Octavio Rodríguez Araujo
H
ace unos días se reditó un importante libro de Sol Arguedas (1921-…):¿Qué es la izquierda mexicana? (México, Grupo Editor Orfila Valentini, 2014), publicado originalmente hace 50 años.
Pienso que fue un acierto publicarlo de nuevo pues no sólo es un rico e ilustrativo testimonio de lo que se pensaba y se decía en las izquierdas de aquellos años, sino hasta del lenguaje y las preocupaciones que tenían algunos de sus representantes y otros que, individualmente, se consideraban de izquierda sin militancia alguna en un partido político.
Sol elaboró su libro a manera de encuesta. “El asunto no era fácil –dijo en su advertencia–. Una encuesta sobre qué es la izquierda y cuáles son sus problemas presupone tener, por lo menos, una idea general de aquélla y de éstos para elegir acertadamente tanto a los entrevistados como las preguntas que se formularen”.
Y fue así que entrevistó a Vicente Lombardo Toledano (del Partido Popular Socialista-PPS), Manuel Terrazas (del Partido Comunista Mexicano-PCM), Carlos Sánchez Cárdenas (del Partido Obrero-Campesino Mexicano-POCM), José Revueltas y Eduardo Lizalde (de la Liga Leninista Espartaco-LLE) y J. Trinidad Estrada (del Consejo Nacional Ferrocarrilero). También les presentó sendos cuestionarios a Alonso Aguilar Monteverde, en esos momentos miembro de la dirección del Movimiento de Liberación Nacional, y a José Luis Ceceña, uno de los economistas más respetados en la significativa década de los 60. De Carlos Fuentes, que ya era un escritor muy influyente en nuestra cultura, Sol Arguedas recogió varias de sus opiniones sobre el tema del libro. Todos ellos, salvo Lizalde, han fallecido y son recordados, incluso críticamente, como los constructores de las izquierdas que tenemos en la actualidad. De Revueltas se celebran, justo en estos días, 100 años de su nacimiento.
El libro en sí es un debate entre aquellos insoslayables personajes de las izquierdas que teníamos los que las vivimos más o menos de cerca, un debate que debería hacerse en la actualidad. Sería enriquecedor si los representantes de las izquierdas de ahora hicieran propia la responsabilidad histórica de quienes los precedieron. Un poco de modestia y de autocrítica no les saldría sobrando. Los jóvenes se los agradecerían y bueno sería que alguien, tomando el ejemplo de Sol de hace medio siglo, hiciera una encuesta semejante a quienes de las izquierdas de ahora las representan tanto partidariamente como intelectualmente.
Los tiempos, sin duda, han cambiado mucho, al igual que el país, pero contra lo que pudiera pensarse las izquierdas no tanto. Quienes lean este libro encontrarán que muchas de las posiciones partidarias de aquellos años no se han alterado en lo sustancial, salvo que ahora muy pocos dicen luchar por el socialismo. Con diferentes nombres y adjetivos, las aspiraciones de las izquierdas de ahora no son muy diferentes de las que planteaban el lombardismo y los comunistas: antimperialismo, soberanía nacional, democracia y alianzas con las fuerzas nacionalistas y las denominadas progresistas para hacer del país un espacio con menos pobreza y desigualdad a través de cambios de personas en los principales centros de decisiones en la esfera del Estado. Encontrarán también que las críticas de los espartaquistas al PPS, el POCM y el PCM serían muy semejantes a las que les harían las izquierdas radicales a las reformistas de ahora, entre otras que no son anticapitalistas ni se proponen el socialismo, aunque este concepto deba reinventarse. Asimismo, encontrarán que, a diferencia de los años 60 (y desde antes), ahora no se piensa que los obreros representan la clase social que haría la revolución y que en estos tiempos el sujeto revolucionario (si acaso existe) se ha diluido. Es más, y esto no deja de ser desalentador, no se piensa más en la posibilidad de una revolución (armada) pese a que la inconformidad social ha crecido tanto o más que en años anteriores.Y no se piensa así pues esta inconformidad carece de organización y de dirección y, como dijera Federico Engels, de su revisión de las tácticas de 1848 y 1871, los ataques al poder por sorpresa y sin preparación no llevarían a la transformación social, por lo que el proletariado habría de prepararse, en la teoría y la acción, y acumular fuerzas, para sus grandes luchas por el poder del Estado. Y esto no está ocurriendo, pues el partido de los trabajadores, a la altura de las exigencias de ahora, no existe. Como no existía, según Revueltas y los espartaquistas, en los años 60 del siglo pasado. Los partidos que se adjudicaban la representación de la clase obrera eran fetiches alienantes –decían–, una ficción que había que convertir en una realidad. Y tal vez lo dirían también ahora, los sobrevivientes.
Quizá el debate no es ya entre reforma o revolución, sino más bien sobre las opciones que tiene la población mayoritaria, cada vez más pobre y con menos oportunidades, para lograr su emancipación y vivir con dignidad.
Estas reflexiones, y muchas más, las encontrarán los lectores en ¿Qué es la izquierda mexicana?, para descubrir que al final, y tal vez por los errores de las izquierdas de hace medio siglo, se impuso el reformismo y la utopía de cambiar las cosas sin tomar el poder… para seguir igual o peor.
PD: Dejo descansar a mis lectores hasta el año que entra. Mis mejores deseos para 2015.
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