Bernardo Bátiz V.
L
a Ciudad de México se encuentra, igual que el resto del país, en una situación difícil. Muchos problemas agobian a los capitalinos, algunos de ellos comunes con toda la Federación, como el desempleo, la inseguridad y la incertidumbre frente al futuro ensombrecido por las llamadas reformas estructurales. Otras contrariedades en cambio son propias de nuestra metrópoli, entre ellas, el caos vial y la reducción de calles por obstáculos inexplicables colocados por la autoridad. Uno más: la novedosa y creciente presencia de la delincuencia organizada local, pero no sabemos si también la de los cárteles del norte y el Pacífico.
El gobierno capitalino se ocupa de cosas importantes, por ejemplo del cambio climático mundial, de la ayuda a Haití y otros asuntos internacionales; por momentos parece que esas son sus prioridades, especialmente cuando hay fotografías de por medio. Para quienes vivimos en nuestra hermosa y querida ciudad las prioridades del jefe de Gobierno debieran ser otras.
Algunas se debaten en la Asamblea Constituyente, pero también en el ágora nueva constituida por las redes sociales. Otros temas importantes se ventilan en reuniones de vecinos, en foros informativos y, en especial, en la tribuna que los constituyentes de Morena pusieron en la plaza Tolsá para que ciudadanos y grupos organizados compartan sus puntos de vista y nosotros escuchemos sus propuestas.
Está muy bien el interés solidario por los damnificados de Haití y alguien debe ocuparse de frenar el cambio climático y tomar medidas frente a sus efectos nocivos y los riesgos que podamos sufrir, pero un gobierno comprometido con sus ciudadanos debe también atender otros temas no menos importantes y más cercanos a la vida cotidiana de la urbe.
Pongo algunos ejemplos: hace unos días hubo un asalto masivo en la colonia Agrícola Oriental, que fue perpetrado por un grupo de alrededor de 150 personas en contra de manifestantes que protestaban por la construcción de una gran tienda Chedraui, la cual amenaza la tranquilidad de los vecinos y atenta contra mercados públicos y pequeños comercios de la zona.
Actos así, en los que grupos numerosos, verdaderas turbas sin control, pagadas por alguien y drogadas cometen delitos sin ninguna otra motivación aparente que la de apoderarse de lo ajeno, pero también sin duda la de intimidar a los vecinos que defienden barrios y colonias; son malas señales, muy preocupantes y sobre eso también debe ocuparse el poder público de la ciudad; alguien tiene que dar seguimiento, atender las causas del fenómeno, explicar y poner remedios.
Otro caso del que informan tanto medios de comunicación como redes, es la modalidad de extorsión que se comete en el Metro; aprovechando aglomeraciones se acusa de pronto a alguien apresurado, que no tiene tiempo de aclarar situaciones y acudir a las autoridades, atribuyéndole algún abuso, generalmente contra una mujer o contra niños; si la víctima no quiere verse envuelta en un confuso lío, tienen que entregar
un billete, como les piden los extorsionadores que son siempre varios.
A los capitalinos nos preocupan otros problemas más cercanos a las responsabilidades de los gobernantes. De alguno soy testigo: en la calzada de Tlalpan a lo largo de la acera oriente frente a las colonias Iztaccíhuatl y Villa de Cortés corre paralela a la banqueta una larga zanja abierta hace más de dos meses, que ha provocado accidentes; peligrosa para los ciclistas que circulan por su derecha entre banqueta y zanja. Además de riesgo, produce polvo y no hay trabajadores que indiquen para qué fue abierta ni quién se ocupará de cerrarla; probablemente es otro de los atropellos de quienes a toda costa quieren endilgarnos el monopolio del gas natural.
El espacio se termina y dejo para otra colaboración otros problemas olvidados por las autoridades debido a que está su solución en manos privadas: el asalto cotidiano de los parquímetros, el de las arañas y el de las grúas.
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