Ariane Díaz
Periódico La Jornada
Jueves 21 de marzo de 2013, p. 15
Jueves 21 de marzo de 2013, p. 15
Aunque en términos de logros tangibles el saldo del movimiento #YoSoy132 fue
pobre, es de esperarse que
como el 68 del pasado siglo, el 132 irá calando en el imaginario colectivo de esta generación y de las próximas, apuntó Armando Bartra.
Al participar en el panel sobre movimientos sociales a propósito del coloquio Participación ciudadana e instituciones. Avances y retrocesos de la democracia en México, en la Universidad Iberoamericana, el sociólogo destacó el valor de la risa, la diversión y la creatividad en el espíritu revolucionario.
Quizá porque nuestra revolución fue una larga guerra con un millón de muertos; quizá porque nuestras mayores huelgas terminaron en represiones, el 68 terminó en un baño de sangre; quizá por eso tenemos una visión necrológica de la rebeldía social y con frecuencia olvidamos su lado curioso, festivo, carnavalesco... Por fortuna los jóvenes están saliendo a las calles en muchos países a bailar y cantar su indignación.
Añadió que
después del primero de diciembre, todo se fue al carajo, el 132, espero que nadie se moleste por ello, anda a los tumbos, entre desfondando y refundándose; vamos a ver qué sucede primero, pero lo bailado nadie se los quita.
Al referirse a los hechos del primero de diciembre, señaló que
en los movimientos sociales hay algo más que cálculo político y a veces las palabras no bastan y hay que poner el cuerpo.
Debiéramos percatarnos, continuó,
de que los movimientos tienen que ver también con el cuerpo y escurren sudor, adrenalina, sangre, y en el fondo es lo que hace invencibles a estos movimientos, como invencibles son las comunidades zapatistas, que a finales de 1993 decidieron, por asamblea, que en vez de morir de hambre, de parto, de enfermedad, de borrachera, de filo, de bala, de humillación, de vergüenza; en vez de morir muertes impuestas por otros, morirían su propia muerte. Ellos eligieron su propia muerte y eso los hace invencibles, pase lo que pase.
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