lunes, 20 de abril de 2015

Votar o no votar

Bernardo Bátiz V.
U
n día escuché un consejo del que de vez en cuando echo mano, porque me ha sido útil o al menos ha servido para explicarme a mí mismo una decisión tomada; por ejemplo, cuando después de años de militancia renuncié al PAN con amigos y camaradas del Foro Democrático. El consejo o recomendación es éste: si dudas entre hacer algo o dejar de hacerlo, hazlo, es mejor; si has de arrepentirte, que sea de haber actuado y no de haber eludido o evadido o escapado.
Comparto este principio (si es que lo es) con quienes proponen el no voto en lugar del voto; la nulidad del sufragio en vez de la opción por un partido y sus candidatos, sean éstos en opinión del sufragante, los mejores o, de perdida, los menos malos.
Chesterton, en la introducción con la que a modo de excusa general inicia su obra maestra Ortodoxia, tiene un párrafo sin desperdicio: Si hay quien mantenga que la extinción es preferible a la existencia, o la vida opaca preferible a la variedad y la aventura, a ese no lo cuento entre los míos, con ese no hablo. Al que escoge la nada, la nada le doy.
Quienes en esta coyuntura electoral tan cuesta arriba, tan llena de sombras y sospechas, proponen dar la espalda a las instituciones democráticas, mandarlas al diablo sin decirlo con ese giro del lenguaje, demostrando su actitud anulando el propio voto, o simplemente no votando y además convocando a que otros sigan esta conducta, no caen en el supuesto chestertoniano de preferir la nada, pero su preferencia política se acerca más a esa posición que no deja de tener algo de capricho y berrinche; si el sistema, incluyendo autoridades de todos los niveles y especialmente instituciones responsables del proceso electoral, no pueden ser imparciales y dejar que los ciudadanos se expresen libremente y elijan en serio a sus representantes, entonces, como muestra de desaprobación a esa mala conducta oficial, la respuesta es abstención electoral, dar la espalda al proceso.
La verdad es que están convocando a una omisión, a un no hacer, que según el termómetro del pensador inglés está por debajo de una acción o de una aventura, en este caso de una aventura política; ciertamente lo que hacen los convocantes al no voto también es una aventura y no deja de llamar la atención, no deja tampoco de tener sus razones y sus riesgos; exige pensar, hablar, escribir a favor de la propuesta, esto es, trabajar por una causa, aun cuando sea la causa de la negación.
Mi simpatía para ellos, pero no para su propuesta; hay razones para no aceptarla al menos por ahora. La primera es que lo que sugieren a los votantes es no ejercer su derecho al sufragio porque de antemano saben que no hay árbitro imparcial y se juega con dados cargados; eso todos lo sabemos, incluidos los que preferimos la participación. Lo que pasa es que esperan que el mismo sistema que condenan cuente e informe sobre el número de votos nulos y el de votos no emitidos.
Es igual a como los participacionistas estamos actuando, ellos también se sujetan a las cuentas amañadas del gobierno. Esperan que el sistema insensible valore su gesto antivoto y actúe de modo diferente al habitual, en reacción a su campaña crítica.
Otra razón es que el momento para manifestar la reprobación a Peña Nieto, al gobierno en general y al sistema, en la opción de participar electoralmente, tiene fecha fija, desemboca el 7 de junio en las urnas, a unas cuantas semanas, y la propuesta de dar la espalda, de pedir la renuncia, de promover la revocación del mandato, puede ser antes o después, puede esperar un poco. La opción de votar es a plazo fijo y no se opone a la de ellos.
Mi propuesta a los abstencionistas, a Javier Sicilia en especial, que es lector de Chesterton, y a todos, que están hartos, que están indignados, que son inteligentes y quieren, igual que nosotros, cambiar de sistema y reencauzar el rumbo de México, es que esperen un poco, den oportunidad a la vía electoral una vez más, que permitan medir cuántos están tan hartos como ellos, tan indignados como ellos y si son suficientes para empujar el cambio esperado por la vía de los voto.
Las elecciones sirven para que los ciudadanos que piensan en forma similar sobre economía y política se organicen, pero son también, y además, un juicio, una especie de jurado popular: si un gobierno lo hace bien, los ciudadanos votan por él; si lo está haciendo mal, los votantes pueden usar su boleta electoral para censurarlo votando por otra opción. No vamos a saber cuántos votos fueron comprados o son resultado del fraude electoral, pero sí sabremos cuántos votos fueron a favor de la oposición y el resultado será un elemento más de juicio, tanto para la opinión pública interna y externa como para los contendientes. Unirse al voto de reprobación y cambio, sin cancelar otras opciones, creo que hoy es lo posible.

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