Bernardo Bátiz V.
E
l presidente Enrique Peña Nieto dijo en uno de sus discursos habituales que tiene el propósito de que
le vaya bien a México. Ese buen deseo, usual en las despedidas en que se le dice a quien se va, no parece encajar en esta temporada en la que estamos, en el último tercio del gobierno de quien expresó tan buen deseo y tan contrastante con la realidad y con hechos de su gobierno que han generado esa realidad.
Si fuera él quien se va, sería una cortesía de nuestra parte desearle
que le vaya bien, pero aún quedan casi un par de años de su gobierno y no hay señal de que esté dispuesto a cumplir el deseo de muchos que se expresan en las redes sociales, en los corrillos y charlas familiares y de café. Sin duda que alguien se vaya o que algo nuevo llegue, es indispensable para que la nación mexicana se reponga de los desaciertos de los gobiernos recientes, de los saqueos del erario y de la corrupción galopante.
El dicho del Presidente, tomado del lenguaje coloquial de nuestro pueblo, es un buen deseo, lo que no se ve es de qué manera se puede hacer realidad sin un cambio político de fondo. Estamos encerrados en un círculo vicioso en el que pobreza, ignorancia e inseguridad son puntos equidistantes del círculo en que giramos una y otra vez desde hace 30 años, cuando se logró hacer realidad la decisión de acabar con la economía mixta y entrar primero lentamente y después con aceleración vertiginosa en el fatídico neoliberalismo, modelo y paradigma del mundo globalizado que ya va en decadencia en otras partes pero que aquí está alcanzando su nivel más alto.
No podrá ir bien a México y a los mexicanos a partir del fracaso de las reformas estructurales que han traído desgracias, empobrecimiento generalizado e incertidumbre. Ni la judicial, que fue la primera; ni la fiscal, ni la educativa, tan combatida, y mucho menos la energética han mostrado algún rasgo de eficacia o acierto. Todas han traído una cauda de infelicidad al pueblo, enriquecimiento extremo para unos cuantos y la amenaza de un futuro oscuro e incierto.
En la reforma judicial, con todo y sus flamantes juicios orales, muy al estilo del programa de televisión La ley y el orden, ni acaba de implementarse ni donde se ha logrado establecer da buenos resultados. No disminuyen los índices de delitos ni la ciudadanía percibe límites a la delincuencia, ni justicia lisa y llana a quien la solicita.
La reforma educativa, señalada por quienes saben del tema como gran pifia, ha topado con la dignidad y la resistencia heroica de maestros de la CNTE. El intento de imponerla es una torpeza llevada a cabo no por profesionales de la docencia ni tomando en cuenta la opinión de los maestros, sino por burócratas del sistema y simplemente no es aceptada por los profesores.
Pero la raíz más profunda de la crisis de país, del desastre económico y de la pobreza en que nos hundimos, es el abandono, la entrega que hizo el gobierno de los bastiones de México para defenderse en la jungla de la economía mundial, la energía eléctrica y los hidrocarburos. El principio del fin fue la reforma constitucional que segregó el petróleo y la electricidad de las áreas estratégicas de la economía, abandonó esos sectores industriales a su suerte, los desmanteló y entregó al extranjero.
No nos puede ir bien mientras ese error no se corrija. La reforma energética fue una traición y acto torpe que marcó el inicio de nuestra derrota en materia económica.
Si alguien duda de la bancarrota mexicana en esta materia, que dé un vistazo y escuche la breve pero contundente intervención de la diputada federal Rocío Nahle ante un perplejo secretario de Energía, Pedro Joaquín Coldwell, quien tuvo que escuchar sin pestañar y sin poder responder la valiente catilinaria de la veracruzana, integrante de la bancada de Morena, experta como pocos en el tema del petróleo y la empresa que creó el gobierno de México para su explotación. Empezó por recordar que se cerraron 28 mil plazas de trabajo en Pemex, es decir, que la reforma, en lugar de impulsar la economía, envió al desempleo y pobreza a gran número de mexicanos; recordó que en lugar de bajar los precios de gas y gasolinas, como se había ofrecido, ambos combustibles están en una espiral ascendente; recordó que las intencionalmente desmanteladas refinerías están produciendo al 48 por ciento de su capacidad y que los grandes complejos petroquímicos, construidos por técnicos mexicanos y con recursos nuestros, están abandonados y a punto de ser vendidos a extranjeros.
El Presidente desea vagamente que a México le vaya bien; la valiente diputada de oposición Roció Nahle demuestra que no nos puede ir bien si abandonamos y entregamos lo que es nuestro. Nos irá bien si corregimos el rumbo, si actuamos con patriotismo y recuperamos nuestro patrimonio.
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