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sábado, 21 de abril de 2012
La sagrada actualidad de los huicholes
Elena Poniatowska
En la cocina, dentro de la casa de adobe de Karina y Eduardo Guzmán en Las Margaritas, San Luis Potosí, un gran recipiente de caldo aguarda en el piso de tierra a que dos voluntarios lo lleven al campamento de los huicholes. Los voluntarios son unos jóvenes que se acomodan en cualquier parte y sonríen a todas horas.
A las 11 de la noche, nos llega la autorización. Podemos ir al campamento huichol cercano. Llueve, pero no hace frío. Sentados en torno a una fogata, hay varias hileras de bultos humanos acuclillados, hombres y mujeres dentro de sus enaguas.
–Tienen ustedes que decir quiénes son y por qué están aquí.
Manifestamos nuestro respeto, nuestra admiración.
Afuera la lluvia.
Permanecemos de pie. La atmósfera es de reverencia.
Como arrecia la lluvia nos llevan a una camioneta blanca en la que se encerró Felipe Bautista, joven huichol de rostro abierto que habla bien español y da explicaciones a pesar de la gripa que lo ha recluido en el automóvil. Al despedirnos me dice:
–Quiero salir en Televisa.
Considerado uno de los sitios sagrados naturales más importantes, en 1988, Wirikuta fue incorporada a la Red Mundial de Sitios Sagrados Naturales de la Unesco. Quizá este nombramiento sea incomprensible para algunos porque a primera vista ese espacio es árido, agreste.
Lo que muchos no entienden es el milagro de vida que a diario se ve en Wirikuta, los nopales, los cactos son los silenciosos guardianes del camino, dispuestos a defenderse con sus espinas de aquellos que quieran dañarlos. Es más que un desierto como el que invariablemente imaginamos: dunas y arena. Wirikuta es una biosfera única en México, alberga especies de plantas y animales endémicas: el jícuri, como llaman al peyote, los cactos y la gobernadora.
La riqueza mineral de su subsuelo atrajo la atención de la minera canadiense First Majestic Silver que pagó 3 millones de dólares al gobierno mexicano para obtener concesiones sobre 6 mil 326 hectáreas de un total de 140 mil para explorarlo y explotarlo.
Cuenta Petra Puente Córdoba, habitante de Real de Catorce, San Luis Potosí, que cuando la First Majestic Silver anunció que dentro de sus exploraciones mineras llegaría al cerro del Quemado, “alarmó a todos porque definitivamente el trabajo de la mina puede desestabilizar esos sitios sagrados que tenemos en México”.
Las preocupaciones son muchas. El agua que utilizan los habitantes de Real de Catorce y Las Margaritas proviene de manantiales. ¿De dónde obtendrá la minera todo el agua que necesita para operar? Sus métodos de extracción incluyen sustancias que pueden contaminar los mantos acuíferos, dañar la flora y fauna del lugar. No se puede ignorar la necesidad de trabajo; es urgente que salgan de esa pobreza que los tiene asolados, pero, ¿es la minera la solución?
El pasado 7 de febrero, 18 grupos huicholes dispersos y provenientes de distintas comunidades –Nayarit, Jalisco, San Luis Potosí, Zacatecas y Durango– se reunieron en Wirikuta para llevar a cabo una ceremonia especial, en la que pidieron que sus lugares sagrados no fueran dañados con los trabajos de la First Majestic Silver. Son casi 47 mil 620 huicholes y muchos de ellos han migrado y se les puede ver con sus trajes mágicos iluminar las calles de Zacatecas y San Luis Potosí.
Esa noche llovió. Era la primera vez, después de una larga temporada de sequía que el agua del cielo respondía al rezo que levantaban en torno a una fogata. Los dioses respondieron con la lluvia y las primeras gotas hicieron correr y reír de alegría a los congregados. “¡Que vengan a ver que está lloviendo! ¡Que todos vengan!” Las mujeres sacaron a sus recién nacidos pegados a su pecho y presentaron su rostro a la lluvia. Las plumas de guajolote en los sombreros también rieron. No hay un solo sombrero huichol que no tenga plumas. Lo que más abunda en Wirikuta son plumas que dan poder y echan a volar el pensamiento.
En Wirikuta, los marakamés se manifestaron en contra de un gobierno federal que no responde sus demandas. Para él, lo primero es el negocio, no importa que sea a costa de nuestro patrimonio. Uno de los problemas gubernamentales es que los políticos se cierran a las alternativas que el propio país ofrece. Es más fácil decidirse por los negocios conocidos y redituables que invertir en la cultura de nuestro país.
¿En qué podría beneficiar a los huicholes una minera? ¿Les daría trabajo? ¿Combatiría su pobreza? De todos los grupos indígenas de México, los huicholes son los únicos que no se han adaptado a la llamada modernidad que muchos creen que es la salvación de nuestro planeta. Los huicholes no han canjeado su indumentaria por un traje de licenciado ni su morral por un portafolio; sus alimentos siguen siendo los mismos y no han subido en elevador hasta el piso más alto de un rascacielos de la ciudad de México. Santa Fe les parecería otro planeta, un espacio lunar. Ellos no quieren pertenecer, ellos piden no cambiar. ¿En qué consistiría nuestro respeto a su tradición? ¿Sabemos mejor que ellos lo que les conviene? A lo largo de los años, muchos mexicanos sin recursos han decidido ir tras de mejores circunstancias para ellos y para su familia y no han consultado a nadie, mucho menos al gobierno que no ha sabido cómo retenerlos. Por eso muchos atraviesan el río Grande a pesar del peligro. Son zacatecanos (Zacatecas en su totalidad vive de las remesas que envían los braceros) oaxaqueños, guerrerenses. ¿Por qué los huicholes no habrían de saber cuál debe ser su destino? ¿O van a seguir sin cumplirse los Acuerdos de San Andrés en cuanto a usos y costumbres y los pueblos indígenas van a seguir recibiendo un trato aparte?
Los chamanes, cantadores y jicareros, así como las autoridades del pueblo wixárica defienden su zona sagrada, su “Cerro Quemado” y su visión del mundo que para ellos tiene un significado mítico. ¿Para nosotros qué es lo que tiene significado? Vivimos en un mundo en el que las chaquiras son apenas un polvito que brilla, un entretenimiento poético, un ensartar sueños que se disuelven en una cuentita difícil de recoger con la yema de los dedos. ¿Qué puede la fragilidad de estas chaquiras contra las maquinarias que cavan enormes agujeros y dejan a la tierra tasajeada por túneles y pozos en esa búsqueda de vetas de plata?
Soñamos con un país mejor para todos, los huicholes sueñan con que sus tierras sagradas sean respetadas. Hermann Bellinghausen dice que “es en los sueños donde (los huicholes) libran las mejores batallas de sus vidas”.
Para la sociedad en que vivimos todo es desechable, instantáneo. Las grandes industrias reinan sobre la tierra, la explotan y la deterioran, favorecemos estas acciones porque generan empleos aunque sean temporales, sin embargo, ignoramos el daño que le hacen a la naturaleza. Nos acabamos al planeta. Los huicholes, en cambio, lo cuidan, lo consagran.
Es admirable que un grupo de hombres y mujeres, de ancianos y niños, defienda un territorio que está protegido por organizaciones internacionales, como la Unesco, pero nosotros, los citadinos, los hijos del asfalto, ¿hasta cuándo vamos a permitir que las instancias gubernamentales sigan saboteando al país en vías del progreso?
Eduardo Guzmán y su esposa Karina, quienes trabajan con la gente de la comunidad de Las Margaritas, la más cercana al Cerro del Quemado, han impulsado proyectos que benefician a las comunidades y no dañan la naturaleza, como los talleres de herbolaria: “nuestro producto estrella se llama ‘Pomada de cuatro plantas’. Tiene las plantas más abundantes que ve uno en el desierto: gobernadora, sangre de grado, sábila y maguey. Es un proyecto que tenemos con 15 mujeres de aquí de la comunidad”.
¿Cómo va a competir una pomada con una minera?
Las soluciones al problema de la pobreza existen, pero es indispensable que el gobierno se comprometa a apoyar esos proyectos, que respeten los sitios naturales del país. Es importante que el gobierno cuide a los pueblos indígenas que aún sobreviven, porque nos estamos acabando lo que queda de nuestro glorioso pasado.
Los huicholes son uno de los pocos pueblos que conservan sus tradiciones intactas gracias al aislamiento que les brinda la sierra. Dentro de su cosmogonía, todos somos parte del universo. Los dioses, como les llamamos, no son seres superiores a los hombres, sino nuestros hermanos. Su origen está en Wirikuta, ahí celebran la vida. Para ellos existe una trinidad sagrada que da sentido a su vida: el peyote, el maíz y el venado. El peyote es su guía espiritual. Kareli Muñoz Cortés, originaria del Distrito Federal y ahora maestra en Las Margaritas, dice que “este lugar es muy importante porque cuenta la leyenda que aquí llegó un venado que salió del mar, Haramara de San Blas, en Nayarit. Él salió del mar y peregrinó hasta encontrar una tierra fértil para poder sembrar. El venado llegó a Wirikuta, porque aquí encontró una venada, Huirima, la jícara. El venado encontró una tierra fértil para sembrar la semilla de la luz, la semilla del sol, la semilla del maíz. Es una trinidad: el peyote, el maíz y el venado. Son tres y es uno a la vez”.
Cada año, los huicholes hacen una peregrinación hasta el Cerro del Quemado, siguen el mismo camino del venado, avanzan como si fueran a cazarlo. Es un ritual en el que su búsqueda concluye cuando encuentran el Híkuri, el peyote o el “venadito azul”, como también lo llaman. “Con que se coma un gajito, el venado la va a tocar, va a tocar su corazón. Es dejar a un lado la razón y el intelecto y dejarse llevar por el corazón, por lo que nos dice”, comenta Kareli. No caminan por caminar, son una flecha espiritual, tienen una preparación física que les permite llegar a su destino, van en busca del corazón del abuelo Fuego. “El peyote da fuerza, hace valiente al indeciso”. La sacralidad y el misticismo que rodea a los huicholes causa verdadero asombro para quienes desconocemos su cultura.
Los huicholes crean y creen maravillas. Son hábiles artesanos de la chaquira y los bordados. Sus colores brillantes, vivos, alegres aumentan la belleza del desierto, del Cerro del Quemado (origen de la vida, lugar de nacimiento del dios Sol), ahora frágil e indefenso. Los habitantes de Las Margaritas y la gente buena que ayuda a los huicholes desde cualquier parte del mundo, se contagia de su modo de vivir, de sus costumbres y comparten su visión de la vida. Buscan la mejor manera de ayudarlos. Están dispuestos a tejer con ellos una historia favorable para esta ancestral cultura. Los huicholes son conscientes de que su lucha es muy grande, sin precedente pero también saben que “si no honran a sus ancestros ninguna revolución funcionará”. Rezan, danzan, cantan y hacen ofrendas de flechas, jícaras, sangre de toro en agradecimiento a la lluvia, a la siembra, a la cosecha del maíz, a la salud del pueblo y de todos.
Wirikuta hizo su petición, no quiere ser herida. Los huicholes hicieron lo que está a su alcance, levantaron su voz en su idioma, acudieron a los viejos sabios que vinieron hasta el DF, regalaron muchas de las plumas de sus sombreros, muchos aretes y pulseras de chaquiras para que viéramos de cerca que su generosidad y su ingenio crea colores, los entreteje y ahora se dispone a defender sus raíces, su origen y su identidad con su palabra florida y los rombos de su indumentaria.
–¿Qué estamos dispuestos a hacer y a dar el resto de los mexicanos? ¿Cómo vamos a defender lo que nos pertenece y sin embargo hacemos a un lado? ¿Hasta cuándo los funcionarios públicos dejarán de velar por su propio interés para ocuparse de las necesidades del país? Nuestra responsabilidad y obligación es recordarles a los funcionarios que trabajan para nosotros, un país entero, un país en el que cabemos todos, México, nuestro país que carga una maldición de más de cinco siglos: la del despojo y la marginación. Ya es justo que los verdaderos dueños del país, los ancestros, los “espíritus”, los hijos de Nacahue, la diosa de la fertilidad, la mujer más vieja del mundo, recuperen sus recursos naturales y su autonomía.
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