De la elección a la transición // Urge acelerar el crecimiento
Carlos Fernández-Vega
A
la vuelta de la esquina están los comicios 2018, y en unos cuantos días los mexicanos decidirán la nueva estructura política del país. ¿Quién ocupará Los Pinos? ¿Cómo quedarán el Congreso federal y algunos estatales? ¿Quiénes serán los nuevos mandatarios en nueve entidades de la República y en casi mil 600 municipios?
Con la asistencia a las urnas casi concluirá un proceso difícil (vienen la calificación de la elección, las impugnaciones, los jaloneos y la toma de posesión de los nuevos mandos), pero se iniciará la parte más compleja de todo esto, es decir, gobernar, articular las nuevas políticas públicas, hacer realidad las promesas de campaña y mantener la estabilidad del país. Cumplir a los mexicanos, pues.
Ante este panorama, el Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico (IDIC) analiza la circunstancia y plantea los 10 retos de la transición política en México, del que se toman los siguientes pasajes.
Las promesas y propuestas electorales deberán transformarse en políticas públicas y en planes de gobierno debidamente sustentados. Durante los pasados 40 años México no ha logrado consolidar una economía con crecimiento robusto, que supere 2.5 por ciento de promedio. Las promesas no se han vuelto realidad.
El desafío no es menor, pues el marco institucional no cuenta con los pilares del crecimiento económico; predominan los de la estabilización, pero no hay una institución encargada de asegurar que se alcancen las metas de crecimiento. De igual forma, se carece de una entidad pública que coordine o transversalice los esfuerzos del gobierno.
Cada dependencia actúa de manera aislada y, en ocasiones, de forma contradictoria: la propia acción de alguna dependencia restringe que se alcancen los objetivos de otras. Los ajustes fiscales son el mejor ejemplo: los recortes presupuestales se han centrado en la inversión pública: sin inversión no hay crecimiento, es una lección básica de la economía.
Para ello se debe iniciar con un claro mensaje de unidad nacional. La construcción de una verdadera alianza social permitirá elaborar una agenda por un México incluyente. Sin diálogo y consensos se corre el riesgo de que la fragmentación electoral persista más allá de lo correspondiente al proceso respectivo.
Se requiere visión compartida y objetivos claros, que sirvan de directriz al equipo de trabajo que desde la transición tendrá que transmitir confianza y certidumbre en función de su compromiso con México, honestidad, liderazgo, vinculación con los sectores productivos y calidad. El objetivo debe ser acelerar rápidamente el crecimiento económico, pasar de la obsesión por la estabilidad a la obsesión por el crecimiento.
Dicha tarea se debe cubrir al mismo tiempo que se enfrenta la renegociacióndel TLCAN, la reconstrucción de las relaciones en América del Norte y se genera una nueva alianza global que permita a México transitar de la monoglobalización atada a la fuerza centrípeta de Estados Unidos hacia una mayor diversificación de las relaciones internacionales.
Urge mejorar la calidad del gasto público, particularmente de la inversión, y elevar la interacción con la inversión privada y el contenido nacional de la producción interna y de las exportaciones. Es la única forma de generar valor agregado e impulsar el crecimiento económico.
La tarea del equipo de transición será estratégica y fundamental; sin un diagnóstico y estrategia adecuados, el presidente electo correrá el riesgo de ser atrapado por la inercia de los eventos estructurales y de coyuntura que vive México.
No puede dejarse de lado uno de los temas que más lacera la paz de la nación: la inseguridad; por ello se deben establecer desde el primer momento la relevancia y prioridad del tema.
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triunfó la razón.
Twitter: @cafevega
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