Jesuita peronista engullido por el PRI logra salir vivo de México |DESFILADERO
Por: Jaime Avilés (@Desfiladero132)
19 de febrero 2016.- Veinticuatro horas antes de la llegada del papa Franciso I, la ciudad de México fue tomada por el Ejército. No en su totalidad, por supuesto, sino en las regiones donde transcurrirían las actividades del sumo: el Centro Histórico, la delegación Gustavo A. Madero, el perímetro de la Nunciatura, el entorno de las avenidas por las que se desplazarían los diversos papamóviles y las líneas del Metro.
Como inspirados en el diagnóstico de Edgardo Buscaglia (“México ya es un objetivo militar del Estado Islámico”) los Miguelángeles (Mancera y Osorio) de Peña Nieto fortificaron las zonas estratégicas mencionadas, echando mano de soldados, marinos, policías federales y demás, empleando no sólo hasta la última valla metálica de Segob y GDF para controlar o desarticular a las multitudes, sino también los blindados que tiene el Ejército para detonar bombas que no pudiesen ser desactivadas in situ.
En las antevísperas del aterrizaje del Papa, Corea del Norte lanzó un par de cohetes dizque nucleares, China presentó en sociedad una bomba que Moscú adjetivó como “la pesadilla de Estados Unidos” y Rusia dio a conocer que hizo una réplica exacta del Titanic, seguramente para destruir el mítico iceberg de Hollywood.
Estos hechos inquietantes del panorama político internacional, sumados a la debilidad del dólar, la devaluación del oro y del petróleo, los intentos de Rusia y China para imponer una nueva moneda que sea patrón mundial de referencia, más la guerra que desde Siria involucra cada vez a más países, ejércitos y grupos lingüísticos, si en algo coinciden es en desafiar el predominio de Estados Unidos como amo y señor del universo.
En medio de una crisis económica planetaria, cuyas característica más notoria es el estancamiento, el capitalismo globalizado necesita un nuevo pistoletazo de Sarajevo paraformalizar una tercera guerra mundial que empezó a gestarse tras la caída del Muro de Berlín y la disolución del bloque soviético. Vistas así las cosas, lo único que no podía suceder en México era un acto terrorista de alto calibre durante la gira del che Bergoglio.
Imagino que, en el esquema de “seguridad” de Mancera y Osorio, participaron, mucho más de lo que cabría suponer, las fuerzas armadas y las agencias de espionaje de Obama. La diplomacia de la única organización más temible que el Estado Islámico —el Estado de México— aprovechó las vísperas para dar su espaldarazo a la derecha de Venezuela en la persona de Lilian Tintori, esposa del caudillo guarimbero Leopoldo López, tal como ya lo había hecho, en Argentina, el presidente ultraderechista Mauricio Macri (una especie de Bronco, igual de corrupto, igual de autoritario, igual de estúpido pero con mayor capacidad de destrucción).
Esperado irracionalmente como hacedor de milagros por la izquierda laica, o como escudo protector por las organizaciones defensoras de derechos humanos (incluidos los grupos que apoyan a los padres de los 43), acompañado por los ojos de la prensa europea que, hasta donde sabemos, no publicó sino lugares comunes, Francisco I, rey de la cristiandad, fue recibido en el aeropuerto Benito Juárez por Enrique Peña Nieto, líder espiritual del narcotráfico, y engullido por los poderes fácticos que, además del PRI, cogobiernan en México: la iglesia católica y Televisa.
Como en la época de Luis Echeverría, el ballet folclórico de Amalia Hernández hizo de las suyas al pie del avión y le puso el inevitable sombrero de charro. Peña Nieto le presentó, en primer lugar, a los cardenales y obispos (que el visitante ya conocía), y después a los miembros de su gabinete terrenal, estableciendo una jerarquización que, al final de la visita, colocaría en el portal de la Presidencia de la República y de casi todas las secretarías de Estado, el escudo del Vaticano en lugar del águila y la serpiente.
Según los que dicen que saben, la ausencia de multitudes talla Juan Pablo II en las calles del DF, el Zócalo y la basílica de Guadalupe, se debió a que los organizadores de la visita excluyeron al cardenal Norberto Rivera Carrera y éste, en consecuencia, no movilizó a “sus” feligreses y le hizo el vacío a Francisco. Pero la verdad es que la toma de la ciudad por el Ejército aisló a la gran mayoría de la gente.
Descrito por un analista argentino como “un jesuita peronista, es decir, un hombre que hace política todo el tiempo”, el primer papa italiano de origen latinoamericano, en todas partes fue apabullado por los usos y costumbres del PRI: hampones como Emilio Gamboa Patrón y Manlio Fabio Beltrones, asesinos como los Duarte (el de Veracruz y el de Chihuahua), monstruos como el genocida Fecal y su esquizofrénica Margarita, hijos de puta químicamente puros como Eruviel Ávila (Edomex), Manuel Velasco(Chiapas), Silvano Aureoles (Michoacán) y Miguel Ángel Mancera lo atosigaron con su devoción y fidelidad a la hipocresía.
Metido en esta camisa de fuerza, el Papa dijo lo que vino a decir, en su cara llamó corruptos a los corruptos y éstos resplandecieron sin darse por enterados; para congraciarse con el ala derecha de la iglesia vernácula (los pederastas Legionarios de Cristo, los vendedores de tangas robadas de Pro Vida, los fantasmagóricos Caballeros de Colón, las Damas de la Vela Perpetua y demás sanguijuelas), canonizó a un mártir de la guerra cristera (con el cual elevó a 185 el número de mortales que ha hecho santos en lo que va de su breve administración).
Para no quedar tan mal con el ala izquierda, visitó la tumba del obispo de San Cristóbal de las Casas, don Samuel Ruiz García, y refrendó la autorización que ya había dado en 2014 para que los sacerdotes de su diócesis vuelvan a ordenar diáconos indígenas(léase, hombres seglares, casados incluso, poseedores de poderes y licencias para administrar los sacramentos en regiones inaccesibles para los curas criollos).
Todo lo demás fue retórica, parábolas, ofertas para que cada cual interpete sus palabras de acuerdo con sus intereses y conveniencias, pero felizmente, el miércoles por la noche, la visita del pontífice (cuyo costo fue de 35 mil pesos por minuto) se acabó, dejando en redes sociales claros síntomas de decepción, de repudio, de fracaso, de reafirmación de los valores laicos, de rechazo al oscurantismo que, per se, es la base de una monarquía metafísica, antaño todopoderosa en Occidente, hogaño en evidente decadencia ante la expansión de los credos islámicos, presentes ya en México, por no hablar de Chiapas, hoy por hoy la entidad federativa con menos católicos en el país.
Tubérculo o potatoe para los infieles, farsante para los esperadores de proezas, capellán de la dictadura del Estado de México para los creyentes descreídos, ajonjolí de todos los males, el “jesuita peronista” que cohabitó inevitable pero promiscuamente con la clase política de un régimen putrefacto, se fue. Qué alivio. Ahora falta por ver el resultado de lo que hizo en lo oscurito. ¿Caerá Norberto Rivera? ¿El cardenal Alberto Suárez Inda, obispo de Morelia, lo sucederá como arzobispo primado de México? ¿Qué beneficios o maleficios atraerán estos cambios?
Por lo pronto, el único milagro constatable del papa Francisco ocurrió en Oaxaca, donde la muchedumbresca organización gremial de los maestros rurales afiliados a la CNTE hará por fin alianza con Morena. Esto, que nadie lo minimice, puede dar un espectacular vuelco a las elecciones que este año habrá en aquella Antequera y convertir en gobernador a Salomón Jara Cruz, un indígena zapoteco, ingeniero químico de profesión y político de larga trayectoria al que, como a toda figura pública, no le sobran malquerientes.
El gravísimo peligro para la única opción de cambio que todavía hay en México por la vía electoral (hablo de 2018), es que Jara Cruz traicione a AMLO —como lo han hecho casi todos los cuadros que el tabasqueño elevó al poder con su influencia—, la CNTE se arrepienta con legítimas razones y todo—como por ejemplo las sustancias que rechaza el intestino delgado de los hombres de buena voluntad— se vaya, o más bien, se acabe de ir a la mierda.
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