Adán Cortés Salas, en la entrevista Foto Marco Peláez
Emir Olivares Alonso
Periódico La Jornada
Jueves 18 de diciembre de 2014, p. 21
Jueves 18 de diciembre de 2014, p. 21
Hijo de una familia trabajadora en una colonia cercana al Metro Xola, en la ciudad de México, Adán Cortés –el mexicano de 21 años que irrumpió en la ceremonia del Premio Nobel de la Paz– señala que antes de los hechos contra los normalistas de Ayotzinapa era un joven
normal, al que sólo le preocupaba ir a la escuela, obtener buenas notas y disfrutar del reventón.
No estaba muy involucrado en la realidad del país, acepta.
Al ver la reacción de su padre, quien lloró luego de asistir a una de las marchas de solidaridad con los normalistas, Cortés comenzó a cuestionarse por qué había tanta indignación social y se adentró en el caso Iguala.
En entrevista con La Jornada, detalla que para hacerse de más información acudió a las redes sociales, que regularmente usaba para divertirse y subir selfies. “Me pregunté: ‘¿Qué está pasando con mi país?’ Eran chavos de mi edad”.
Un cumpleaños distinto
Esto lo convenció de que debía celebrar su cumpleaños, el 5 de noviembre, de manera distinta. En lugar de citar a sus amigos en un bar, asistió a una marcha de solidaridad con los normalistas.
La fortuna llevó a este estudiante de relaciones internacionales en la UNAM con 9.2 de promedio –quien hizo en escuelas públicas la mayor parte de sus estudios– a Europa. Hace unos meses visitó Cuba y ahí conoció a personas de Noruega, España y otras naciones. Sus nuevos amigos noruegos trabajan en una aerolínea y lo apoyaron con el viaje.
Aterrizó en Oslo el 26 de noviembre –previamente estuvo en Costa Rica, donde se sumó a una acción de solidaridad por Ayotzinapa– y fue dos días antes de la ceremonia del Nobel de la Paz cuando se le ocurrió manifestarse públicamente para que
los medios internacionales y el mundo voltearan a ver lo que pasa en México.
Logró entrar sin contratiempos. Lo intentó primero como reportero, pero desistió al no tener acreditación; entonces se formó con los invitados y esquivó la mesa de entrega de las invitaciones. La bandera mexicana que llevaba se le cayó y un policía la recogió y se le acercó, pero sólo para devolvérsela sin mayores cuestionamientos. El resto de la historia se conoce desde aquel día.
Tras cobrar atención mediática internacional, tiene claro que su vida no será la misma y asegura que tratará de generar redes para que jóvenes desinteresados en la política nacional, como él lo estaba, transformen esa visión. Por el momento sabe que puede empezar a través de las redes sociales, aunque acepta que aún no concibe algún otro plan.
Quiero que los familiares de los normalistas, a quienes deseo conocer, sepan que lo sucedido con sus hijos no es en vano. En mi caso y en el de muchas otras personas nos ayudó a despertar, a hacer conciencia para decir ya basta.
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