martes, 22 de enero de 2013

México SA


Solidaridad reloaded
¿Y los recursos, apá?
Pobres, 60 millones
Carlos Fernández-Vega
S
in dar a conocer con cuánto presupuesto arranca y de dónde saldrán los recursos, ayer fue presentado en sociedad otro programa gubernamental contra la pobreza (enfocado éste a combatir el hambre que padecen millones de mexicanos), el cual, como tantos otros, lo primero que cancela es la posibilidad de que los propios beneficiarios cuenten con empleo e infraestructura productiva para que por sí mismos salgan adelante y de forma sostenible.
Con la puesta en marcha de la Cruzada Nacional contra el Hambre todo apunta al resurgimiento de Solidaridad, programa social insignia del salinato, y por mucho que desde el gobierno peñanietista lo nieguen, el nuevo programa es eminentemente asistencialista (el inquilino de Los Pinos asegura que se trata de un cambio estructural en materia de combate a la pobreza). Lamentablemente, en el pomposo acto, realizado en Las Margaritas, Chiapas (en el que tres oradores –Rosario Robles, Manuel Velasco y Javier Duarte– lanzaron sus más floridos piropos al inquilino de Los Pinos), nadie tuvo tiempo de explicar cómo se financiarán la alfabetización, desayunos escolares, cocinas comunitarias, los programas de agricultura familiar, la generación de ingresos, la creación de empleos, el incremento en la producción sustentable, la cultura de una alimentación saludable, la creación de los bancos de alimentos, la integración de los pequeños productores a los mercados locales y el fortalecimiento de las redes de protección social, entre otros, enunciados, aunque sí se dio a conocer que por medio de un decreto se establece el Sistema Nacional Contra el Hambre, sin Hambre (sic) y la creación de un consejo nacional que estaría atento al desarrollo de la Cruzada Nacional contra el Hambre.
Tampoco, de dónde saldrán los recursos para una alimentación y nutrición adecuada de las personas en pobreza multidimensional extrema y carencia de acceso a la alimentación; eliminación de la desnutrición infantil aguda y mejoramiento de los indicadores de peso y talla de la niñez; aumento de la producción de alimentos y del ingreso de los campesinos y pequeños productores agrícolas; reducción de las pérdidas post cosecha y de alimentos durante su almacenamiento, transporte, distribución y comercialización; e impulso a la participación comunitaria y la movilización popular para la erradicación del hambre. Lo anterior se escucha muy bonito y nadie estaría en desacuerdo de alcanzar tan preciados objetivos, pero de que cuestan, cuestan.
De entrada, el nuevo Solidaridad atenderá parcialmente las ingentes necesidades de millones de mexicanos. De acuerdo con lo anunciado ayer, los hambrientos de este país, que son muchos, recibieron la noticia de que sólo 400 municipios recibirán ayuda, es decir, 16 por ciento del total, sin incluir a las 16 delegaciones del Distrito Federal, y tendrán cobertura 7.4 millones de mexicanos, o lo que es lo mismo, 25 por ciento de los 28 millones que padecen pobreza alimentaria. Se trata, de acuerdo con el discurso de ayer, de atender a aquellos que padecen una doble condición: de pobreza extrema y de carencia alimentaria severa.
Algo similar se comprometió a la hora de anunciar otros programas de combate a la pobreza, incluido Solidaridad, instituidos a lo largo de los años. Supongamos que en todo esto existe buena voluntad, un deseo real de que millones de mexicanos abandonen la pobreza, mejoren su calidad de vida y su expectativa. Pero eso no es suficiente, porque el actual número total de pobres en el país es similar al registrado 16 años atrás, lapso en el que oficialmente se han canalizado multimillonarios presupuestos a tal combate sin mayores resultados.
Es imposible erradicar la pobreza con programas que de entrada no atacan la raíz del problema y se limitan a ofrecer paquetes de ayuda. En 1992, por ejemplo, la numeralia oficial reconocía la existencia de poco más de 46 millones de mexicanos pobres; dos décadas después, el saldo se aproxima a 60 millones, y de ellos 28 millones registran pobreza alimentaria, la cual ahora será combatida, quién sabe con qué recursos, sólo al 25 por ciento.
De acuerdo con Enrique Peña Nieto, en la Cruzada Nacional contra el Hambre la gran protagonista será la sociedad mexicana en movimiento, las mujeres y los jóvenes serán el ejército que la movilizará, con acciones enfocadas a la alimentación y nutrición, pero, también, con brigadas para mejorar viviendas y servicios en las localidades, con comités de alfabetización y trabajo comunitario. La sociedad, pues, pero la secretaria de Desarrollo Social, Rosario Robles, aseguró que no, que en realidad de lo que se trata es de una estrategia de política pública para combatir el hambre y contribuir a la seguridad alimentaria y nutricional de la población más vulnerable del país. Y como diría el clásico, no es lo mismo que lo mesmo.
En otra parte de sus discursos tampoco se pusieron de acuerdo: el inquilino de Los Pinos dijo que el nuevo programa tiene cuatro objetivos (amplia convocatoria social, organizar los bancos de alimentos y de donaciones, establecer un fondo de trabajo solidario para aquellos que quieran destinar parte de su tiempo a esta gran cruzada, y trabajar con especialistas en alimentación, nutrición y pobreza, a fin de asegurar que esta cruzada esté alineada, también, al Programa Hambre Cero, al que ha convocado Naciones Unidas.
Pero Rosario Robles dijo que no, que en realidad son cinco. Y a su entender los enumeró: Cero Hambre a partir de una alimentación y nutrición adecuada de las personas en pobreza multidimensional extrema y carencia de acceso a la alimentación. Eliminación de la desnutrición infantil aguda y mejoramiento de los indicadores de peso y talla de la niñez. Aumento de la producción de alimentos y del ingreso de los campesinos y pequeños productores agrícolas. Reducción de las pérdidas post cosecha y de alimentos durante su almacenamiento, transporte, distribución y comercialización. Y el impulso a la participación comunitaria y la movilización popular para la erradicación del hambre.
Y mientras ellos se ponen de acuerdo y encuentran recursos para financiar el nuevo Solidaridad, 60 millones de mexicanos, y contando, sobreviven en la pobreza.
Las rebanadas del pastel
¡Milagro! Como por arte de magia, el Inegi anuncia que la tasa oficial de desocupación abierta y la que mide la informalidad en el país se redujeron en diciembre de 2012, primer mes del gobierno peñanietista, por mucho que en ese mes se reconozca una pérdida cercana a 240 mil plazas laborales. ¿Qué tal?

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