viernes, 21 de diciembre de 2018

Carta a Carlos Payán


Querido Carlos:
P
rimero, para decirte la alegría, que tantos compartimos, por tu Medalla Belisario Domínguez. Segundo, para decir mi acuerdo con tu extraordinario discurso de recepción que con estas palabras comenzó:
“Cuando empezaba a trazar unas líneas sobre el texto que les voy a leer no dejó de darme vueltas en la cabeza las líneas de un poema de Quevedo: ‘Miré los muros de la patria mía’. Y a partir de ahí me lancé a pergeñar lo que van a escuchar.”
Tercero, para traer íntegro a estas páginas ese que ha venido a ser tu poema de síntesis de una vida y de este mundo en el cual vivimos:
Miré los muros de la patria mía,
si un tiempo fuertes ya desmoronados
de la carrera de la edad cansados
por quien caduca ya su valentía.
Salime al campo: vi que el sol bebía
los arroyos del hielo desatados,
y del monte quejosos los ganados
que con sombras hurtó su luz al día.
Entré en mi casa: vi que amancillada
de anciana habitación era despojos,
mi báculo más corvo y menos fuerte.
Vencida de la edad sentí mi espada,
y no hallé cosa en que poner los ojos
que no fuese recuerdo de la muerte.
Y nos dijiste después:
En la actualidad yo vivo en Cataluña, en los Bajos Pirineos, alejado de la política y el periodismo, y regresé a México para estar al lado de Andrés Manuel López Obrador el día en que recibió el mandato de la nación, esta Patria mía, tan deshilachada, tan pobre, tan saqueada, con tanto político corrupto y con tanto muerto regado por su territorio. Y ahora, para colmo, con un enloquecido presidente de Estados Unidos.
Compartiste, por fin, tu medalla con todos nosotros y agregaste una necesaria mención contra el olvido: Pero también la quiero dedicar a todos los periodistas muertos en nuestro país, que están sembrados a lo largo y ancho de toda la República, a ellos más que a nadie.
Querido Carlos, poeta escondido tras tus bigotes blancos y un Globo Azul que desde siempre te acompaña, vaya contigo un gran abrazo

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