Los arriba adquirentes
Raúl, el hermano insolente
Todo se reacomoda
Compras electorales
Julio Hernández López
JÚBILO EN EL POLI. Raúl Salinas de Gortari entre el público del auditorio del IPN, durante la firma de un convenio con la empresa IUSA. En la imagen, gritan un huelum, la tradicional porra politécnica Foto Francisco Olvera
L
a fotografía de Francisco Olvera, en La Jornada, muestra a un Raúl Salinas de Gortari exultante, combativo, victorioso. Está en un auditorio de los centros de educación pública de mayor respetabilidad, el Instituto Politécnico Nacional, y celebra la firma de un convenio entre éste e Industrias Unidas SA, IUSA, fundada por Alejo Peralta Díaz y Ceballos, una de las tantas empresas privadas que se han beneficiado del entretejido de intereses entre los gobiernos y los grandes capitales. Un mínimo recato hace que, al menos en la gráfica mencionada, el hermano del ex presidente de la República evite extender a todo lo largo el brazo celebrante, como sí lo hacen quienes le flanquean. Raúl mantiene ese brazo a media altura, pero eso sí, con la diestra empuñada en señal de fuerza y empuje.
La presencia de Salinas de Gortari en el IPN se da el mismo día en que la Secretaría de Educación Pública anuncia que 709 mil 824 tabletas electrónicas serán adquiridas a IUSA medición y a Synnex de México para ser repartidas entre alumnos de quinto grado de escuelas primarias bajo operación gubernamental. El fundador de IUSA, Alejo Peralta Díaz y Ceballos, fue director del IPN y padre de Carlos Peralta Quintero, actual directivo de la firma. Por cierto, la nieta de éste, Loreto, hija de Carlos Peralta del Río y Greta Jacobson, hizo el papel de Maggie en No se aceptan devoluciones, la cinta dirigida por Eugenio Derbez.
El hermano insolente (que forma parte de una conocida colección formada por dos personajes de similares características sustanciales, aunque con expresiones y matices distintos) tiene razón para ese júbilo, pues está libre a pesar de los abundantes indicios delictivos en su contra (fue procesado bajo acusaciones de homicidio y de enriquecimiento ilícito), técnicamente ha sido exonerado hasta de faltas que hubiera cometido en alguna vida anterior, le han ido devolviendo propiedades inmobiliarias, cuentas bancarias y otras riquezas, y lleva largos años de glamorosa reinstalación en la vida de la llamada
alta sociedad, invitado habitual a fiestas y reuniones de élite, y ahora llegado con el puño en alto al mismísimo Poli.
La estampa del político y empresario que salva su fortuna inexplicablemente habida y se reintegra con amplias sonrisas a la vida social, así sea solamente la de las cúpulas, debería ser suficientemente inspiradora para quienes hoy se angustian en sus asientos ejecutivos a causa de las reglamentaciones de nueva toma de control que el cesarismo priísta trata de imponer a sus aliados descarriados que en la docena panista de falso presidencialismo creyeron estar por encima de los poderes estatales y ahora están siendo reconducidos al redil de la prosperidad políticamente condicionada.
Colocados en el centro del remolino de reformismo gatopardista, Carlos Slim Helú y Emilio Azcárraga Jean (junto con otros multimillonarios en presunto riesgo porque algunas porciones de sus fortunas pudiesen ser
redireccionadas) deberían apreciar el ejemplo del perseverante Raúl, cuyo mensaje de fondo es que, más allá de preponderancias, dominancias, leyes secundarias y otros ingredientes complicados que han sido puestos de técnica moda de temporada, las cúpulas acaban conservando sus haberes y que todo se reacomoda conforme a los intereses básicamente compartidos (el mismo salinismo, a pesar de las versiones de distanciamiento o confrontación con Los Pinos, a causa de negocios por venir, sigue viento en popa, no sólo con Raúl como buque estrella de la impunidad, sino con otras posiciones y expectativas políticas consentidas por el peñismo).
Hoy puede protestar Telmex (la empresa cedida tan ventajosamente por un Carlos a otro, que mantuvo un monopolio de décadas y permitió la irrupción de un líder mundial de acumulación de capital en medio de un país de creciente miseria), porque las iniciativas de leyes reglamentarias en materia de telecomunicaciones le sean desfavorables en aspectos menores en lo operativo de lo que ya tiene y se le cierre la puerta o se le posponga para la adquisición de una cadena nacional de televisión abierta (acaso porque Los Pinos quiere favorecer a una opción hispano-toluqueña oportunamente formalizada). Pero Slim ya fue el favorecido de sexenios anteriores y naturalmente puede entender que en las nuevas tandas les toquen papeles estelares a otros actores. Para todos hay y seguirá habiendo, pero formaditos y sometidos a las reglas del poder autoritario restaurado.
Ellos son los arriba adquirentes (en contrapartida de los abajofirmantes de desplegados de críticas y denuncias). Y seguirán adquiriendo y conservando poder mientras se mantenga el esquema de constitución de los poderes públicos a partir de partidos políticos pactados, de elecciones organizadas y calificadas por órganos distorsionados (el IFE, ahora con su nueva etiqueta de INE, y el igualmente faccioso tribunal electoral) y de acuerdos de cúpula a los que ni cosquillas hacen los esforzados actos de malabarismo entre legisladores que celebran la aprobación de nuevas prohibiciones para los vicios electorales de siempre, las prácticas de defraudación en comicios que siempre van por delante de las reglamentaciones circunstanciales que solo tratan de aparentar que las cosas cambiarán.
Gran logro, dicen en las cámaras, que ahora y a partir de la generosa voluntad del ocupante de Los Pinos (justamente llegado al poder mediante actos de abuso como los que ahora se dice que se pretende impedir, claro, para futuras citas en las urnas), llegue a ser causa de anulación de comicios la
adquisición, y no la
compra, de espacios mediáticos para promoción electoral. Temblorosos han de estar los mapaches operativos, cibernéticos, financieros y propagandísticos ante tan fieras restricciones.
Y, mientras se ha establecido la comisión senatorial que indagará el caso de corrupción transexenal y multipartidista etiquetado como Oceanografía, con Arely Gómez, impulsada al escaño desde Televisa, como presidenta, ¡hasta mañana!
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