n varias partes del mundo se ha ido registrando un incremento en el total de defunciones al tiempo que avanza la epidemia de Covid. A este fenómeno se le ha llamado mortalidad en exceso o excesiva. A la fecha hay un número importante de estudios científicos que documentan este fenómeno en los países europeos, Estados Unidos y América Latina. La Organización Panamericana de Salud (OPS) ha elaborado una metodología para calcularlo (ver www.paho.org/coronavirus) que, simplificada, se basa en una comparación entre el promedio semanal total de defunciones entre 2015 y 2018 (fallecimientos esperados) que se compara con las defunciones totales de 2020 (las observadas) a partir del inicio de la epidemia en cada país. Esto permite medir el incremento de la cifra de muertes y su incremento porcentual. Debe notarse que los datos de 2020 están tomados de las actas de defunción de los registros administrativos.
En México se han publicado tres reportes del exceso de mortalidad. La última cubre los datos del 15 de marzo al 29 de agosto (Boletín estadístico sobre el exceso de mortalidad por todas las causas durante la emergencia por Covid-19). Contiene los datos de exceso de mortalidad de 28 estados, el número e incremento porcentual respecto del periodo de comparación y su distribución por sexo y edad. Existen estudios científicos semejantes para estados de Estados Unidos y países europeos cuya totalidad apunta en la misma dirección. Al avanzar la pandemia hay un incremento notable en la mortalidad que no representa sólo las muertes por Covid.
La magnitud del exceso de mortalidad por todas las causas durante este periodo es de 159 mil 127 de defunciones en México, lo que representa un incremento de 58 por ciento. De esta cifra, sólo 39 por ciento se debe directamente al Covid y el resto, o 98 mil 660 a fallecimientos, a otras causas. Es decir, estas últimas muertes para este periodo son casi 100 mil. Otro dato interesante es que los hombres son mucho más susceptibles a fallecer por mortalidad en exceso, con 68 por ciento, en comparación con las mujeres, con 12.9 por ciento. El grupo de edad más propenso a la mortalidad excesiva es de 45 a 64 años.
El incremento de esta mortalidad, en concordancia con la curva Covid, puede tener varias explicaciones. Aquí interesa analizar el alza en relación con los determinantes sociales de las muertes. La primera es técnica y se refiere a las defunciones que en realidad fueron causadas directamente por Covid, pero que no han sido inscritas como tales por deficiencias en los sistemas de registro. Estas fallas pueden ser generales en un país, pero es más común que ocurran en zonas o áreas pobres. Pueden ser una proporción importante de las muertes en exceso cuando la calidad de los registros administrativos es deficiente. Debe de tomarse en cuenta que producen un sesgo donde van en la misma dirección, tanto el subregistro como otros determinantes sociales. Es decir, el subregistro es mayor entre los pobres y también la propia pobreza.
La inequidad en las condiciones socioeconómicas puede incidir en varios aspectos. Un primer grupo se relaciona con la distribución desigual de la comorbilidad, por ejemplo, obesidad, diabetes, hipertensión, que tienden a darse en mayor frecuencia entre la población pobre. Lo mismo pasa con el acceso a la detección, diagnóstico y tratamiento del Covid, sea éste en clínicas u hospitalario, tanto en las zonas rurales como urbanas necesitadas. Esta falta de acceso se ha incrementado como resultado de la reconversión cuando, particularmente, las instituciones públicas han pospuesto la atención de padecimientos de tipo no Covid, lo que conlleva una mayor mortalidad por causas no atendidas. Esta es la razón por la cual el IMSS está acelerando la vuelta de sus hospitales al funcionamiento normal y apuesta por la expansión de la atención en el primer nivel.
Otro tipo de determinantes socioeconómicos son los relacionados con precarias condiciones de vivienda y el impacto directo de la crisis económica. Las características de la vivienda determinan las de hacinamiento con impacto sobre la transmisión del virus, el estrés síquico y la violencia. En tanto, la crisis económica golpea a grupos importantes de la población con la baja del ingreso y el desempleo que arrojan a partes de la población a la pobreza o la pobreza crítica.
Es decir, la pandemia profundiza las características de la desigualdad de una sociedad. Esto se observa también en estudios realizados en Estados Unidos, donde los latinos muestran una mortalidad excesiva de 54 por ciento, la población negra de 33 y la blanca de 12 por ciento.
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