jueves, 20 de diciembre de 2018

Ciudad perdida

Ante las dudas, preguntas obligadas
S
ería imposible terminar el año con tranquilidad si no expresamos algunas dudas que corroen nuestro espíritu. Se trata de aparentes o verdaderas contradicciones que fabrica el poder, y que en muchos casos derriban esperanzas y alimentan decepciones.
Con mucho respeto, a las luz de los hechos, nos atrevemos a lanzar estos cuestionamientos cuya respuestas ya deberían haber sido del dominio público si los mecanismos de comunicación del gobierno actual funcionaran, pero frente a esa incapacidad –la de comunicar–, sólo queda dejar en la conciencia de todos esos alfileres de duda.
Horas antes de la elección la pregunta: ¿lo van a dejar llegar? era la constante en todos los ámbitos del país, y en ella se reflejaba, por un lado, la impotencia del voto para imponerse frente a todos los intereses contrarios a las propuestas de Andrés Manuel López Obrador; y la otra, el peso real de quienes en dos ocasiones anteriores imposibilitaron el cambio que proponía el hoy Presidente.
Por fin, a la tercera, López Obrador se convierte en Presidente de México, con toda la legitimidad del voto, antes impotente, y con el poder económico neoliberal ¿derrotado? Tal vez la realidad nos esté infligiendo una lección muy dolorosa.
¿Qué acuerdos tuvo que aceptar López Obrador para que ese poder económico, nunca antes derrotado, cediera? La experiencia nos dice que los que impedían la llegada de López Obrador se podían haber impuesto al voto ciudadano, a fin de cuentas los hilos del poder los tenían, y los tienen controlados, y exponerse a un revés que les causara daño sólo podría surgir de acuerdos seguramente inconfesables, pero obvios.
Es improbable que esos acuerdos se deban a que la Presidencia de la República tenga que cargar con la consejería de los poderosos que formó López Obrador como sostén y puente frente a quienes manejan los intereses del mercado.
¿Qué se acordó con el Ejército para que la paz del país se le encargue a un señor de la guerra? ¿Cómo se zanjaron las diferencias con el mundo financiero para que hoy esos grupos consideren que el primer presupuesto de este gobierno sea de corte neoliberal y ellos estén tranquilos?
Más temprano que tarde, eso esperamos, se sabrá qué tan atado se halla el gobierno de López Obrador y qué tanto tuvo que admitir para que por fin los años de lucha se coronaran con la Presidencia.
¿Vale la pena ceder la esperanza por alcanzar el poder? Es necesario que las dudas se aclaren, es necesario que no se pierda la esperanza y que por el contrario, aumente día con día la idea de que sí, esta vez no pudieron impedirlo y las decisiones que se han tomado no van a contracorriente con el proyecto que durante miles de días pregonó López Obrador por todo el país.
De pasadita
Aquello de que en el gobierno de López Obrador se puede colar cualquiera, incluso los que toda su vida han caminado rutas totalmente contrarias a él, es absolutamente cierto. Es más, hasta algunos deschavetados pueden acceder a un puesto de trabajo en la administración federal.
Para muestra un botón: Diana Álvarez Maury, a quien se le otorgó una subsecretaría en Gobernación, es una terapeuta de transmisión de energía cósmica –cualquier cosa que eso signifique–, según su currículum, y militó, por decirlo de alguna manera, en una organización considerada una secta.
Es de saberse que Diana Álvarez está en la Subsecretaría de Participación Ciudadana por recomendación y protección del procurador General de la República, Alejandro Gertz Manero, a quien conoció en la Universidad de las Américas hace ya algún tiempo. Según las dotes profesionales de la funcionaria, la canalización de la energía cósmica eleva el nivel de conciencia, quita las náuseas a las embarazadas, aumenta las capacidades intelectuales de los niños, disminuye las molestias menstruales de las adolescentes y previene enfermedades degenerativas. Algo de todo eso seguramente servirá para mejorar la vida de los ciudadanos. ¡Híjole!
Nos encontramos el año que viene.

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