| lunes, 15 ago 2016 10:52
En un discurso pronunciado en Acapulco el pasado viernes, en el Foro Era Familiar, con la asistencia más bien de miembros connotados de la elite política y económica de México, Andrés Manuel López Obrador sostuvo, refiriéndose a los integrantes de la "mafia en el poder que, a pesar de todo el daño que puedan haber causado en el país, no habrá represalias ni persecución para nadie".
Desde luego sus palabras pueden tener varias lecturas, una primera, sin duda por la campaña que han desatado ya algunos medios de comunicación que, ante los sondeos de opinión de importantes, por ejemplo El Universal o Reforma, y ante los resultados de las mismas, que seguramente sorprendieron a muchos mexicanos de la oligarquía, ampliamente favorables a Andrés Manuel López Obrador en la intención del voto para 2018, han sido factor clave como motor para intensificar las campañas en contra del candidato.
López Obrador tiene toda la razón de atajar el espíritu de revancha o de venganza que pudiera haber en el ambiente, entendiendo sus palabras como una situación en que debe prevalecer el derecho, como también lo ha declarado en distintas ocasiones. En mi opinión, no se trata de olvidar los hechos, haciendo caso omiso de la ley, sino de aplicar esta sin abusos y con estricto apego a la misma, sin distorsionarla en perjuicio de nadie. Es decir, haciendo que México entre a un genuino Estado de Derecho, sin falsificaciones ni falsa retórica, como las que hemos sufrido.
Ojalá sea verdad que este país pueda proclamar un día que básicamente está regido y se atiene al Estado de Derecho vigente, porque entonces se habrá dado un paso enorme en favor de una convivencia pacífica y pacificadora, y también habrá recibido un golpe contundente la corrupción, que en primer lugar significa evadir el imperio de la ley y el derecho. Y que me perdone Peña Nieto, pero esto puede ser aun más importante que la misma reforma educativa, sin negar un ápice la importancia de esta última, que por desgracia se ha dictado y ha querido imponer sin discusión con los diversos sectores sociales. Que no olvide Peña Nieto que esa es una de las principales cusas de su caída en picada en la opinión de los mexicanos.
Dicho lo anterior, creo que el anuncio de "amnistía" hecho por López Obrador hace unos días tiene sobre todo un valor de reconciliación, más que de olvido al derecho vigente. Y en eso tiene toda la razón. Se trata hoy en México de conciliar más que de "castigar": tal es el alto valor que, a mi juicio, encierran sus palabras. Es decir, tienen un alto significado civilizatorio y no el de permitir que fluyan los problemas y los delitos sin un cuidado especial por la parte gubernamental, para evitarlos.
Pero, en su conjunto, a mi entender tienen otra alusión muy clara: ante el resultado de las actuales encuestas, inevitablemente llegan a la memoria los cínicos fraudes abiertos del 2006 y del 2012, y el mensaje de que la sociedad mexicana de nuestros días no soportaría hoy un atropello de esa naturaleza y de tales dimensiones, y la señal inequívoca de que caer en el mismo vandalismo y fraude de hace unos años sería una provocación cuyos resultados es imposible calcular ahora, pero que seguramente serían inmensos y nefastos para todos, empezando por el gobierno.
Es decir, en realidad las palabras de López Obrados tienen una dimensión múltiple, que tiene que ver con el conjunto de la sociedad mexicana y de sus instituciones, y particularmente con la necesidad imprescindible de que entremos por fin a una etapa que debería ser de plena legalidad y moralidad, en que deberíamos esforzarnos todos por arribar a un tipo de relaciones abiertas con todos los otros mexicanos, pensando en el bienestar de unos y otros y no tanto en las ganancia inmediatas de cada uno (que con frecuencia son la raíz de la corrupción.)
Debo aclarar todavía que las palabras anteriores no surgen de ninguna especie de convicción (algunos dirían de desviación ideológica), sino del esfuerzo por una visión objetiva del país y de nuestra sociedad. Estamos al "filo de la navaja" y la repetición de actos y acciones del pasado que la sociedad mexicana ya consideró deshonrosos en su conjunto, podrían ser la "gota que derrama el vaso". Por eso mismo tendremos que ser sumamente cuidadosos y escrupulosos, ya que una explosión inesperada y no deseada podría tener consecuencia muy graves para el conjunto social. López Obrador lo ha entendido muy bien, ojalá lo entendiera igualmente bien el resto de nuestra élite económica y política.
Pero dos o tres días después nos llegó la respuesta gubernamental por boca de Miguel Ángel Osorio Chong, que por cierto es, sin ironía, uno de los más distinguidos miembros del equipo cercano a Peña Nieto, y en voz de muchos uno de sus más probables y fuertes herederos. Pues bien, en esta ocasión no podía haber sido mas desafortunada su intervención al decir que habría siempre ¨que hablar con seriedad¨, refiriéndose obviamente a las declaraciones de López Obrador. Si se le aplicara la misma o parecida medida a las incontables declaraciones de Osorio Chong casi habría que pedirle que callara para siempre, lo cual sería una pésima ilusión.
Lo que sí se le podría decir es que es una muy mala manera de defender a su jefe y de bregar con éxito por su permanencia en las alturas del poder del Estado mexicano, entre otras razones porque parece muy difícil si no imposible la permanencia del PRI en el poder, después de la exhibición lamentable de ese partido durante el actual sexenio.
Nada, que por todos lados parece hacer agua el sistema político actual, y que sorprendería que hiciera un intento serio de permanecer en el poder, so pena de colocar a la nación al borde del abismo, o, si se quiere al borde de una guerra civil, declarada o no. El hecho práctico es que el país entero pide un cambio pero no ya con la permanencia del PRI en el poder, que sólo ha resultado un engaño para todos los mexicanos que se respetan.
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