Ana de Ita*
A
partir de sus propuestas, dos de los candidatos a la Presidencia del país mostraron su gran desconocimiento del campo. Anaya presentó seis acciones para impulsar el crecimiento económico de la producción que no se refieren al sector agropecuario y se definen de forma circular: acabar con la pobreza y con la impunidad, crecimiento económico, recuperar la paz y la tranquilidad, replantear la situación de México frente al mundo y el combate a la corrupción. Ya que sus acciones no se refieren al campo, se comprometió con el Consejo Nacional Agropecuario –organización que representa a los agricultores empresariales– a incluir su Visión 2030 en el Plan Nacional de Desarrollo.
Meade se autodefinió como el
candidato de la seguridad para el campo, y prometió: educación, vivienda, recreación, cultura y empleo. Planteó
cinco puntos para un campo exitoso: reglas de operación claras, apoyos que lleguen a tiempo, ventanillas únicas, presupuestos multianuales y acceso a seguridad social. Propone mantener la misma política agrícola que han impulsado los distintos gobiernos desde hace más de 25 años y hacer algunas mejoras administrativas y burocráticas. Su apoyo es la Confederación Nacional Campesina.
López Obrador es el único candidato que cuenta con un Plan Nacional de Desarrollo (PND) en el que el campo tiene un lugar prioritario. Con base en un diagnóstico soportado en datos oficiales, plantea reducir la dependencia alimentaria por motivos de seguridad nacional. En un momento en que Trump, presidente de Estados Unidos, mantiene en el limbo el Tratado de Libre Comercio de Norteamérica (TLCAN), y en los hechos lo ha roto al imponer aranceles al alumnio y acero mexicanos, tratar de reducir la dependencia alimentaria de productos básicos que provienen de ese país parece una necesidad urgente.
Meade y Anaya han tratado de usar como trampolín la propuesta de autosuficiencia alimentaria de López Obrador extremando argumentos en su contra. Pero apostar a la producción nacional de alimentos y no solamente favorecer la exportación de productos suntuarios, no implica cerrar la economía, ni depender únicamente de lo que se puede producir en el país, tampoco se propone controlar la producción, ni terminar con la producción de hortalizas, frutas, café, y otros productos no básicos, destinados tanto al mercado interno como a la exportación. Lo que sí incluye es apoyar a los tres diferentes tipos de productores agrícolas caracterizados en el PND, para que puedan desarrollar su producción en mejores condiciones, tengan canales de comercialización, puedan aumentar la productividad, utilicen mejores insumos, reduzcan el uso de agrotóxicos y disminuyan la emisión de gases de efecto invernadero. Significa atender a la agricultura campesina de autoconsumo y de transición que juntas representan a 83 por ciento de los agricultores y darles un papel fundamental en la producción de alimentos.
La propuesta de López Obrador también reconoce que los vacíos en los territorios se llenan y el abandono de la producción agrícola, sobre todo de la pequeña y la mediana agricultura, consideradas por los gobiernos anteriores y actual como poco productivas, ha dado paso a que la economía criminal se apodere de esos territorios, muchas veces en complicidad con el Estado. Recuperar el sector rural para los campesinos y para la producción agropecuaria no será fácil, pero es una pieza para detener la violencia rampante en el campo y en el país. La creación de empleos para los jóvenes y las mujeres rurales y mejorar los salarios y condiciones laborales de los jornaleros también intenta que dejen de ser presa del crimen organizado.
El PND no sólo aborda la producción, sino que procura apoyar las diferentes fases de la cadena de producción y consumo de alimentos: la comercialización y transformación, el financiamiento, las tecnologías, los insumos, la infraestructura. Alerta sobre el uso de tecnologías depredadoras, propone impulsar la agroecología y rescatar técnicas tradicionales. El modelo se orienta a
lograr un aumento en la productividad, un menor deterioro ambiental y una mayor cohesión social.
Cerca de 100 organizaciones campesinas nacionales y regionales, reunidas en torno al Plan de Ayala Siglo XXI, apoyan la estrategia para el campo de López Obrador.
Quizá lo más valioso de esta estrategia sea no estar fatalmente atada a un orden económico internacional que se tambalea y dejar de repetir las propuestas de la ortodoxia neoliberal que han abonado al campo la pobreza y la violencia.
*Directora del Centro de Estudios para el Cambio en el Campo Mexicano (Ceccam)
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