Bernardo Bátiz V.
C
irculaba una broma, quizá derivada de un hecho real, que atribuía a una marisquería del sur de la ciudad la promoción de sus productos como
camarones fresco del Ajusco.
La ironía o picardía popular es evidente: los camarones son del mar o excepcionalmente de ríos o lagunas lejanos a los océanos. La referencia viene por las noticias difundidas días atrás, sobre que la Marina Armada de México se hará cargo de vigilar el macizo volcánico que enmarca por el sur el paisaje del Valle de México.
El Ajusco no alcanza la altura de los volcanes, pero sí tiene elevaciones respetables. Es una sierra, que junto con la de las Cruces, se encuentra cercana a la capital, casi abrazándola, y es considerada de alta montaña, con sus casi 4 mil metros sobre el nivel del mar; sus cumbres: la Cruz del Marqués (la de mayor altura), el Pico del Águila, Mezóntepec y Santo Tomás, todas arriba de la cota de los 3 mil 700 metros.
Cabe decir que sus arenales, el pedregal de sus faldas y los bosques tupidos en pinos y oyameles de sus empinadas laderas, eran las notas relevantes de su paisaje. Todo se ha modificado, los pedregales, abajo, se han reducido, sobrexplotados por las pedreras que aprovecharon la roca volcánica, ahora dispersa por toda la ciudad en bardas de residencias y cimientos de casas. Una absurda carretera de circunvalación, construida hace muchos años por el capricho de un secretario de Comunicaciones, rompió el sistema ecológico en detrimento de especies vegetales y animales, y permitió el acceso fácil a vehículos y personas: motocicletas, ciclistas, jugadores de gotcha y pistas para cuatrimotos. Propició la tala clandestina de madera y dio entrada a otros humanos destructores de la naturaleza.
El acceso fácil de automóviles, la doble salida de la sierra hacia el Distrito Federal o el estado de México dio a los asaltantes y secuestradores vías de escape después de sus atracos a excursionistas, parejas distraídas e incluso a grupos numerosos de paseantes.
Los casos más recientes son la muerte de la joven estudiante Anayeli Bautista Tecpa, el secuestro de un equipo numeroso de ciclistas y el homicidio de un abogado militar, situaciones que motivaron la acción de las autoridades. Después del niño ahogado tapan el pozo, pero no es así, ya que hasta donde se sabe no efectúan una investigación científica en busca de los autores de los delitos, sino mediante un banderazo de salida de grupos armados, destacadamente marineros de tierra firme, que con sus vehículos patrullarán las veredas y los caminos de la zona.
Se requiere por supuesto vigilancia y, mucho más, reforestar, impedir la destrucción de pastizales y bosques, así como volver a dar continuidad a las pendientes y áreas naturales interrumpidas por la cinta asfáltica, verdaderamente nociva. Pero la pregunta obligada es: ¿por qué la Marina? ¿No hay personal competente entre los más de 80 mil integrantes de la Policía Preventiva del DF? ¿Por qué ceder a la Federación una zona tan nuestra como es el Ajusco? ¿Qué hacen los marinos a más de 3 mil metros sobre el nivel del mar? Su presencia en la alta montaña, a primera vista, no parece justificarse.
Más bien sugiere una decisión impuesta o un caso de humorismo involuntario; lo que había de agua por la zona ha ido disminuyendo; el río Eslava sólo tiene caudal en tiempos de lluvia y los manantiales que eran abundantes, se volvieron difíciles de encontrar.
Tomar medidas para el rescate de este importante pulmón de la urbe, zona de recarga de acuíferos, es una prioridad que no puede abandonarse, lo que habrá que revisar es si la solución consiste en meter más vehículos y fuerzas militares a trillar el terreno, o no sería mejor preservar, reforestar, vigilar con policía montada bien armada, provista de medios de comunicación, y principalmente investigar a grupos de delincuentes que desde hace tiempo han asentado sus reales en Topilejo, Parrés y otros sitios de la zona montañosa.
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