lunes, 1 de octubre de 2018

Astillero

Cuauhtémoc: patadas en Morelos // Graco, el fracaso // ¿Cárcel a corruptos? // No a política tradicional
Julio Hernández López
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▲ Cuauhtémoc Blanco ha construido una carrera política que habría parecido impensable si México no viviera una angustiosa necesidad de creer en personajes alejados del estilo político clásico.Foto Cristina Rodríguez
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oy, Cuauhtémoc Blanco Bravo tomará posesión del gobierno del estado de Morelos. Nacido en enero de 1973 en Ciudad de México, fue un reconocido futbolista profesional, sobre todo a su paso por el equipo América, del cual fue y es un símbolo deportivo. Polémico y arrojado, en poco más de tres años ha construido una impresionante carrera política que habría parecido impensable si México no viviera una angustiosa necesidad de creer en personajes alejados del estilo político clásico.
Nada hay en Blanco Bravo que sustente tal éxito político (que no necesariamente quedará en el plano estatal, aunque hoy sus detractores así lo crean; desde ahora hay quienes lo visualizan como posible ¡candidato presidencial en 2024!) Carece de habilidad oratoria, sus conceptos a declarar suelen ser confusos o mal elaborados, no se conoce ninguna formación académica o preocupación ideológica adecuadas para el cargo a ejercer y es manejado abiertamente por un personaje, José Manuel Sanz Rivera, de origen español pero ya naturalizado mexicano, que fue su representante comercial deportivo como ahora lo es en lo político, siempre buscando la mayor ganancia.
Y, sin embargo, el Cuau, como le llaman sus seguidores, ha logrado de manera insólita la presidencia municipal de Cuernavaca (en junio de 2015), cuando el contrato que lo había llevado a esa aventura sólo aspiraba a darle a ganar votos (y prerrogativas) a un partido local de poca monta (el Social Demócrata, administrado por los hermanos Julio y Roberto Yáñez Moreno). Luego de un trayecto accidentado, en el que el manejador Sanz logró deshacerse del grupo contratista original (los Yáñez), fue postulado a gobernador estatal por el Partido Encuentro Social (PES) y, en el contexto de la alianza de este partido con Morena y López Obrador, terminó como abanderado de Juntos Haremos Historia (Morena, PES y Partido del Trabajo). Sin embargo, como ya lo ha dicho el Cuau, no se considera ganador por el efecto AMLO, sino por méritos y fuerza propias.
La conversión de un gran prestigio deportivo, y la fama pública que le acompaña, no podría explicar el arribo del Cuau al gobierno morelense si no se tuviera como definitorio punto de contraste el clamoroso fracaso de Graco Luis Ramírez Garrido Abreu, nacido en Tabasco en junio de 1949. El crecimiento de Blanco fue proporcional al hundimiento de Ramírez Garrido Abreu, un político profesional de izquierda que sembró y cosechó una amplia animadversión de los morelenses, en particular a la hora de pretender la imposición de su hijo, Rodrigo Gayosso, como sucesor, a nombre del Partido de la Revolución Democrática (PRD) del que Graco ha sido figura relevante, en el estilo de la política de oportunismo y turbiedades caracterizado por el grupo de Los chuchos.
En ese contexto, los morelenses buscan un cambio así sea a partir de las condiciones no idóneas de Blanco Bravo. Es un rechazo a los políticos tradicionales, a la demagogia, la rapacidad y el abuso. En particular, y a diferencia de la amnistía política anunciada por López Obrador, Blanco Bravo ha anunciado su disposición a revisar con amplitud y profundidad la gestión de Graco Ramírez, quien hizo cuanta marrullería pudo para escamotear información oficial al equipo de Blanco, quien ha dado su palabra de que llevará a la cárcel a los políticos corruptos de la administración que hoy termina, comenzando por el multicitado Graco.
Lo cierto es que, más allá de la corsetería analítica tradicional, el no político Cuauhtémoc Blanco Bravo tiene espacio por recorrer e, incluso, para crecer. Su carril no es el de Morena, aunque mantendrá buenas relaciones iniciales (a pesar de los jaloneos recientes con Yeidckol Polevnsky, por presuntas cuotas de funcionarios). Así son las entendibles paradojas de la política mexicana de hoy.
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