martes, 15 de julio de 2014

Una izquierda que se traicionó para ser cogobierno

Pedro Salmerón Sanginés /II
H
ace un mes, señalamos que el Pacto por México consiste en la formalización del cogobierno de facto de PRI y PAN, y la incorporación al mismo del PRD. Gracias a dicho pacto, Enrique Peña Nieto (EPN) y sus cómplices aprobarán en menos de 13 meses la reforma energética, que pasará a la historia como el acto central de su gobierno.
El PRI y EPN en campaña no ofrecieron privatizar la renta petrolera (de hecho, todos deberíamos recordar a Manlio Fabio Beltrones oponiéndose a una reforma muy similar, en nombre de los legisladores priístas, en el sexenio anterior). Tampoco prometieron en campaña ninguno de los eufemismos con los que visten su reforma, que altera profundamente la manera de entender el patrimonio, la tierra y los recursos del país. Cuando al fin la presentó, en agosto del año pasado, EPN lo hizo con una serie de mentiras descaradas, y las mentiras se han venido acumulando de entonces para acá. Y esta acumulación de mentiras y omisiones ha sido utilizada como coartada por la cúpula perredista que, hábil para el sofisma y la manipulación de la verdad, asegura que abandonó (parcialmente) el pacto a causa de la reforma energética, argumentando que fue engañada.
No sé a quiénes pretenden engañar, a su vez: desde agosto de 2013, cuando EPN la anunció en cadena nacional, estaba muy claro el sentido de la reforma; sin embargo, la mayoría de los legisladores del PRD se mantuvieron en el llamado pacto y contribuyeron a la acelerada aprobación de las reformas previas, que alfombraron el camino de la energética.
Peor aún: el sentido de la reforma que propondría el gobierno estaba claro desde el mismísimo 2 de diciembre de 2012, cuando Jesús Zambrano firmó el Pacto por México, que en sus compromisos 54 a 57 establece que se realizaría una reforma energética para la atracción de inversión; para transformar a Pemex en una empresa pública de carácter productivo y crear un entorno de competencia en los procesos económicos de refinación, petroquímica y transporte de hidrocarburos sin privatizar las instalaciones de Pemex. Eso dicen los compromisos del pacto firmado por el presidente del PRD en diciembre de 2012. Y, aunque el secretario general de ese partido –y una minoría de sus legisladores– se justifica diciendo que lo hizo a título personal, la actuación de la mayoría, sus votos a favor de las reformas, su prisa inmoral para permitir, para alfombrar el camino de la reforma energética, muestran otra cosa. Al firmar esos compromisos y actuar en consecuencia, los perredistas se convirtieron en cogobierno.
¿Cuándo empezaron a fundirse con la clase gobernante? Algunos desde 1989, cuando creyeron que el poder estaba a su alcance, y que se valía cualquier cosa para obtenerlo, haciendo suyas las tácticas de sus enemigos de la víspera, los priístas hoy sus aliados (sus jefes, en virtud de la verdadera relación de fuerzas). En 2011 habían completado el tránsito al pragmatismo y lo mostraron en su penúltimo pleito con AMLO (penúltimo, pues aún lo necesitaban como candidato presidencial para obtener las curules que hoy ocupan): los argumentos de Jesús Ortega, Jesús Zambrano y Guadalupe Acosta sobre la derrota electoral del PRD en el estado de México son prístinos: para ellos, las elecciones del año precedente en Puebla, Sinaloa y Oaxaca eran una victoria. Era una victoria, y al parecer lo sigue siendo, la forma y estilo de gobierno de Rafael Moreno Valle, como lo son, sin préstamo ni alianza, los de Graco Ramírez o Miguel Ángel Mancera (véase, por ejemplo, rcmultimedios y eluniversal).
Mientras escribía este artículo (cuya publicación diferí dos semanas por el fallecimiento de don Arnaldo Córdova) estalló el escándalo de la diputada Purificación Carpinteyro, en cuya defensa la jerarquía perredista esgrimió la peor justificación posible: hay otros peores; añadiendo (respuesta de Jesús Ortega a un servidor) que quienes reclamamos su absoluta carencia de ética servimos a los intereses del duopolio televisivo. Lo que me recuerda que, a fin de cuentas, la de telecomunicaciones es otrareforma que contó con el aval de la cúpula perredista y que sólo servirá a dicho duopolio. También me recuerda el sistemático desdén que la diputada de marras mostró contra la CNTE y los críticos de la reforma educativa, que ella gustosa y jubilosamente aprobó (a raíz de lo cual tuvimos un muy ilustrativo debate en Twitter en septiembre pasado).
Según el diccionario, la traición es una falta que se comete quebrantando la fidelidad o lealtad que se debe guardar o tener. ¿Nos equivocamos al señalarlos como traidores? de verdad, ¿adónde quieren que vayamos con ellos?
Twitter: @salme_villista

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