l Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA) será una obra muy digna para la mayoría de los mexicanos. Las decenas de miles de visitantes semanales así lo consideran. No hay en él relumbrones ni dispendios. Pero tampoco causará penas ajenas y menos arrepentimientos. Hay, sí, lo necesario y algo más, para servir a los intereses o deseos de los viajeros y para satisfacer las exigencias de transporte en cualquiera de sus modalidades por aire. No será, al menos por ahora, un ambicioso complejo de operaciones ( hub) como pujaban los modernizadores
por convertir al frustrado intento de Texcoco. El AIFA nació sin deuda alguna. Fue financiado con cargo al presupuesto federal y ahorros provenientes de la eficacia en el gasto durante estos tres y medio años.
El AIFA se despliega en un área de más de 400 hectáreas dentro de un enorme espacio reservado de más de mil 500. Este terreno alberga, también, una ciudad militar con todo lo necesario para asegurar su propio funcionamiento y, al mismo tiempo, servir de parapeto para contingencias de seguridad. Los militares encuentran, en este despliegue operativo, habitaciones, hotel, centro comercial y de convenciones y el propio aeródromo. Los marinos tienen ahí mismo escuelas de especialidades propias de su encomienda.
Al aeropuerto se le ha dotado de todo lo que es preciso para un desenvolvimiento eficaz de sus tareas. Ahí se instalaron dos centros de control. Uno para la vigilancia de sus dos enormes pistas de despegue y demás vías complementarias. Todo queda a la vista en enormes pantallas. El otro vigila el movimiento de personas, carga (almacenes incluidos) y objetos (maletas), las que reciben una atención al detalle que lo hará seguro y fluido. Asuntos prioritarios para darle alta categoría conforme se incrementen sus operaciones. Éstas ya contarán con todo el personal capacitado y con la tecnología obligada. Su torre de control es un receptáculo de capacidades que harán de los despegues, arribos y tránsito un continuo eficaz.
No pueden olvidarse renglones básicos: la generación eléctrica o el manejo de combustibles y aduanas. En lo primero cuentan con sobrada instalación para las redundancias, indispensables en áreas sensibles. Se aprovecharon cuatro grandes generadores comprados para Texcoco. Se instaló una granja fotovoltaica de buena capacidad y de completa fabricación nacional. Se diferencia de todas las demás que se han instalado en el país, donde sólo los marcos de aluminio lo son. Lo demás se importa, por carecer de la investigación aplicada indispensable. En cuanto al manejo de combustibles, se diseñó todo un patio de maniobras, tanto para recibir como para cargar lo que los aviones y demás vehículos requieren. Grandes depósitos garantizan el abasto continuo: son tres enormes tanques. Hay uno adicional para el agua. El laboratorio que trabajará en la aplicación estricta y correcta de las normas establecidas está bien equipado y cuenta con el personal calificado. Hasta la estación de bomberos se enorgullece de sus grandes carros para atender incendios o emergencias críticas. Por ahora se tiene la mitad de sus planeadas capacidades pero con facilidad podrán acrecentarlas.
En cuanto al edificio propiamente aeroportuario, el diseño arquitectónico es sobrio y dotado con sobradas facilidades para permitir el flujo, sin contratiempos, de los viajeros de salida o llegada. Esto incluye, claro está, andenes, salas de espera, puentes de conexión y áreas auxiliares: baños que van un tanto más allá de sus normales implementos por atractivos decorados. Aquí cabe mencionar el museo, no sólo de los cientos de mamuts que se encontraron en las inmediaciones del lago de Zumpango. También osos, tigres dientes de sable, caballos, camellos, leones y toros de enorme tamaño. Todo ello, desafortunadamente extinto. Cuenta en las inmediaciones con otro museo: uno del aire, donde se exhiben bastantes modelos de aviones.
No se puede menos que recordar la feroz oposición, que aún persiste, en los medios y por arte de la opinocracia. El cerro donde iban a chocar los aviones, la inexistente planeación del espacio para aproximaciones y despegues. Todo ello se desmorona hasta con estrépito. Seguir con epítetos para categorizar al AIFA como pueblerino, como central camionera y demás críticas cotidianas que se le lanzan, van hollando la credibilidad de sus emisores. Las vialidades internas y hasta su decorado desmienten tales dichos de opinócratas que no lo conocen. En preciso, y en un día cualquiera, con tránsito cargado (una hora máximo), se entronca, desde el Circuito Mexiquense o la carretera a Pachuca, con el nuevo tramo de autopista, totalmente acabada –de concreto, por cierto– que lleva hasta los andenes de llegadas o salidas. Falta el tren que saldrá de Balbuena y la conexión con el Benito Juárez, pero no se ha dejado de trabajar en ello. Esto implica, sin duda alguna, la eficaz actuación del actual gobierno.
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