Sobre la alianza PAN-PRD
Resistencias amarillas
El dilema de Zepeda
Miguel Ángel Velázquez
N
os dicen que si no resultara tan doloroso, ese encuentro anunciado entre PRD y PAN sería, simplemente, patético.
Los órganos cupulares del PRD decidieron disparar sobre ese partido la única bala que podría matarlo: la unión con sus enemigos naturales, con el otro extremo de la filosofía política que ellos defienden, pero además, en una de esas, su moneda de cambio, la que le ofrecieron a la derecha panista, resulta tan devaluada que no alcance ni para maldita la cosa.
Y es que lo que no se quiso decir en la vergonzosa conferencia de prensa que ofrecieron el sábado anterior es que aún ahora hay amarres sueltos en el sol azteca que se niegan a respaldar la postura de su presidenta, Alejandra Barrales.
Veamos: si es verdad lo que se dice en el estado de México, que la fuerza política más importante del perredismo en esa entidad es Alternativa Democrática Nacional (ADN) –tribu que se ha declarado contraria al chuchismo y a Juan Zepeda, su candidato a la gubernatura–, no respaldarían los acuerdos que se tomen en la cúpula perredista, que sigue dominada por los chuchos, cuyo plan de sobrevivencia está al lado de los azules y muy lejos de otras corrientes consideradas de izquierda.
No podemos asegurar que ADN y Juan Zepeda vayan a rechazar la puerta falsa que adoptó la dirigencia nacional perredista, pero es de todos sabido que no hay punto de convergencia entre ADN y el chuchismo, lo que nos hace pensar que la declaración PAN-PRD lo único que ha logrado, por el momento, es encarecer el juego de ADN.
De cualquier forma, lo que hicieron azules y amarillos fue tratar de conseguir una posibilidad de sobrevivencia, porque si entre los azules como entre los amarillos se da una nueva ruptura, lo que no está muy lejos de ocurrir, el asunto será que unos y otros se quedarán casi sin militancia, y entonces, más que proponer un gobierno de coalición –la forma política más eficaz que halló la derecha para asimilar a la socialdemocracia–, la idea será construir un nuevo partido que podría llamarse
el chilaquil, donde toda revoltura, por asquerosa que parezca, será bien aceptada. Eso podrá ser, al final de cuentas, el ideal que ha juntado a unos y otros.
Pero la decisión actual, la que podrá marcar destinos, será la que tome Zepeda. Como él ha confesado en corto, no se trata de lo que desee otro partido ni de buscar congratularse con nadie, sino de evitar que los problemas que vive la gente del estado de México, y que parecen no tener solución desde la formas de gobierno del PRI, cambien definitivamente.
Sólo existe un problema que ya midieron los priístas: si pierden la entidad, ni el fraude los podrá salvar de la derrota en 2018. Ese es el dilema.
De pasadita
Para las autoridades de la delegación Benito Juárez debe ser muy incómodo que domingo tras domingo la gente de la colonia Postal se reúna en el parque Miguel Alemán a hacer del conocimiento de los vecinos no nada más la desgracia que para ellos significa el gobierno azul, sino todas las desgracias que se han montado sobre el país. Usar para esos fines el parque es para el panismo un pecado, nos cuentan vecinos de esa colonia.
El gobierno delegacional ha usado de todo: espectáculos, simulacros y ahora amenazas, para evitar que el foro de los domingos se lleve a efecto, pero los organizadores están decididos a no interrumpir la labor que han seguido durante más de una década, y exigen respeto a un derecho, el más peligroso de todos, el de informar, aunque al delegado no le parezca. Así andan las cosas en esa demarcación.
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