Dicen que en Guadalajara han estado cayendo unas “tormentonas” que asustan. Son por la tarde. El cielo se pone casi negro y el viento sopla tan fuerte que hasta los árboles se balancean; después, los rayos y sus truenos y enseguida el agua abundante. Dicen que hay zonas de la ciudad que se inundan y el tráfico se pone denso. Muy denso.
Hoy cayó una tomentona de ésas, exactamente una media hora antes de la hora programada para el mitin de Andrés Manuel López Obrador en la ciudad, en eso que se ha llamado “la gira de agradecimiento”.
Yo pensé que todo estaría vacío. Y es que el agua suele ahuyentar gente.
Me equivoqué.
Cuando llegué, porque llegué tarde, pensé que el mitin iba a estar sin personas. Primero: eran las cinco y media de la tarde y a esa hora las personas suelen estar trabajando en un martes normal. Segundo: las vialidades de la capital de Jalisco o se habían vuelto un caos de autos que avanzaban a una velocidad más lenta que un perro recién despertado o se habían convertido en infranqueables ríos que impedían el paso de los que iban a pie, en bici o incluso en auto. No era fácil acercarse ahí al lugar donde Andrés Manuel agradecería que la gente lo hubiera hecho presidente.
Además, siendo sinceros, un mitin de campaña o de protesta contra un fraude llaman más. Como que tienen un no-sé-qué.
El caso es que llegué y había gente y mucha. Aunque la lluvia ya no era tan fuerte, no había aún escampado. Por eso, la mayoría de quienes estaban viendo a AMLO lo hacían metidos en un toldo más o menos amplio que no era suficiente para cubrir a todos. Entrar a esa parte era imposible: yo intenté, pero no pude. Ni llegué bien al toldo.
Me puse en una zona donde no me pegara tanto la lluvia que aún seguía cayendo, y miré que la gente estaba bien atenta a lo que decía AMLO. A pesar de las gotas (para quienes estábamos afuera del toldo) que caían del cielo y de la incomodad que provoca los cuerpos tan cerca cerca (para quienes estaban dentro del toldo), la gente estaba atenta a cada palabra de Andrés Manuel.
La gente escuchando.
Fue ahí que entendí el significado del mitin y de la gira del agradecimiento, y es que yo también me puse atento.
El objetivo, aunque es agradecer, no es solamente ése. También es informar. Pero, ¿qué informa Andrés Manuel si aún faltan dos meses y medio para que sea presidente constitucional de México?
En el caso de Jalisco, informa de los programas sociales que habrá y de la gente que se beneficiará. Es impresionante cómo Andrés Manuel tiene ya las cifras: se les dará pensiones a tantos adultos mayores; habrá tantas becas; se invertirá tanto dinero en tantos apoyos al campo; de destentarán estos recursos a tal cosa; se abrirán estas universidades…
Y así, decenas de cifras, de probabilidades, de montos. AMLO habla de programas, de proyectos, de cosas que hará, de promesas de campaña que pocos se acuerdan y que él las mencionas e indica que las cumplirá.
De eso trata la gira en todas las entidades. Y me imagino que en todos los estados sacará unas hojas, y comenzará a dar datos y montos y número de beneficiarios probables.
Andrés Manuel presume que, en estos meses desde que ganó la presidencia, ha estado haciendo cuentas de los ingresos del país, de por dónde se puede ahorrar dinero, de cómo le hará para extraer más recursos sin cobrar impuestos. Y a partir de esas métricas, él ya está en condiciones de decir: a esto lo vamos a hacer así, con estos recursos, y beneficiaremos a tantas personas.
La gente atenta. Solamente se medio distraen las personas cuando un vendedor de llaveros con el “amlito” pasa ofreciendo su mercancía a diez pesos. Una ganga. Le piden hasta de a quince llaveros, siempre con el infaltable “por favor”.
El mitin termina y ya no llueve. Me pongo atrás del templete, donde está la camioneta de AMLO, y me preparo para lo que pienso que viene: los empujones.
Las despedidas de AMLO son tumultuosas. La gente quiere tocarlo, decirle algo, entregarle algo, que le firme algo.
Andrés Manuel saluda a algunas personas, después se sube a la camioneta y la gente la rodea. Ésta avanza lentamente, y hay empujones fuertes para un lado y para otro, y así, la camioneta recorre unos centímetros que se hacen más centímetros y después metros. Todo lento. Lentísimo. Y mientras, AMLO saluda, firma “amlitos”, recibe besos, posa para las selfies…
Estas muestras de admiración hacia Andrés Manuel no han disminuido. En la campaña eran iguales, o quizás hasta un poco menos fuertes. Hoy la alegría está desbordada. Esta admiración, sin duda, es igual de grande que la esperanza que provoca que, por fin, ni el PRI ni el PAN vayan a gobernar. Es la esperanza en una persona que habla de cambio, que dice “por el bien de todos primero los pobres” y que menciona que el dinero público será usado para la gente y no para construir riquezas vía la corrupción.
La camioneta se aleja.
Volteo al cielo y está lleno de nubes casi negras. Quizás llueva en un rato más. Lagente anda sonriendo. Y es que la gente vio (y es raro escribir esta frase después de tantos años de fraudes y derrotas) a Andrés Manuel López Obrador, el próximo presidente de México.
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