sábado, 29 de junio de 2013

México SA

SRE: fiesta anticipada
Síndrome de Zaragoza
Fantasmas en la STPS
Carlos Fernández-Vega
N
o es la primera vez que, en materia de acuerdos migratorios, el gobierno mexicano exhíbe su síndrome de la Batalla de Puebla: con bombo y platillo celebraron la victoria en un combate, para poco después perder aparatosamente la guerra, y esto, precisamente, es lo que se vislumbra en el caso del proyecto de reforma migratoria integral aprobado por el Senado estadunidense.
Allá por mayo de 1862 el general Zaragoza jubiloso reportaba que las armas del supremo gobierno se han cubierto de gloria en la Batalla de Puebla, pero un año después, ya muerto el militar, los franceses arrasaron: entraron triunfales a la capital de la República y sin más instauraron el Segundo Imperio Mexicano, con Maximiliano en el trono y Benito Juárez a salto de mata. El gusto les duró un cuatrienio. Y en esa inentendible dinámica patriotera, lo que en México se conmemora es la histórica batalla poblana, cuando tendría que ser el rotundo triunfo republicano en el Cerro de las Campanas.
Pero bueno, siglo y medio después el gobierno mexicano presume que la diplomacia nacional se ha cubierto de gloria, pues el Senado del vecino del norte, tras dar luz verde a la feroz militarización de su frontera sur (la mayor desde el Muro de Berlín), votó a favor de un proyecto (léase bien: proyecto, no ley) de reforma migratoria integral, que suena bien, pero que aún debe pasar por los infranqueables cuan ultra reaccionarios muros de la Cámara de Representantes, en dónde nada ni nadie garantiza un eventual pronunciamiento positivo.
Allí está el proyecto –sólo eso, hasta ahora–, pero antes el gobierno mexicano debió tragarse, sin saliva, la aprobación –esa sí– del Legislativo estadunidense de una ley mucho más agresiva en materia de seguridad fronteriza, que incluye la plena militarización y hace ver muy pequeñito el alcance y dimensiones de aquel Muro de Berlín que tantas lágrimas y sufrimientos –según dijeron– provocaron entre los estadunidenses, es decir, los mismos que hoy aplauden a rabiar la militarización fronteriza.
Lo que el Senado del vecino del norte avaló fue el procedimiento, las posibles normas de una eventual legislación en materia migratoria, entre las que se cuentan elevadísimos requisitos económicos (multas y demás) para que los inmigrantes indocumentados califiquen como candidatos a ser considerados en una suerte deamnistía. Pero es eso, y nada más. Por el otro lado, ya efectivo y concreto, está el programa de militarización fronteriza.
De hecho, la primera señal de que las cosas no caminan en el sentido que ha provocado el júbilo del gobierno mexicano lo puntualiza David Broooks, corresponsal de La Jornada en el vecino del norte (www.jornada.unam.mx/2013/06/28/mundo/026n1mun): el presidente de la cámara baja, el republicano John Boehner, reiteró que el proyecto aprobado por el Senado no será considerado por los representantes, quienes elaborarán una versión propia. Subrayó que ningún proyecto de reforma migratoria llegaría ante el pleno si no cuenta con el apoyo de la mayoría republicana de la cámara. Entonces, los adictos al general Zaragoza deben aprender de la historia, pues falta ganar la guerra.
Brooks apunta lo siguiente: “las declaraciones de júbilo, festejos y ovaciones por el triunfo de este proyecto de ley en el Senado –donde algunos testigos, sobre todo jóvenes inmigrantes corearon ‘sí se puede’ desde las galerías– ahora se estrellan contra la muralla de la Cámara de Representantes, controlada por republicanos que podrían convertir esta celebración en un acto fúnebre para la reforma migratoria en las próximas semanas”.
A lo largo de los años, de esa misma Cámara de Representantes ha salido el mayor número de programas antinmigrantes, leyes condenatorias, persecutorias y violadoras de los derechos humanos en contra de nuestros paisanos. No sería esta la primera vez que el adelantado júbilo gubernamental termine en rotunda frustración e impotencia, que el gozo se le vaya al pozo y que los gringos simplemente le aprieten las tuercas, como de hecho ya lo hicieron.
De cualquier suerte, lo anterior no amilanó la alegría del gobierno mexicano, quien, por medio de festivo comunicado de la Secretaría de Relaciones Exteriores, sostuvo que la aprobación de una reforma migratoria tendría el potencial de mejorar las condiciones de vida de millones de mexicanos que viven actualmente en Estados Unidos, generaría un ambiente más favorable para su desarrollo y el respeto a sus derechos, así como para potenciar sus significativas contribuciones a las comunidades donde residen.
Bien, pero al margen dejó que la obligación de mejorar las condiciones de vida de millones de mexicanos es del gobierno nacional, y que si la paisanada crece y crece en el vecino del norte es porque aquí tales condiciones son verdaderamente deplorables. De allí la permanente búsqueda de alternativas en el extranjero. Sin duda, habrá muchos connacionales que por decisión propia hicieron maletas y se fueron a vivir a otros países, pero en el caso del grueso de los emigrantes mexicanos la carencia de oportunidades, el hambre y la situación interna los obligaron a buscar la vida en el dorado norte para mejorar, aquí, el nivel de bienestar de sus familias. Dicho sea de paso, tampoco tiene calidad moral para quejarse, pues el mismo trato inhumano otorga a los centroamericanos con el mismo objetivo.
Entonces, mejoren sustancialmente las condiciones internas y no pocos paisanos regresarán a su tierra, evitando así constantes frentazos diplomáticos y fiestas adelantadas. Parte del problema es que el gobierno mexicano parte de supuestos equivocados. Por ejemplo, el que ayer planteó el festivo canciller José Antonio Meade: hizo votos por que en la reforma migratoria que se discute en el Congreso de Estados Unidos impere una visión compartida y tome en cuenta la intensa relación comercial que existe con México (La Jornada, Georgina Saldierna), pero con los vecinos del norte así no funcionan las cosas.
A esperar, pues, lo que suceda en la Cámara de Representantes, pero nada apunta para un triunfo marca Cerro de las Campanas.
Las rebanadas del pastel
Si de cerrazón, hostilidad y muros se trata, allí está Minera Frisco, de Carlos Slim, que pretende resolver el conflicto laboral en la mina El Coronel, Zacatecas, con presión política, a golpes y sin diálogo. Mientras, el secretario del Trabajo, Alfonso Navarrete Prida, recibe a todos, menos al sindicato minero. Los fantasmas de Francisco Salazar Sáenz y Javier Lozano ríen a sus anchas y cómodamente se pasean por la STPS.

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