viernes, 16 de octubre de 2020

México SA


Fonden: elefante blanco // De auxilios a auxilios

M

uy preocupada, según dice, quedó la oposición y jilgueros que la acompañan por la extinción del Fondo para la Atención de Emergencias (Fonden), es decir, el lerdo mecanismo financiero de reacción destinado –versión oficial– a la atención inmediata de los mexicanos víctimas de desastres naturales (huracanes, terremotos, inundaciones, etcétera).

Una semana atrás, la mayoría legislativa en San Lázaro decidió desaparecer tal fondo y determinó que en su lugar en cada proyecto de presupuesto se incluyan previsiones para atender los daños ocasionados por fenómenos naturales. Al momento de su extinción, oficialmente, contaba con poco menos de 7 mil millones de pesos, aunque hacer uso de esos recursos –si en realidad se aplicaban a los fines descritos– resultaba un verdadero calvario, dada la recurrente falta de dinero (aunque estaba presupuestado y aprobado por la Cámara de Diputados), la eterna cuan agotadora burocracia de los tres niveles de gobierno y la por demás ostentosa lentitud para liberarlo, si ello sucedía.

Mientras, las poblaciones afectadas debían ser extremadamente pacientes, ayudarse entre sí y esperar la llegada del auxilio de emergencia, el cual, en el mejor de los casos, tardaba una eternidad en materializarse, aunque el pretexto gubernamental siempre era el mismo: no hay dinero.

Ejemplos abundan, pero para dar una idea citamos algunos casos documentados en este espacio: como en los desastres naturales de 2005 (huracanes EmilyStan y Wilma, los más brutales) o en la tragedia tabasqueña de 2007, en 2010 de inmediato el gobierno federal anunció que no hay dinero para atender las urgencias. En el primero de los años citados, Vicente Fox fue más allá y anunció a los damnificados que de gorra, nada, por mucho que volcó la ayuda federal, y de gorra completa, a favor de los hoteleros de Cancún, arena incluida.

En el segundo de los años, las estimaciones del daño por las inundaciones en Tabasco se aproximaron a 2 mil millones de dólares, pero ni un peso se otorgó, porque no hay dinero, dijo Felipe Calderón, entonces inquilino de Los Pinos, para inmediatamente después ordenar a su secretario de Hacienda, Agustín Carstens, firmar un acuerdo (JG-SAT-IE-3-2007, publicado en el Diario Oficial de la Federación), por medio del cual se autorizaba la condonación total o parcial de créditos fiscales, que en 2005 acumularon cerca de 500 mil millones de pesos, casi 23 veces más que el costo estimado por las inundaciones en Tabasco. Y los beneficiarios de tal acción fueron los de siempre.

Al igual que con Fox y Calderón, al cierre del sexenio peñanietista, el Fonden arrastraba pendientes de ayuda de emergencia de al menos seis años atrás. En septiembre de 2013, el huracán Manuel arrasó Guerrero; cerca de 60 por ciento de sus municipios, de por sí paupérrimos, fueron devastados y los damnificados se contaron por cientos de miles. Sin embargo, Peña Nieto dio prioridad a la salida de los turistas varados en Acapulco (cerca de 40 mil, a quienes proporcionó aerotransporte militar y pagó alojamiento) dejando para otra ocasión la ayuda a los guerrerenses.

Superado el problema de los turistas, la Secretaría de Gobernación anunció que, vía Fonden, el estado de Guerrero recibiría 283 millones de pesos para enfrentar la emergencia, un monto que no alcanzó siquiera para comenzar las tareas de desazolve en el puerto de Acapulco. La estimación oficial de los daños causados por Manuel –la cual, sin duda, quedó muy corta– fue superior a 5 mil millones de pesos, pero sólo le liberaron alrededor de 5 por ciento de esa cantidad.

Lo anterior sin sumar los pendientes ni daños causados por el mismo huracán en Oaxaca, Michoacán, Colima y Jalisco, ni los provocados por otro meteoro, Ingrid, en Veracruz, Hidalgo y Tamaulipas. Y como esos ejemplos, muchísimos más, dejando a un lado, desde luego, los pellizcos que le daban a los recursos, algo que, dicho sea de paso, para muchos justifica la defensa del Fonden.

Las rebanadas del pastel

¡Felicidades! México, libre de un narcopartido y de las sabandijas que lo promovieron.

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