrial del país. Los efectos permean a un mercado laboral estructuralmente precarizado: la pérdida de empleos reportada por el IMSS y el aumento de las condiciones críticas de ocupación lo confirman.
Lo último permite entender por qué el consumo privado exhibió un crecimiento de sólo uno por ciento durante los primeros 10 meses del 2019, ello a pesar de la llegada histórica de remesas, de los programas de apoyo social y del incremento al salario mínimo: todo ello no puede compensar los efectos negativos de una recesión económica, aunque la misma sea moderada. Además, la onda de choque que llega del exterior.
Las rebanadas del pastel
Cínica, retorcida y mentirosa, la golpista boliviana Jeanine Áñez le agarró el gusto al cargo ilegítimo que presume: en diciembre aseguraba:
Si por ahí dicen que yo estaba buscando candidatura a la Presidencia, es una especulación de muy mal gusto, porque yo de mi boca ni en mi pensamiento, ni nada. Nunca lo pensé. No quiero, no sería honesto. Mi meta es llevar a elecciones y se acabó. Yo no quiero ser candidata a nada, a nada. Pues bien: ¡sorpresa!, el pasado viernes anunció su postulación… a la Presidencia en las elecciones del próximo 3 de mayo.
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