Lo que no vio Francisco
Gloria Muñoz Ramírez
L
a imagen de los postes repintados en la avenida República, en Ciudad Juárez, dibuja el recorrido del papa Francisco en México. El pontífice no vio lo que el gobierno no quiso mostrarle, pero tampoco lo consideraba su propia agenda. La sociedad civil agraviada por los feminicidios, las desapariciones forzadas, las ejecuciones extrajudiciales, el despojo, la tortura, la criminalización, el desplazamiento, la corrupción y un largo etcétera se esforzó por desmaquillar las ciudades que visitó. No para que el Papa resolviera su doliente problema, sino para que los reflectores internacionales dieran cuenta del México profundo.
Pero nada: las cruces que madres de mujeres y niñas desaparecidas o víctimas de feminicidio trazaron con pintura blanca y rosa en 40 postes por el recorrido papal en Ciudad Juárez fueron borradas un día antes de que arribara Francisco. Los mensajes de
Justiciay
Ni una mástambién desaparecieron, para ocultar a las más de 2 mil mujeres asesinadas en esta ciudad y a las más de 300 desaparecidas.
Es claro que el gobierno no quería mostrar esta realidad de la ciudad fronteriza. La pregunta es si el Papa realmente quería verla. Y la respuesta parece ser negativa. No se reunió con los padres de los 43 normalistas desaparecidos de Ayotzinapa ni con organizaciones de los otros desparecidos, que porque están enfrentadas entre sí, se justificó en el avión que lo llevó de regreso al Vaticano. Esta respuesta responsabiliza y culpabiliza a las víctimas, como hace el Estado.
Jorge Mario Bergoglio, en definitiva, tampoco vio algo de lo mejor de este país: los pueblos que resisten; la gente de a pie que se organiza contra los cientos de megaproyectos auspiciados por dineros extranjeros; los familiares que recorren hospitales, cárceles y fosas en busca de sus hijos. En el discurso parecía que se refería a ellos. La ambigüedad de pronto confundía. Pero al final nada, ningún pronunciamiento que diera cuenta de las atrocidades que comete, no el diablo, sino el Estado.
Nada debería sorprender viniendo del Vaticano, pero si sus declaraciones levantan expectativas, entonces se le piden cuentas. Fray Tomás, de la casa refugio La 72, lo describe mejor:
Los cambios no vienen de arriba; eso es tarea de las revoluciones, de la insurgencia, de la lucha histórica. Por supuesto que lo respeto, porque yo también soy parte de la Iglesia y Francisco significa un aliento muy grande para la gente de base, pero quien tenga su apuesta en el Papa únicamente está bastante equivocado. El cambio sólo viene de abajo.
No todas las verdades son para todos los oídos, diría el recién fallecido Umberto Eco.
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