martes, 23 de agosto de 2016

México SA

Economía desinflada
SHCP: disco rayado
Arrasadora realidad
Carlos Fernández-Vega
C
on eso de que la economía mexicana sigue creciendo, incluso por arriba de lo esperado (Videgaray dixit), la Secretaría de Hacienda recortó ayer –por segunda ocasión en el año– su propia expectativa sobre el crecimiento del producto interno bruto en 2016, de tal suerte que la realidad se mantiene incólume frente al machacón cuan fatuo discurso oficial.
El gobierno federal –con el ministro del (d) año al frente– no cambia de disco y supone que a golpe de propaganda por fin logrará que la economía crezca –según dice– por arriba de lo esperado. Dicho sea de paso, en lo que va de la actual administración en materia de pronóstico económico ninguna de las estimaciones originales de la Secretaría de Hacienda ha sido correcta.
Ayer el Inegi divulgó los resultados del producto interno bruto (PIB) correspondientes al segundo trimestre de 2016, y en tal periodo la economía cayó 0.2 por ciento en comparación con los números registrados en enero-marzo del presente año. El citado es el peor comportamiento desde abril-junio de 2013, cuando dicho registro se redujo 0.8 por ciento.
Para 2016 originalmente la Secretaría de Hacienda estimó que el producto interno bruto del país crecería en un rango de entre 2.6 y 3.6 por ciento. Ese fue su compromiso y así lo presentó al Congreso, por medio de los Criterios Generales de Política Económica.
En mayo pasado, tras conocer los resultados del PIB correspondiente al primer trimestre de 2016, la Secretaría de Hacienda sacó la tijera y recortó su propio pronóstico: de 2.6-3.6 por ciento lo redujo a 2.2-3.2 por ciento, no sin antes reiterar que la economía mexicana sigue creciendo, incluso por arriba de lo esperado.
Desde el comienzo del año, organismos internacionales (como Banco Mundial, FMI y Cepal) recortaron, una y otra vez, sus respectivas estimaciones sobre el comportamiento económico mexicano. Lo propio hicieron especialistas, consultorías, Banco de México, institutos de investigación y conexos, pero la Secretaría de Hacienda se aferró a su estimación original.
Cerró el primer trimestre, y Hacienda se vio en la penosa necesidad de recortar tal estimación, al tiempo que refrendaba aquello de sigue creciendo. Y ahora lo vuelve a hacer, tras el informe del Inegi para el segundo trimestre. Así, de 2.2-3.2 por ciento (primer recorte del año) la reduce a 2-2.6 por ciento (segundo recorte del año), de tal suerte que entre la original y la más reciente adecuación ya existe un diferencial de un punto porcentual.
Para dar a conocer el nuevo recorte a la estimación de crecimiento le pasaron el micrófono al subsecretario de Hacienda, Fernando Aportela (el ministro, con operación o sin ella, no participa en la difusión de malas noticias), quien ya no siente lo duro sino lo tupido aunque, desde luego, repitió que seguimos creciendo.
Si la Secretaría de Hacienda hubiera cumplido su compromiso de crecimiento, los cuatro primeros años de Enrique Peña Nieto en Los Pinos arrojarían una tasa anual promedio de 3.7 por ciento, algo que si bien no solucionaría mucho (el país requiere un mínimo sostenido de 6 por ciento anua) sí mejoraría el perfil nacional. Pero como hubiera no existe, hasta ahora la tasa anual promedio de crecimiento a duras penas llegaría a 1.9 por ciento, apenas la mitad de lo comprometido.
Para 2013 Hacienda comprometió un crecimiento de 3.5 por ciento; la realidad lo ubicó en 1.1 por ciento. Ya en 2014 la oferta fue de 3.9 por ciento, condicionada al efecto de las reformas estructurales aprobadas y en consideración por el Poder Legislativo; todas fueron aprobadas y consideradas, y a duras penas logró 2.1 por ciento.
En 2015, con todas las reformas aprobadas y en operación (y Videgaray ya designado dos veces como ministro del año) el compromiso original de crecimiento fue de 3.7, pero tampoco lo logró; ni siquiera se acercó, pues el registro marcó 2.5 por ciento de crecimiento. Y para 2016 las cifras que se anotan líneas arriba (con ganas de que al final de cuentas el resultado sea de 2 por ciento, o incluso menos), para un marcador espeluznante: de cuatro, falló cuatro, y le faltan dos para caminar por la misma senda. Lo anterior, como es costumbre, no hace mella en la tecnocracia hacendaria (seguimos creciendo).
Sin embargo el balance es por demás delicado. El Inegi documenta que en los 14 cuatrimestres de gobierno peñanietista (del primero de 2013 al segundo de 2016), sólo en dos ocasiones se registró un crecimiento de 1.1 por ciento (tercero de 2013) o uno por ciento (segundo de 2014). Y otro par reportó cifras rojas (el segundo de 2013 y el mismo, pero de 2016).
Si lo anterior es insignificante, el resto es aún peor: tres trimestres con avances de entre 0.8 y 0.6 por ciento, y siete de ellos con un impulso de 0.4 a 0.5 por ciento. Entonces, si para el ministro y su Secretaría de Hacienda lo citado es sinónimo de que la economía mexicana sigue creciendo, incluso por arriba de lo esperado, entonces el país está verdaderamente jodido. Cómo olvidar, pues, aquel diciembre de 2012, cuando el recién instalado inquilino de Los Pinos aseguraba: vienen, de eso estoy convencido, mejores tiempos para todos los mexicanos, porque éste es el momento de México.
En fin, el Inegi reportó la disminución real de 0.2 por ciento en el PIB durante el trimestre abril-junio de 2016 respecto al inmediato anterior, con cifras ajustadas por estacionalidad. Por componentes, las actividades secundarias se redujeron en términos reales 1.5 por ciento y las primarias 0.3, en tanto las terciarias avanzaron 0.1 por ciento frente al trimestre que le precede.
En su comparación anual (variación anual de las cifras desestacionalizadas), el PIB registró una variación real de 1.5 por ciento en el segundo trimestre de 2016 con relación a igual lapso de 2015. Por grandes actividades económicas y en dicho periodo, el producto de las actividades primarias se elevó 3.9 por ciento y el de las terciarias 2.4; mientras el de las secundarias cayó 0.3 por ciento.
Las rebanadas del pastel
¿Dónde fue? Cientos de miles de ciudadanos marcharon en la capital y otras 50 ciudades del país para exigir el fin del sistema de pensiones y expresar su rechazo a las Administradoras de Fondos que entregan pensiones bajísimas a sus afiliados y mantienen en pobreza a 70 por ciento de los jubilados. No fue aquí, desde luego, sino en Chile, donde la gente está harta de los negocios pinochetistas a costillas de sus ahorros, es decir, lo mismo que pasa en México, pero aquí nadie protesta.
Twitter: @cafevega

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