jueves, 25 de febrero de 2016

Ciudad Perdida

Los factores de la influenza
Yerros en materia ambiental
Las cifras no mienten
Miguel Ángel Velázquez
L
os resultados de un clima muy agresivo en contra de quienes no estamos acostumbrados a esos embates, como sucedió a finales de enero, y persisten ahora –faltan 20 frentes fríos–, se convierten en enfermedades del aparato respiratorio, y cuando a eso se le agrega un medio ambiente sucio, como el que hemos padecido estos días, el asunto se convierte en un daño que a veces mata, pero que casi siempre lleva al enfermo a la postración: la influenza.
Es muy difícil, imposible, evitar el temporal; si acaso, los anuncios que hablan de la fuerza de la naturaleza en esos tiempos deberían tener mucha más difusión de la que se tiene. Eso podría dar mayor certeza a la gente que no se prepara debidamente para enfrentar esos fenómenos climáticos, pero lo principal es que no es posible evitar que el clima se presente con toda su crudeza, como hizo este año.
Podríamos, entonces, lanzar un abnegado ni modo; pero no es sólo el clima, hay más. Las condiciones del aire que respiramos, que sí se pueden cambiar, están sujetas, hoy por hoy, a los caprichos de funcionarias cuyas decisiones se reflejan en las calles de la ciudad.
En muchas ocasiones hemos dedicado este espacio a señalar que las decisiones de la señora Tanya Müller, secretaria de Medio Ambiente, han hecho que el aire de la capital esté sucio, que la gente respire todos los elementos que ensucian nuestra atmósfera, y que ello nos lleve, desde luego, a ser mucho más vulnerables a los cambios climáticos, es decir, más susceptibles a sufrir los daños que impone el temporal y que propician las medidas de la funcionaria, que por decir lo menos, y frente a los resultados de su gestión, ha fracasado.
Ahora son los estudiosos universitarios quienes señalan que el nuevo Reglamento de Tránsito sólo ha servido para empuercar más el ambiente capitalino. No se puede culpar al jefe de la policía, Hiram Almeida; nadie esperaba nada inteligente de su parte, pero muchos creyeron que la señora Müller podría ser quien trabajaría por mejorar las cosas del clima en las calles de la ciudad. No fue así.
Para empezar, decidió, en bien del ciclismo impune, reducir el ancho de muchas calles de la ciudad, con lo que el tránsito se hizo más lento, y con ello la emisión de contaminantes al aire tuvo que aumentar necesariamente en los puntos donde se acortaron las calles. Ahora, aunque resulta obvio que bajar la velocidad ha conflictuado el tránsito, no es capaz de emitir un juicio real sobre el asunto.
El discurso con el que se ha tratado de hacer menos costosa, en términos políticos, esa medida, no resulta tan real si le ponemos cifras. Según datos oficiales, en la ciudad circulan 2 millones y medio de vehículos con placas de esta capital, pero sobre las calles ruedan en total 5 millones y medio de automotores, y un número importante con placas de Morelos, estado de México y Puebla, principalmente, que no pueden ser sancionados. Sus placas no están en el archivo de la ciudad, así que de nada sirven las fotos y, sabedores de esto, los que manejan circulan a la velocidad que mejor les conviene.
La diferencia entre quienes pueden ser sancionados y los que no pueden ser identificados, ni multados, es de 3 millones en favor de los últimos, así que, aunque se persiguiera a quienes, por ejemplo, atropellen a alguien, el asunto sería mucho más tardado, y claro, complicado, en caso de que se investigara, por lo que el asunto del salvamento de vidas no resulta muy convincente.
Lo que sí es cierto es que el aire está cada vez más cochino, que las enfermedades tienden a tener mayores cifras de víctimas, y que la secretaria de Medio Ambiente, la señora Müller, cada vez es más indolente ante el problema. Ni modo.
De pasadita
No hace tanto, como para que la memoria no tenga fresco que Arne aus den Ruthen Haag fue quien creó un grupo de represión en la delegación Miguel Hidalgo, al que llamó Robocops, que se convirtieron en azote de quien se atrevía a protestar en contra de las autoridades. Con la prepotencia que lo caracteriza mandó al carambas a quienes lo criticaron. Hoy es víctima de otros que, como él, hacen lo que se les pega la gana, montados en esa misma prepotencia.

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